Relatos sorprendentes

El rincón de los contadores de historias…

Los Invasores 7 diciembre 2017

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Boris Oliva Rojas

 

 

Los Invasores

El primer contacto con alienígenas era el acontecimiento más trascendental de la historia que cualquiera podía imaginar; y sin embargo, la emoción inicial había dado paso a desconfianza en algunos grupos de ciudadanos y a ambiciones oportunistas en otros. Pero al pasar los días todos esos sentimientos se habían convertido en miedo y desesperanza, cuando por fin los extranjeros decidieron descender de su nave, vestidos con sus impenetrables trajes espaciales, que no permitían apreciar su real aspecto, salvo poder comprobar que eran humanoides al igual que los nativos.

Eso no habría tenido nada de malo, ya que todos estaban ansiosos de conocer a los visitantes venidos de tan lejos. Lo realmente malo y que varios temían, ocurrió cuando el cielo se llenó de cientos de naves pequeñas algo alargadas y con alas, que se desplazaban a vertiginosa velocidad; los militares no lo dudaron y lanzaron varios escuadrones de aviones para vigilarlos y escoltarlos pacíficamente a las bases más cercanas. Las sorpresas siempre golpean duro cuando son desagradables y no fue la excepción, cuando uno solo de los aviones alienígenas derribó a todo un escuadrón de aviones sin ninguna provocación; la respuesta no se hizo esperar y se desplegaron todos los recursos disponibles contra los invasores, pero sus armas eran más poderosas y su tecnología más avanzada. Pronto el que un día fuera un pueblo orgulloso, se vio obligado a refugiarse entre las ruinas de su moribunda civilización.

Tal vez habría habido una posibilidad de llevar a cabo ingeniería inversa, si hubiese sido posible atrapar alguna de sus máquinas o naves, pero no había nada que hacer contra su más mortífero, aterrador y despiadado recurso, el miedo; las calles eran recorridas y cada escondite posible escudriñado por incansables animales con implantes mecánicos, ante los cuales solo cabía ocultarse, rogando para no ser detectados por ellos.

Los mismos científicos se recriminaban a sí mismos, ¿por qué habían sido tan ingenuos al suponer que encontrarían vida inteligente y amistosa en el cosmos, cuando enviaron todas las sondas indicando el camino al planeta?; ¿no tenían el ejemplo, acaso, de todos los casos en que varios pueblos más primitivos habían sido diezmados por los colonos de los continentes tecnológicamente más avanzados? Pero ya no quedaba más opción ahora que tratar de sobrevivir como fuera.

-¡Sobrevivir!, esa debe ser nuestra meta día a día; decía el profesor a sus alumnos, sentados en los dormidos andenes del viejo tren subterráneo que dejó de correr poco después de la llegada de los alienígenas. La gente quedó encerrada en las estaciones y trenes; y en cierta forma fue bueno, ya que los mantenía lejos de los animales liberados en las calles por los invasores. Una vez pasado el pánico inicial, la gente comenzó a organizarse, los carros se convirtieron en casas y enfermerías improvisadas; en los túneles se podía cocinar con cierta comodidad la escasa comida que se podía conseguir en las incursiones que se llevaban a cabo en la superficie para recolectar víveres, gracias a que la red del tren subterráneo cubría toda la ciudad bajo tierra.

La ruinosa ciudad de noche parecía un cementerio, con las murallas caídas semejando lápidas y las construcciones destruidas viejos mausoleos. Salvo el ruido de los vehículos terrestres de los invasores el silencio era total; ni siquiera se oía el ladrido de algún perro, o el maullido de algún gato, los monstruos biomecánicos los habían matado en cuanto los vieron. Eran depredadores en el fondo y se dejaron llevar por su instinto natural; tal vez por eso los alienígenas crearon esas aberraciones, para que hicieran el trabajo sucio y sembraran el terror entre los sobrevivientes.

-Esta vez se requiere que localicen otras posibles fuentes de alimentos no perecibles; dijo el líder del grupo de recolectores, un rudo policía que había perdido a su familia durante el primer bombardeo alienígena y que había jurado proteger a los ciudadanos contra cualquier amenaza, ya sea interna como externa. Nadie sabía su nombre, tal vez así se protegía a sí  mismo de los recuerdos dolorosos; solo lo conocían como El Jefe y eso bastaba para todos.

El Jefe desde niño había tenido que vérselas con tipos rudos y momentos difíciles, así es que “los perros”, como él los llamaba, no lo iban a intimidar.

Armados de palos y fierros, los exploradores llegaron sigilosos hasta una de las camufladas salidas del subterráneo que habían abierto aprovechando alguna grieta o a golpes. Con el correr de los meses habían aprendido a moverse como fantasmas por entre las sombras. Como siempre se separarían en dos grupos de cuatro, para abarcar más espacio.

Alimentos y medicinas eran fundamentales en las condiciones de encierro en que vivían, afortunadamente había muchas farmacias y mercados donde conseguir lo necesario. Lo realmente difícil era sobrevivir a la recolección.

-Esto no debería estar pasando; alegaba Jack. -No es justo.

-Mejor concéntrate y baja la voz; dijo Rita, que dirigía el grupo. -Si un perro nos escucha te mato yo misma.

-Así habría más comida para todos; opinó Ramona.

-¿Quién te pasó la pelota a ti “Ramón”?; peguntó Jack haciendo alusión  a la tendencia de la mujer.

-Al menos soy más masculina que tú; respondió ella.

-Cállense los dos; ordenó Rita. -Esto no es un paseo por el parque.

Silenciosamente los cuatro se acercaron a la abandonada farmacia e ingresaron por una ventana rota de la parte de atrás.

-Ramona, ayúdame con antibióticos; pidió Rita. -Jack, ve si encuentras agua envasada. Rony, vendajes y desinfectantes.

-¡Qué sorpresa!; exclamó Rita. -Morfina, esto es bueno; nunca se sabe, pero espero que nunca la necesitemos.

Un gruñido les quitó el aire a todos y les erizó los pelos de la nuca. El perro dio con Jack y lo atacó inmediatamente; de un solo mordisco partió en dos con sus mandíbulas metálicas el garrote que el hombre llevaba. El animal saltó sobre su presa y cayó al suelo algo mareado por el golpe en la cabeza que Ramona le dio con un extintor; Rony no perdió la oportunidad y clavó la barra de metal que siempre llevaba entre la unión de donde empieza la máquina y donde termina el animal.

-Gracias amigos, casi me come esa cosa; dijo Jack.

-No podíamos quedarnos sin el agua que llevas; contestó sarcásticamente Ramona.

-Ya salgamos de aquí; ordenó Rita. -Antes de que lleguen invasores.

Rápidamente el grupo salió de la farmacia. A la mochila que llevaba Ramona se le cortó una correa y cayó al suelo, al volverse a recogerla un silencioso alienígena se acercó a ella. La mujer trató de golpearlo en la cabeza, pero su puño fue detenido por la mano del invasor.

Los compañeros de la mujer vieron desde su escondite como ella era tocada por una barra luminosa en su cuello y su cuerpo se doblaba como una muñeca de trapo. El alienígena la tomó en sus brazos y con ella colgando inconsciente  abordó un vehículo terrestre que se alejó rápidamente.

-¡Tenemos que ir a buscarla!; gritó Jack.

-Ya no hay nada que podamos hacer por ella; dijo Rita sin más remedio que seguir adelante, tomando la mochila que llevaba Ramona. -Al menos su pérdida no fue inútil.

-No sé quién es peor; dijo Jack muy enojado. -¿Tú o ellos?

-Si lo quieres vas y te entregas, o te quedas aquí llorando; contestó Rita. -O puedes volver con nosotros y sobrevivir un día más.

Solo siete en lugar de los ocho que habían salido regresaron. En la entrada una mujer miraba ansiosa la llegada de su pareja y amiga, pero Ramona había sido capturada por los invasores y no había que albergar esperanzas, ya que no se sabía que pasaba con aquellos que tomaban prisioneros.

-Lo siento Vivi, Ramona fue capturada; dijo Rita poniéndole la mano en un hombro a la mujer que tenía lágrimas en sus ojos al ver que su amiga no venía con los demás.

-¡No!; exclamó con voz ahogada la mujer antes de caer desmayada por la impresión sufrida. Fue conducida a una de las improvisadas enfermerías para que descansara un poco y a la vez impedir que el pánico se propagara entre los refugiados.

-¿Dónde está?; preguntó Vivi al despertar.

-No sé qué decirte; respondió El Jefe. -De vez en cuando alguien es secuestrado por los alienígenas y no sabemos qué hacen con ellos.

-¿Y cree que esas palabras me sirven de algo?; gritó la mujer. -Dejaron que se la llevaran y nadie hizo nada por impedirlo.

-Por favor baja la voz; pidió El Jefe. -No queremos que los demás se asusten, ¿verdad?

-Al diablo si todos se enteran, yo quiero a Ramona de vuelta; gritó histérica la mujer, mientras las lágrimas le corrían.

-¡Ya basta!; ordenó la doctora dándole una bofetada. -Cálmate, así no ganas nada.

Vivi al fin soltó su cuerpo y lloró desconsoladamente mientras El Jefe la abrazaba.

Ramona sentía que flotaba en medio de una especie de líquido blanco, similar a la leche; su mente estaba en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia; una extraña paz la inundaba. Sintió un cosquilleo en su brazo derecho y luego un hormigueo lo recorrió entero; al girar la cabeza vio que donde antes estaba su extremidad ahora no había nada, pero no sentía dolor ni miedo;  solo aquella sensación de paz que la inundaba, así es que no le dio mayor importancia. Luego unas manos mecánicas como pinzas acomodaron un brazo metálico en el lugar que ocupaba el otro. Una sensación similar comenzó a sentir en sus piernas y un cambio similar se llevó a cabo con ellas.

La situación era aterradora, pero por alguna razón Ramona no sentía miedo. Cuando vio que las manos mecánicas acercaban a su cara una máscara metálica que cubría la mitad de su rostro, ella se sintió inquieta, pero la calma nuevamente la inundó. Veía todo muy raro con ese rojo ojo que ahora brillaba en su rostro, pero aun así no sentía miedo. Sintió cosquillas en su espalda cuando las placas metálicas que cubrieron su columna vertebral se unieron a su médula espinal y a la base de su cerebro. Cuando la última placa se unió, Ramona ya no sintió ni pensó más.

Había varios hombres y mujeres más en la sala donde Ramona, o lo que quedaba de ella se encontraba; todos al igual que ella habían sido capturados por los alienígenas y al igual que ella ya no tenían consciencia de nada. Al igual que ella se habían convertido en peones de los invasores para capturar o matar refugiados.

-Bueno, es necesario que vayamos a buscar provisiones esta noche; dijo El Jefe al grupo de recolectores.

-¿Solo vamos a ir siete?; preguntó Jack.

-Lamentablemente esta vez sí; respondió El Jefe. -Como saben hace dos semanas Ramona fue capturada por los alienígenas y no sabemos nada de ella.

-¡Un momento!; se escuchó una voz de mujer que los interrumpió. -Yo voy a ir con ustedes.

-¡Vivi!; observó El Jefe. -¿Estás segura? No es necesario que lo hagas.

-Se lo debo a ella; respondió la mujer.

-Está bien, además necesitamos que todos ayuden; contestó El Jefe. -Ve con Rita, Jack y Rony.

El grupo buscaría en otro sector, distante dos cuadras del de la vez anterior, ya que teniendo en cuenta el incidente de Ramona, no era conveniente volver ahí por un tiempo, en caso de que hubiese patrullas alienígenas.

Jack localizó una farmacia que curiosamente tenía todos sus vidrios intactos. Con cautela por si fuese una trampa, los recolectores se acercaron y miraron por las ventanas. La poca claridad que se colaba de la luna dejaba ver las estanterías todas revueltas. Aparentemente antes ya había estado alguien ahí. Después de vigilar un rato llegaron a la conclusión de que en el lugar no se encontraba nadie más que el polvo acumulado desde hace mucho tiempo ya.

Quien había estado allí, hace tiempo que se había ido; tomó algunas cosas de comer y salió rápido. Tal vez cuando empezó la invasión, se escondió allí y después escapó; lo importante ahora es que debían tomar todo lo que pudieran y volver al refugio.

Después de unos minutos la recolección estaba completa y esta vez llevaban varios tipos de medicamentos; seguramente la doctora se pondría contenta.

-¡Listos!, vámonos ya; ordenó Rita. -Mientras más pronto volvamos mejor.

De a uno fueron saliendo de la farmacia, ocultándose en las sombras. La entrada oculta del refugio se hallaba a cuatro cuadras de ahí. A lo lejos se escuchó el ladrido de uno de esos monstruosos perros alienígenas; los recolectores apuraron el paso.

A Vivi le pareció ver una sombra que los observaba entre la penumbra de las ruinas. Una silueta que le pareció conocida la observó un instante antes de desaparecer en la oscuridad. Vivi estaba casi segura de que se trataba de Ramona; la conocía desde antes de la llegada de los invasores y podía reconocerla en cualquier lado. Sin embargo, la visión fue fugaz; además, si era ella ¿por qué no se acercó?

R126 había recibido justo en ese momento la orden de dirigirse al sector continuo  para eliminar a un grupo de cuatro sobrevivientes que habían sido descubiertos buscando provisiones. Rápida como sus metálicas piernas la llevaron, llegó al lugar indicado. Los nativos se habían ocultado antes de que ella llegara, pero la visión nocturna de su ojo derecho pronto localizó sus objetivos. Caminó segura hacia ellos y apuntó su rifle, sin dudarlo, ni importándole que estuviesen desarmados, ni que al igual que ella hace dos semanas, solo intentasen sobrevivir. Sin inmutarse disparó en cuatro oportunidades y continuó su marcha, dejando atrás los cadáveres de sus antiguos vecinos.

R126 caminó por las solitarias calles buscando más sobrevivientes. Su misión era clara, localizar y eliminar; al igual que todos los que como ella habían sido transformados. Sus sensores detectaron la presencia de tres individuos más; su computadora interna los identificó como un hombre, una mujer y una niña. Sin pestañar apuntó su rifle hacia el hombre, el que cayó casi enseguida con una gran quemadura producto del rayo de energía que lo golpeó. La mujer tomó de la mano a la niña y la arrastró a las sombras.

R126 escudriñó el lugar y no tardó en localizarlas agazapadas entre unos escombros; las tenía tan cerca que no necesitaba usar el rifle, simplemente tenía que estirar su duro y frío brazo. Con total naturalidad tomó del cuello de la mujer y apretó hasta que sus huesos y garganta se rompieron; a su lado la niña lloraba en silencio y veía a su madre morir, pero por poco tiempo. Por simple casualidad al caer el cuerpo sin vida de la niña, quedó abrazando el cadáver de su madre.

Siete sobrevivientes eliminados era el primer rastro de muerte que dejaba R126. La mujer que antes se llamaba Ramona ya no existía más; a pesar de que alguien que la amaba creyó reconocerla entre las sombras.

Vivi se paseaba en silencio de un lado a otro, totalmente abstraída en sus pensamientos, lo cual no pasó desapercibido para algunos.

-Te he notado muy meditativa desde que volviste de la última recolección; dijo El Jefe a la mujer. -¿Pensando en Ramona?

-Siempre pienso en ella; respondió Vivi. -Y estoy segura de que está por ahí.

-Toda mi vida he sido policía, o al menos lo era; comentó El Jefe. -He visto muchos buenos policías caer en servicio y a sus compañeros sentir la pérdida. Sé cómo te sientes, pero creo que ya es tiempo de que te hagas a la idea y aceptes que ella ya no va a volver. Por tu bien te aconsejo que llores su pérdida y la dejes ir.

-¡No!; gritó ella. Yo la vi cuando salimos. Estoy segura de que era ella.

-¿Entonces por qué no se acercó a ti?; preguntó el rudo policía.

-A lo mejor no pudo; meditó Vivi. -Puede que algo se lo impidiera.

-Puede haber sido otra persona, o incluso solo una sombra; opinó él.

-Claro que no; rebatió ella. -La conozco desde hace muchos años; desde antes que llegaran ello.

-Ok, supongamos que era ella; aceptó El Jefe. -¿Has pensado que a lo mejor no te reconoció?

-Imposible, como le dije nos conocemos hace años; objetó Vivi.

-Nadie sabe qué hacen los invasores con aquellos que capturan; comentó él. -Es probable que le hayan borrado sus recuerdos.

-Con mayor razón debo tratar de encontrarla e intentar sanarla; concluyó ella.

-Sería un suicidio que lo intentaras; advirtió El Jefe. -Además podrías poner en peligro la seguridad de todos nosotros. Por favor prométeme que no lo harás.

-Pero yo la echo de menos; dijo ella.

-Vamos recapacita, ¿ella querría que expusieras a todas estas personas?; preguntó él.

-Creo que no; pensó ella.

-Por favor prométeme que no iras a buscarla; pidió El Jefe.

-Está bien, se lo prometo; aceptó Vivi con una voz cansada, como si decenas de años la hubiesen agotado.

El Jefe sentía pena por la mujer que se alejaba cabizbaja, arrastrando los pies.

Una sombra se escabulló sin  hacer ruido por el túnel inutilizado del viejo tren subterráneo, cuando ya todos se habían dormido. Con una mochila con víveres, agua y unas vendas, premunida de una dura barra de metal, Vivi pasó por entre los fierros y escombros que ocultaban la entrada al improvisado refugio subterráneo. Una vez afuera esperó a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad de la noche. No tenía muy claro qué era exactamente lo que iba a hacer, pero pensó que el mejor lugar para empezar su búsqueda era el lugar donde vio a Ramona por última vez. Afortunadamente no se oía ningún perro alienígena en la distancia, lo que le llamó un poco la atención. Vivi no tenía como sospechar que los invasores, aunque estaban conscientes del terror que esos animales provocaban entre los nativos, habían decidido optar por un medio más silencioso y fácil de controlar, para acabar con los pocos sobrevivientes que quedaban. Lo que pasaba en esta ciudad, estaba pasando en todas las ciudades del mundo

Vivi llegó sin hacer ruido al lugar donde estaba segura que había visto a Ramona. Con espanto lo único que vio fueron los cadáveres de un hombre, una mujer y una niña; de una familia supuso. Tragando saliva revisó los cuerpos y notó que aunque la mujer y la niña habían muerto porque alguien les había roto el cuello, según se deducía por las marcas de dedos, el hombre había muerto por el golpe de algo en su espalda que la había provocado una gran quemadura.

No era sano ni seguro quedarse ahí, así es que Vivi siguió su camino sin rumbo. En el suelo pudo notar la marca de botas nuevas del tipo usadas por los alienígenas, pero pronto perdió el rastro sobre el pavimento. Parece que esa sería una búsqueda a ciegas.

Una larga caminata que no conduce a nada suele ser cansadora y eso era lo que le pasaba a Vivi; después de cuatro horas de caminar entre ruinas y sombras sentía sus piernas pesadas. Tras unos escombros se sentó y apoyó su espalda en una muralla, luego de tomar un poco de agua sin querer cerró sus ojos y vio que a lo lejos se acercaba Ramona corriendo, tan hermosa y querida como en aquel último verano en la playa, antes de la llegada de los invasores.

Un ruido la sacó de su sueño y la volvió a la realidad; alguien se acercaba lentamente por la calle. Se acurrucó lo más que pudo tras los escombros para que no la descubrieran. Desde su escondite pudo ver a aquel extraño hombre. Tardó un rato en darse cuenta de la realidad; tal vez con una mezcla de miedo y asombro entendió de qué se trataba; los alienígenas estaban mezclando sus máquinas con las personas que habían secuestrado. Un escalofrío recorrió su columna vertebral y puso de punta los pelos de su nuca al pensar que eso mismo le podía haber pasado a su pareja.

Vivi se quedó mucho rato acurrucada abrazando sus piernas, no atreviéndose a salir aun. Había tenido la mala suerte de ver como el ser ese disparaba en forma fría con un  rifle a una persona que intentaba hallar algo de comer. Pero si quería encontrar y recuperar a Ramona no podía quedarse inmóvil eternamente. Miró con cuidado para todos lados y como no había nadie corrió rápida hasta la otra sombra.

-¿Y si Ramona había sido convertida en uno de esos monstruos?, ¿y si no la reconocía más?, ¿y si realmente estaba muerta?, ¿y si…?, ¿y si…?, las dudas y preguntas la torturaban esa noche.

Agotada se tendió bajo un hueco quedado entre los escombros de un edificio y se durmió, hasta que los primeros rayos del sol la despertaron. Hace mucho tiempo que el sol matinal no la despertaba y de alguna forma ese solo hecho tenía un efecto reparador en ella, aunque fuese una pequeña luz en ese mundo destruido.

Aunque la luz le permitía abarcar más espacio con su vista, también era cierto que la hacía un blanco fácil. Debía avanzar lo más rápido posible para no quedar expuesta. La sangre se le congeló en las venas cuando quedó frente a frente a uno de los perros alienígenas que patrullaban la ciudad; sabiendo que prácticamente no tenía forma de luchar sola contra semejante criatura, cerró simplemente los ojos ante lo inevitable.

Escuchó un ladrido y un gruñido amenazador y pensó en Ramona y en el final de su vida que se aproximaba. Sin embargo, fueron dos gruñidos distintos y ladridos que oyó. Al abrir los ojos vio como un perro normal, de su mundo, que de alguna forma se las había ingeniado para sobrevivir hasta ahora, que estaba enlazado en una desigual lucha de colmillos, de huesos contra metal; tal vez sabiéndolo  el can dio todo su esfuerzo en ese último combate que podría ser el final. Pero a veces la suerte se pone de parte del más débil, como en este caso; en un ilógico movimiento el perro logró atrapar entre sus mandíbulas la parte viva que quedaba del cuello de la bestia biomecánica y logró cercenar las venas y arterias que alimentaban lo que quedaba de su antiguo cerebro. La máquina y lo vivo al unirse se convertían en un todo y si fallaba una, la otra también fallaba. Solo fue el instinto lo que motivó al perro a morder en ese lugar, pero eso bastó para darle la victoria.

Vivi veía la colosal pelea sin atreverse a mover ni un músculo; cuando por fin terminó ésta, ambos animales cayeron inmóviles al suelo; despacio se dio la vuelta para seguir buscando. Un gemido lastimero la detuvo en seco; al volverse vio al perro vivo aun.

-¡Estás vivo!; exclamó ella al ver al animal. -Me salvaste la vida. Muy despacio se agachó y acercó la mano a su cabeza; el pobre perro se dejó consolar un rato y trató de ponerse de pie, pero volvió a caer.

-Ven, tengo que sacarte de aquí; dijo Vivi al animal, mientras lo arrastraba con el mayor cuidado posible  a un derrumbado estacionamiento subterráneo que los ocultaría por un tiempo. Sin pensarlo siquiera sacó una botella de agua y la vació sobre las heridas del perro para limpiarlas lo mejor posible. Se alegró de haber llevado vendas mientras enrollaba el lastimado hombro de su salvador.

El sol comenzaba a ocultarse y la noche nuevamente traía sus sombras benefactoras que la protegían y la ocultaban. Vivi estuvo toda la noche cuidando al perro, revisando que no siguiera sangrando y dándole de beber agua de vez en cuando; estaba tan concentrada en su labor de enfermera que cuando quiso tomar un sorbo de agua, notó que la había usado toda para confortar a su nuevo amigo.

Cansada y sedienta como estaba, sus ojos se cerraron y durmió plácidamente a pesar de todo lo ocurrido. Soñó que estaba en la playa junto a Ramona; el sueño era tan vívido y se veía tan real que hasta sintió que el agua salpicaba su rostro, mojándolo completamente. Lentamente despertó y sintió aun el agua que la mojaba; su amigo la había despertado  con lengüetazos de agradecimiento por haberlo cuidado.

-Hola amiguito; saludó al perro. -Veo que te sientes mejor.

Los días pasaban y Vivi no encontraba ninguna pista de Ramona. Las heridas de su compañero ya habían sanado y juntos hicieron un gran equipo en la recolección de víveres. De vez en cuando se topaban con algún hombre o mujer biomecánicos pero aprendieron a interpretar las señales que daba el otro y se movían en forma totalmente coordinada, como una única unidad. El perro era el mejor detector de peligro que podía desear Vivi, además que su compañía la consolaba.

Cuando ella había prácticamente perdido las esperanzas de encontrar alguna pista de Ramona, el perro se echó muy aplastado contra el suelo; Vivi ya sabía lo que eso significaba y se escondió hecha un ovillo tras los escombros. La luna estaba completamente llena y brillaba en todo su esplendor, haciendo que le resultase más fácil a sus ojos acostumbrados a las sombras ver en la noche. Caminando lentamente, escudriñando los alrededores con su rojo ojo, rifle en mano R126 buscaba sobrevivientes que capturar o matar, según fuera la orden recibida.

La luz de luna iluminaba completamente a la mujer, haciendo que sus partes metálicas brillasen como si fuesen de plata pulida.

-Ramona; dijo Vivi para sí, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Comprobaba lo peor que había temido y sin embargo albergaba una pequeña esperanza de salvarla. Puso una mano en la espalda del perro para mantenerlo lo más quieto posible, ya que lo más probable era que la mujer que conoció como Ramona hubiese sido programada para disparar en forma automática.

Lamentablemente nada podía escapar de la vista de ese ojo electrónico y la mujer no tardó en localizar a la pareja de sobrevivientes. R126 apuntó a la cara de Vivi y el perro atacó su brazo izquierdo, hiriendo su carne y haciendo que el arma se le callera de las manos. De un golpe con el brazo derecho lanzó al suelo al animal, el que quedó algo aturdido. La mujer estiró su brazo metálico con la intensión de tomar el cuello de Vivi y rompérselo, como ya había hecho con otros sobrevivientes.

La mano de R126 comenzó a temblar a escasos centímetros del cuello de Vivi, lo mismo que su rostro en el que se veía la lucha que muy en el fondo, en alguna parte de su cerebro, el último rastro de humanidad que quedaba de Ramona libraba con la máquina que la dominaba. Una leve caricia con el frío metal fue lo único que lo que quedaba de ella logró conseguir. Una pequeña descarga eléctrica generada por los chips implantados en su cerebro, quemaron las últimas neuronas donde se había ocultado Ramona, apagando para siempre su voluntad y su consciencia. Llevando sus manos a la cabeza con un gesto de dolor, dejó oír su voz por última vez.

-¡Escapa, ahora! ¡Vete!; gritó R126 con una voz gutural producida por cuerdas vocales atrofiadas por su inactividad. El rostro de la mujer se volvió frío como el metal que lo cubría.

-¡Corre!; gritó Vivi al perro que ya se había puesto de pie, mientras ella misma lo hacía hacia las ruinas de un edificio, donde tendrían más posibilidades de ocultarse de la asesina mecánica que alguna vez fue su pareja y amiga.

Sin ninguna muestra de dolor o emoción R126 tomó una pequeña lámina metálica que puso sobre su brazo herido, extendiéndose como metal fundido cubrió la herida y gran parte del brazo. Ramona ya no existía, había muerto para siempre definitivamente, mientras que la autómata R126 estaba totalmente operativa.

Como verdaderos roedores Vivi y su compañero canino se metieron entre los huecos del derrumbado edificio.

R126 tomó su rifle y se dirigió hacia las ruinas, pero en vista de que no valía la pena arriesgar un biomecanismo, los controles electrónicos en su cerebro la hicieron desistir y buscar otro objetivo más fácil.

Durante horas Vivi estuvo sollozando en la oscuridad abrazada a su perro. Cuando se sintió más calmada y resignada, se puso de pie y muy despacio buscó un hueco distinto al que usó para entrar; cuando halló una salida miró a su amigo y éste haciendo un gesto con el hocico y las orejas le indicó que el camino estaba despejado.

Vivi sentía hambre y sed y buscó un almacén con la vista; cuando lo encontró hizo un movimiento con la cabeza que su compañero entendió enseguida y ambos corrieron con la cabeza baja y se ocultaron en la primera sombra que vieron. La puerta del negocio estaba abierta y el perro entró primero, después de un rato volvió donde Vivi y la cogió suavemente con su hocico.

Aún quedaban algunas conservas, agua y para alegría de ambos, cecinas selladas y envasadas al vacío que aún no vencían. Llenaron la mochila con comida y agua y volvieron al refugio que habían encontrado entre las ruinas. El sol estaba por salir y Vivi prefería moverse entre las sombras; aprovecharían el día para descansar, comer y dormir.

Después de comer todas las cecinas y varias botellas de agua, Vivi sacó una barra de chocolate que partió en dos y que junto a su amigo disfrutaron.

 Al fin ella había asimilado la pérdida de Ramona y ahora podría continuar avanzando y sobreviviendo otro día más.

Cuando la luna ya había salido Vivi y su amigo se pusieron en marcha; confundiéndose en cada sombra llegaron hasta la oculta entrada del refugio subterráneo. En forma casi furtiva Vivi caminaba por el túnel acompañada de su fiel compañero.

-¡Alto ahí jovencita!; le gritó desde atrás un hombre.

-Hola Jefe; fue el inocente saludo de Vivi, mientras abrazaba al perro por el cuello, para mantenerlo tranquilo. -Siéntate; le ordenó cuando vio que El Jefe lo miraba con desconfianza.

-Veo que no eres muy buena para obedecer órdenes; la reprendió El Jefe.

-Ramona era mi familia y tenía que tratar de rescatarla; respondió Vivi.        -Usted habría hecho lo mismo de haber podido.

-Te entiendo y tienes razón; contestó El Jefe. -Pero mi responsabilidad es la seguridad de todos.

-No tengo como rebatir eso; comentó Vivi.

-¿Qué averiguaste?; preguntó El Jefe.

-Las personas que los invasores han capturado fueron convertidos en seres biomecánicos programados para asesinar humanos; respondió ella.

-¿Encontraste a Ramona?; preguntó El Jefe con un tono paternalista.

-Sí y no; respondió Vivi. -Ella ya no existe, fue convertida en una asesina mecánica y pude ver como moría el último rastro de su humanidad.

-Cuanto lo siento; dijo sinceramente El Jefe.

-Yo también; contestó cabizbaja Vivi. -Al menos antes de desaparecer para siempre se pudo despedir de mí.

-Veo que tienes un nuevo amigo; comentó El Jefe para disminuir la tensión.

-Sí; respondió Vivi. -Me salvó la vida y yo la suya en agradecimiento. Es muy listo y es un buen recolector.

 

 

-El planeta ha sido desinfectado casi en un ciento por ciento, capitán; informó el primer oficial a su comandante.

-Muy bien señor Morgan. Esta noche podemos celebrar por un trabajo bien hecho y mañana prepararemos nuestro regreso a casa; comentó el capitán. -Por favor avise a la base que está todo listo para recibir a los colonos.

La suerte del planeta, así como la de los pocos habitantes que habían sobrevivido estaba sellada; al igual que en otros tantos  mundos que poseían condiciones similares al de los invasores. Al haber sido sobre explotado el de ellos, pusieron los ojos en las estrellas, pero no para estudiarlas, sino que para conquistarlas y someter sus mundos.

Esa noche toda la tripulación de la nave alienígena estaba vestida con su uniforme de gala, celebrando por el término satisfactorio de otra misión.

-Los felicito a todos por el gran trabajo realizado en este planeta; habló el capitán a sus colaboradores. -Hoy celebraremos con orgullo la incorporación de otro  mundo a nuestro gran imperio.

-¡Viva el capitán!; gritó un tripulante con una copa vacía en una mano y una llena en la otra.

-Muchas gracias a todos; respondió el oficial. -Sin ustedes esto no habría sido posible. Celebremos hoy y mañana alistémonos para el tan ansiado regreso a nuestra vieja y querida Tierra.

 

 

La Cueva Del Lobo 30 noviembre 2017

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Boris Oliva Rojas

 

La Cueva Del Lobo

Por primera vez en toda su historia, desde que sus habitantes se aventuraron a las estrellas, el planeta Tierra había decidido establecer relaciones diplomáticas con otro mundo.

En el centro del poder gobernante del planeta Korex, el embajador polipotenciado de La Tierra intercambiaba opiniones y puntos de vista con su similar korexiano.

-Es un hecho realmente memorable que las rutas de navegación de las naves exploradoras de ambos mundos hayan coincidido; celebró Rantar, Primer Ministro  del Consejo Korexiano.

-El encuentro de ambos planetas abre expectativas inimaginables y que nos beneficiarán mutuamente, señor ministro; agregó el embajador Rinardi del planeta Tierra.

-Sobre todo teniendo en cuenta que ambos planetas se hallan en  extremos opuestos de la galaxia; opinó Rantar.

-Comparto su entusiasmo señor ministro; asintió el diplomático terrícola.      -Utilizando los portales hiperespaciales pronto podremos establecer un intercambio comercial mutuamente fructífero.

-Así lo espero señor embajador; aceptó el Ministro Rantar.

-No imaginábamos que otra civilización hubiese desarrollado la capacidad para viajes hiperespaciales; comentó Vandor, jefe del alto mando militar korexiano.

-La verdad es que recién estamos dando los primeros pasos; explicó Rinardi. -Aún estamos muy lejos de la capacidad alcanzada por vuestra civilización.

-Tal vez eso se pueda solucionar con los acuerdos de intercambio cultural y comercial que nos atañen señor embajador; opinó Rantar.

-Estoy muy entusiasmado al respecto señor ministro; asintió Rinardi.

-¿Qué opina Vandor?; preguntó Rantar al militar, cuando el embajador terrícola se hubo retirado.

-Ni siquiera nuestros niños son tan inocentes e ingenuos; observó Vandor.

-Por lo que me ha comentado el embajador Rinardi, el planeta Tierra es muy rico en una gran cantidad de recursos naturales y biodiversidad; indicó Rantar.

-Nunca está de más contar con una reserva extra; opinó maliciosamente Vandor.

-Aunque quede al otro extremo de la galaxia; agregó el gobernante korexiano.

-Ya todo está preparado señor ministro; informó el  militar.

-Entonces procedamos; autorizó Rantar.

En medio de la noche un destacamento armado irrumpió en las dependencias ocupadas por el embajador Rinardi. El secretario y a la vez guardaespaldas del diplomático terrícola intentó repeler el ataque con una pistola que llevaba oculta, pero fue acribillado sin ninguna misericordia.

A rastras Rinardi fue conducido ante Rantar y Vandor, como un vulgar delincuente, sin tener en ninguna consideración su alto rango.

-¿Qué significa esto señor ministro?; exigió saber Rinardi. -Estos soldados han asesinado a mi asistente y me han apresado.

-Terminemos con esta farsa señor embajador; dijo Vandor. -Su civilización no tiene nada que ofrecer a la nuestra. Si hemos sido amables con usted es solo por el interés que los recursos naturales de su planeta ha despertado en nosotros.

-Como usted generosamente nos entregó las coordenadas exactas del planeta Tierra, ya no tiene ningún valor para nuestro gobierno; agregó hipócritamente el Ministro Rantar.

-Mi gobierno no permitirá semejante afrenta; gruño el humillado diplomático de La Tierra. -Tenga por seguro que…. El embajador Rinardi fue callado de golpe por un fulminante disparo en la cabeza.

La vida en La Tierra seguía su rutina de siempre, ajena a la amenaza que se cernía sobre ella, desde más allá de las estrellas. Una rutina a la que todos se habían acostumbrado durante siglos de devenir en un mundo estructurado.

Más que miedo, fue desconcierto lo que provocó que dos cruceros de combate korexianos ingresaran al sistema solar con intenciones hostiles. Sin embargo, la  sorpresa inicial dio paso a millones de años de evolución de instintos guerreros que albergaban en sus genes los terrícolas.

Todas las defensas orbitales fueron apuntadas contra las naves enemigas; descargando la furia de su poder contra ellas; sin embargo, los korexianos eran guerreros natos y no se detenían ante nada cuando entraban en combate.

Saliendo de las profundidades del cosmos una nave nodriza terrícola se unió al combate contra los invasores. La suerte estaba sellada y la contienda solo podía tener un ganador. Las detonaciones y disparos hacían temblar todo el sistema solar, pero la lucha era desigual.

Las defensas planetarias terminaron por ceder. No obstante las naves defensoras no retrocedían.

Finalmente todo terminó; un vencedor y un perdedor era el resultado de la batalla en el espacio.

A la deriva, sin energía, la nave nodriza terrestre era remolcada por los cruceros korexianos. Como un trofeo de combate dedicado a sus gobernantes, la nave terrícola corría la misma suerte que otras tantas naves de otros tantos mundos caídos.

-Los cruceros que destruyeron las defensas de La Tierra están arribando y traen como trofeo una nave terrícola; informó Vandor al consejo korexiano.

-Excelente, que preparen la invasión final; ordenó Rantar.

En eso una violenta detonación estremeció entero el edificio del gobierno.

-¿Qué está ocurriendo?; preguntó alarmado  uno de los consejeros.

-Señor, nuestras propias naves nos están atacando; informó corriendo un soldado.

-Esto es obra de los terrícolas; concluyó Vandor. -Que neutralicen esas naves inmediatamente.

-Imposible señor, son cruceros de asalto; indicó el soldado.

Los disparos de ambas naves no discriminaban ningún blanco en particular, no respetando ni a civiles.

-Señor  la ciudad está bajo ataque; informó Vandor. -Deben evacuar inmediatamente el gobierno.

-¿Cómo es esto posible?; preguntó incrédulo Rantar.

-Los terrícolas deben haberse apoderado de nuestras naves y nos atacan en forma traicionera; opinó Vandor.

-Derriben inmediatamente esas naves; ordenó Rantar, totalmente fuera de sí por la furia.

La destrucción causada por el alevoso ataque era aterradora; la gente huía despavorida en las calles tratando de escapar de los disparos y de los edificios que caían. La cantidad de muertos causados por el bombardeo era difícil de precisar.

Ambas naves, que ya se hallaban en la atmosfera, comenzaron a balancearse al perder su sustentación antigravitatoria, para finalmente terminar cayendo al ser anulados sus motores y armas vía control remoto.

El alivio de los korexianos se esfumó en un santiamén cuando las compuertas de los cruceros se abrieron. Con horror los ciudadanos vieron descender a sus compatriotas, o lo que quedaba de ellos, con implantes mecánicos que les daban más una apariencia de máquinas programadas para matar sin compasión a quien se pusiese en su camino. Junto a ellos decenas de bestias biomecánicas se desplegaron por doquier, llevando la muerte en sus armas y mandíbulas de metal.

El pánico se apoderó de todo el mundo; si bien los soldados biomecánicos avanzaban sin ninguna prisa, confiando en la certeza de sus disparos, los “perros” daban caza rápidamente a todo quien tratase de escapar, mostrando la fiereza y poder de sus mordedura que todo lo rompía.

En la órbita del planeta la nave terrícola encendió todas sus luces y se estabilizó, apoyando con sus armas la carnicería que provocaban en la superficie las tropas de asalto.

-La nave terrícola está totalmente operativa; observó Rantar con el rostro cubierto de sudor. -Todo era una trampa y caímos en ella.

-Desde ella controlan a esos monstruos; observó Vandor. -Debe ser destruida cueste lo que cueste.

Varias naves despegaron para atacara a la traicionera nave terrícola; sin embargo, algunas ni siquiera lograban elevarse de sus rampas, alcanzadas por los disparos de la nave atacante. Las que pudieron salir de la atmósfera descargaron sin piedad sus armas sobre la nave terrícola, pero sus defensas eran fuertes y sus armas devastadoras.

La estación de combate de defensa planetaria de Korex activó su impresionante arsenal de proyectiles balísticos, mientras disparaba varias ráfagas de energía contra la nave terrícola.

Parte del casco de la nave nodriza fue golpeado directamente por uno de esos rayos; inmediatamente todas las armas fueron apuntadas contra ese punto vulnerable.

Una gran bola resplandeciente iluminó todo el firmamento, al estallar los motores cuánticos cuando el proyectil la alcanzó. La estación espacial desapareció de la órbita korexiana, golpeada por un proyectil salido de la nada.

El hiperespacio se abrió dejando salir a otra nave nodriza similar a la anterior, escoltada por tres destructores estelares.

Los monitores y pantallas de todo el planeta mostraron una única imagen. Un alto oficial con la bandera del planeta Tierra a su espalda les habló con una voz carente de rasgos emocionales.

-Korexianos, les habla el Almirante Petersen de la Flota Imperial Terrestre; se presentó el oficial terrícola. -Antes de continuar con esta inútil batalla, por favor dirijan su atención al quinto planeta de su sistema solar. Las pantallas mostraron una panorámica en tiempo real del sistema planetario korexiano.

Desde uno de los destructores terrícolas un gigantesco proyectil surcó el espacio a una vertiginosa velocidad hacia el quinto planeta. Una bola de fuego cubrió todo ese mundo, al tiempo que su superficie se fracturaba por todas partes, dejando escapar el líquido contenido de su núcleo, para terminar finalmente estallando en cientos de pedazos que se dispersaron por el espacio.

-¡Criminales!; gritó el Ministro Rantar. -Había dos millones de habitantes en ese planeta.

-Nunca debieron atacar el planeta Tierra; respondió el Almirante Petersen.

-¡Desgraciados!; rugió Vandor.

-Ahora les ordeno que se rindan inmediata e incondicionalmente ante el Imperio Terrestre; mandó el terrícola.

-Eso nunca; respondió Vandor, dominado por la rabia y la impotencia.

-Todas nuestras armas están apuntando al núcleo de Korex; agregó Petersen.

-Ustedes también morirían en la explosión; rebatió Rantar.

-Nuestra tecnología es mucho más avanzada que la de ustedes, podríamos saltar fácilmente al hiperespacio antes de la detonación; respondió el terrícola. -¿Se atreven a averiguarlo?

-No sería capaz de asesinar a miles de millones de inocentes; trató de razonar el  Ministro Rantar.

-¿Qué me lo impide?; respondió triunfante Petersen.

-Está bien, nos rendimos; aceptó el abatido mandatario. -Pero por favor le ruego que perdone a la población civil.

-Se lo prometo señor ministro; respondió el oficial terrícola. -Una cosa más, inhabiliten inmediatamente todas sus armas y naves de combate y destruyan enseguida todas sus bases militares.

La pantalla se apagó, dejando a todos sumidos en un silencioso sepulcral. El orgulloso gobierno del planeta Korex se había dejado llevar por la apariencia bonachona e inocente del embajador del planeta Tierra; sin embargo, en la confianza está el peligro y ahora se enfrentaban a una inminente aniquilación.

-No podemos hacer eso; objetó Vandor. -Quedaríamos totalmente indefensos ante los terrícolas.

-Ya lo estamos; observó cabizbajo Rantar. -Que destruyan todas las armas y bases militares; ordenó el gobernante. -Esa es la única forma de salvar a nuestro pueblo.

Rantar se había tenido que tragar su propio orgullo, pensando en el bien mayor de salvar la vida de los inocentes, que nada tenían que ver con las decisiones buenas o malas de sus gobernantes.

-El desarme se ha cumplido señor almirante; avisó Rantar. -Nos rendimos, pero por favor respete la vida de los civiles.

-Se lo prometo señor ministro; contestó Petersen, desde el puente de mando del destructor insignia, cortando en seguida la comunicación.

-Comuníquenme con las naves nodrizas; ordenó el oficial a un soldado.

-Aquí el Almirante Petersen. Despliéguense inmediatamente por todo el planeta y erradiquen toda forma de vida inteligente; ordenó a las naves invasoras. -Procedan según el protocolo acostumbrado.

Cientos de aviones terrícolas despegaron de las naves nodrizas, comenzando un devastador bombardeo en todas las ciudades de Korex. Unidades terrestres comenzaron a recorrer las calles para hacer más patente la ocupación. Los soldados biomecánicos se dispersaron buscando sobrevivientes y los perros fueron liberados, llevando la desesperación, el terror y la muerte entre sus quijadas.

Otro mundo había caído bajo la bota de hierro del Imperio Terrestre. Los korexianos aprendieron de la peor forma posible que nunca hay que entrar a la cueva de un lobo a molestar a sus habitantes; y eso fue precisamente lo que hicieron sus gobernantes. Fueron a desafiar a los lobos de la galaxia directamente a su madriguera y eso los condenó al olvido, junto a tantos otros mundos olvidados, desde que los terrícolas invadieron las estrellas.

 

Encuentro de mundos 13 noviembre 2017

 

Encuentro de Mundos

 

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Boris Oliva Rojas

 

 

Encuentro De Mundos

 

-Al fin llegamos; dijo la mujer a su novio, al momento de descender del avión.

-Primera vez que estoy en España; comentó él.

-Y yo, fue una suerte que nos hayan regalado estos pasajes; opinó ella.

-¡Sí!, serán las vacaciones perfectas, tú, yo y Sevilla; pensó el hombre.

-Y te servirá para practicar tu castellano; observó ella.

-Si es que tenemos tiempo; le contestó el norteamericano, tomándola de la cintura y atrayendo su cuerpo hacia él.

-Buenos días; saludó amablemente la recepcionista. -¿Primera vez en España?

-Sí de vacaciones; contestó el hombre.

-Queremos ir a pasarlas a uno de los pueblos cerca de la ciudad; continuó ella. -Después nos dedicaremos a conocer la ciudad de Sevilla.

-Entiendo. ¿Están de luna de miel?; preguntó curiosa la mujer tras el mesón.

-No; contestó él.

-Sí, corrigió ella.

-La verdad es que no estamos casados; aclaró el hombre.

-No se necesita estarlo para ser un matrimonio; opinó ella.

-Le encuentro toda la razón señorita: opinó la recepcionista del hotel.   -Bueno, aquí tienen una guía turística de toda la provincia de Sevilla. Un taxi los puede llevar hasta un lindo pueblo que está a una hora de la ciudad, estoy segura que les encantará; dijo entusiasmada la joven a la pareja de turistas.

-Gracias, es usted muy gentil; dijo el hombre, tratando de controlar su acento norteamericano.

-Yo misma puedo arreglar la reserva de una cabaña de descanso allá; solo muestren mi tarjeta de presentación en la oficina de turismo de la municipalidad y todo listo para disfrutar de sus vacaciones; ofreció servicialmente la empleada del hotel.

-Muchas gracias, es usted muy amable; dijo la turista chilena, estrechándole suavemente la mano.

Temprano al día siguiente un taxi los estaba esperando para llevarlos hasta el pueblito donde pasarían un mes de tan ansiadas vacaciones. Ya que, aunque llevaban varios meses viviendo juntos, por motivos de trabajo no habían podido descansar y compartir mucho a solas.

Poco a poco el paisaje se fue haciendo más rural, hasta que llegaron a un pequeño pueblo de casitas blancas. Tras pagar el taxi, se dirigieron a la oficina pública del municipio, como les recomendó la joven del hotel.

-Buenos días, ¿en qué los puedo ayudar?; preguntó una señora tras un escritorio.

-Buenos días, estamos de vacaciones y en el hotel en Sevilla nos dijeron que pasáramos por aquí para ver la reserva de una cabaña; respondió la recién llegada mujer junto a su pareja.

-Sí precisamente aquí la tengo. ¿Se van a quedar mucho tiempo aquí?; preguntó la encargada.

-Un mes; contestó contenta la turista.

-Estupendo; el pueblo es muy tranquilo y acogedor y esta es la mejor época del año; comentó la funcionaria. -Solo necesito que llenen esta ficha.

Los dos turistas leyeron y anotaron toda la información solicitada y se la devolvieron a la encargada.

-Muchas gracias, señor Robert Norton y señorita Katherine Bravo, que disfruten de sus vacaciones; contestó esta.

-Sí, gracias, hace tiempo que queríamos estas vacaciones; contestó Robert.

-La cabaña ya está amoblada, ustedes solo deben comprar los víveres; avisó la funcionaria.

-Gracias; contestó Katherine.

La pareja salió de la mano y se dirigió lentamente a la cabaña, que estaba en las afueras del pueblo, junto a un lindo bosque.

-Está muy lindo el paisaje; comentó Katherine.

-Sí, es muy tranquilo; observó Robert.

-Vamos al pueblo a hacer algunas compras; sugirió la mujer.

-Bueno, pero primero ven; le contestó él, tomándola de la cintura para besarla.

-Gánatelo; le respondió ella sonriendo, mientras le pasaba las maletas para que él desempacara.

El pueblo era pequeño y tranquilo, con sus casitas blancas y un único supermercado. La tranquilidad del lugar se sentía en el aire, haciéndolo especialmente apropiado para relajarse.

-Buenos días; saludó amablemente la encargada del local.

-Buenos días; contestó la pareja devolviendo el saludo.

-¿Turistas verdad?; preguntó la tendera.

¿Cómo lo sabe?; contestó Robert.

-Es fácil, ustedes no son del pueblo, tampoco son españoles, esta es la mejor época del año y tienen cara de recién casados en su luna de miel; observó la encargada.

-Sí, casi; solo que no es nuestra luna de miel; respondió Katherine mientras le giñaba un ojo a Robert. Venimos de vacaciones desde Chile.

-Excelente elección; afirmó la mujer del supermercado.

-¿Van a quedarse muchos días?; preguntó ella.

-Un mes; respondió Robert.

-¿Y dónde van a alojar?; siguió preguntando muy entusiasmada la curiosa tendera.

-En una cabaña cerca del bosque; respondió Katherine.

-Entiendo; dijo muy seria ahora la mujer. -Es un hermoso lugar, pero deben saber que hay lobos y ya han cobrado la vida de algunos imprudentes que se han internado en el bosque de noche.

-Gracias por la advertencia y no se preocupe, que la noche la usaremos para otras cosas; respondió Robert.

-Bueno, gracias por todo; se despidió Katherine, luego de pagar la compra.

-Hola, buenos días, me llevo esto solamente; dijo una clienta a la tendera, mientras veía salir a la pareja.

-¿Tienes alguna de tus lindas rosas que me puedas regalar?; preguntó la encargada del supermercado a la joven mujer.

-No en este momento, pero la próxima vez que pase te traigo algunas; contestó ella.

-Gracias, nos vemos; se despidió la encargada.

-Cuando le pase algo malo, recién va a aprender que no debe andar con tanto dinero encima; opinó para sí la mujer, mientras veía salir a la joven

Katherine ataba sus zapatillas mientras conversaba con Robert acerca del pueblo.

-Me gusta aquí, el paisaje es muy bonito; comentó ella.

-Sí, el bosque parece un lugar de cuentos; asintió él.

-Llegamos hace cuatro días, ¿qué te parece si vamos a explorar?; sugirió ella.

-¿Y los lobos?; objetó Robert.

-No he escuchado ninguno. Aún está claro  y salen solo de noche según la encargada del supermercado; rebatió Katherine.

-Bueno vamos; accedió Robert. -¿Qué podría pasarnos?

El bosque no era muy tupido; una lluvia de rayos dorados pasaba entre las copas de los árboles, el aire era muy fresco, aliviando los ardores del verano.

-¡Mira lo que tenemos aquí!; exclamó Katherine al llegar junto a un río en el que se formaba una laguna de cristalinas y refrescantes aguas.

Sin decir ni una palabra la joven comenzó a desnudarse entrando al agua, la cual le llegaba hasta poco más debajo de los hombros.

-Ven a bañarte conmigo; invitó Katherine a su novio, el cual se maravillaba cada vez que veía desnuda a su bella mujer, como si fuera la primera vez.

Después de jugar un rato en el agua, la pareja se tendió sobre una gran roca para secar sus cuerpos al sol; una vez secos se vistieron y emprendieron el camino de regreso a la cabaña. Tomados de las manos caminaban alegremente y sin preocuparse de nada más que de disfrutar de la belleza del lugar y de la mutua compañía. De pronto, sin aviso, Katherine se detuvo en seco.

-¿Qué pasa?; preguntó Robert a ella.

-Alguien nos está observando; respondió la mujer.

-Tranquila, debe ser algún lugareño que sale a pasear o a recoger leña; intentó mantenerla calmada él.

-No me parece, nos vigilaba mientras nos bañábamos y ahora nos está siguiendo; observó Katherine.

-¿Estás segura?; preguntó él.

-Totalmente; respondió ella.

De pronto de detrás de un árbol salió una joven mujer de negra cabellera.

-¿Quieren jugar conmigo?; preguntó la joven con un marcado acento francés.

Sin entender por qué razón, Robert sintió que todos los músculos de su cuerpo se volvían infinitamente pesados, no pudiendo mover ni un dedo; lo cual su pareja notó.

Con asombro y sin creer lo que pasaba, Robert y Katherine vieron crecer los colmillos y las uñas convertirse en afiladas garras en la joven mujer que tenían frente a ellos.

-¿Quieren que juguemos?; volvió a preguntar la extraña.

-Me temo que no; contestó Katherine tomándola de una muñeca y apretando con tanta fuerza que la hizo caer de rodillas de dolor.

Sorprendida, la extraña mujer giró su mano y golpeó con una pierna a la turista, quién cayó de espaldas al suelo. Intrigada la joven dejó que  ella se levantara, en vez de atacarla en el suelo.

-Tú no eres humana; eres demasiado fuerte y no pude bloquear tu mente; dijo la joven con los ojos brillantes, mirando a Katherine de pies a cabeza. -Eres un androide; concluyó después de un rato.

-¿Qué eres tú?; preguntó la androide.

-Para ustedes una pesadilla hecha realidad. Después de desarmarte me alimentaré de la sangre de tu amiguito; respondió la joven con una siniestra sonrisa en sus labios, más macabra aún por la presencia de sus colmillos.

-Tan solo quisiera que lo intentaras; respondió Katherine, cuyos ojos se volvieron fríos e inexpresivos, carentes de todo signo de emociones.

Sin mediar más palabras la extraña lanzó una violenta patada a la cara de Katherine, la cual fue detenida por una de sus piernas.

-Esto va a ser muy entretenido; dijo la joven atacando con sus garras esta vez, pero el golpe fue bloqueado y tomándole el brazo Katherine la lanzó al aire, sin mayor efecto, ya que la mujer cayó de pie como si de un felino se tratase.

Robert miraba sorprendido sin poder mover ni un músculo. Sabía que Katherine cambiaba totalmente cuando se activaba su modalidad su combate, pero últimamente lo había olvidado. Quería ayudarla pero no podía.

Por su parte Katherine atacó a la mujer con una serie de varias patadas, pero la extraña las detuvo fácilmente. En respuesta la mujer lanzó una pierna directo a la cara de la androide; sin embargo, la detuvo en el aire a escasos centímetros de su blanco, cuando su reloj de pulsera se iluminó y comenzó a sonar insistentemente.

-¿Pero qué diablos quieren?; reclamó la mujer.

-Liz, por favor regresa al cuartel general; dijo una voz de hombre en francés.

-Pero ahora estoy ocupada; respondió la extraña.

-Es una orden General Laberne, vuelva inmediatamente al palacio, tenemos una alerta escarlata de nivel planetario; habló una severa mujer a través de la pulsera de la extraña.

-A sus órdenes Majestad, parto enseguida; respondió la mujer en francés.

-Tengo que irme, pero me gustaría seguir con esta pelea luego para ver quién es más ágil. ¿Qué hago con ustedes?; meditó la mujer. -Ya sé, van a venir conmigo. No teman que no les haré ningún daño y veré que nadie los lastime.

De pronto Robert notó que recuperaba su movilidad.

-Síganme por favor; pidió la mujer. -Por cierto, te felicito, tu habilidad en combate es muy grande; elogió la joven a Katherine.

Después de  un corto trecho llegaron a un claro en el bosque.

-Aquí no hay nada; observó Robert.

-No entiendo; agregó Katherine.

De la nada, en medio del claro apareció un extraño avión negro.

-Debemos ir a París lo más rápido posible; informó la mujer a la pareja. -Por  favor aborden el avión.

-No entiendo los controles, no se parece en nada a mi avión; observó sorprendido Robert.

-Debe ser un prototipo; opinó Katherine.

-Nada de eso, es un modelo estándar; aclaró la joven.

-Siéntense y abróchense los cinturones, volaremos a mach 7; avisó la mujer.

Un par de minutos después la nave surcaba invisible sobre las montañas. La francesa se paró de su asiento y se acercó a un armario empotrado en la pared, al poco rato volvió a su puesto, luciendo un extraño traje negro en cuyo lado izquierdo del pecho lucía una rosa negra dentro de un círculo rojo y en sus hombros jinetas con tres estrellas, indicando su rango de general de ejército.

-¿Quién es?; preguntó Katherine.

-Lizbeth Laberne, Princesa y general al mando de las Fuerzas Especiales de la Nación Vampira; se presentó la mujer.

La sorpresa en Robert estaba fuera de todos los parámetros.

-Es increíble; opinó Katherine.

-Lo sé, pero la realidad supera a la ficción Katherine; contestó la mujer.

-Por favor llámeme Cati; pidió la androide.

-¿Un diminutivo de tu nombre?; pregunto la vampiresa.

-No; es una sigla de “Computadora Cuántica de Análisis Táctico Integral”; corrigió la androide.

 

A los pocos minutos el increíble avión se posaba silenciosamente en el patio de un impresionante castillo ubicado en las afueras de París.

-Por favor llévenlos siempre visibles; indicó Lizbeth, pasándoles dos prendedores con el diseño de una rosa negra. -Ellos indican que ustedes están bajo mi protección y ningún vampiro intentará dañarlos en ningún país.

Al bajar del avión todos los soldados se cuadraron ante la presencia de su comandante en jefe.

-Vamos al centro de mando de combate y averigüemos por qué se atrevieron a interrumpir una pelea tan entretenida; dijo Lizbeth, muy segura de quién era y de cuál era su doble autoridad de Princesa y general de tres estrellas.

Tras bajar varios pisos, la pareja, junto a su inesperada anfitriona, llegaron ante una puerta protegida por dos guardias.

-Debo advertirles que jamás un humano ha entrado a este salón. Todo lo que en él vean o escuchen debe permanecer en secreto. De igual forma tampoco deben hablar a nadie de esta nación y de la existencia de vampiros. Confío en ustedes y en su discreción; por favor no me digan que me equivoqué al confiarles nuestro secreto; explicó la vampiresa.

-Puede estar tranquila Princesa; respondió Robert, quien comprendía que estaba vivo solo porque Lizbeth se había entretenido luchando con Cati y que estuvo muy cerca de haber sido su almuerzo.

-Guardaremos su secreto Lizbeth; contestó Cati, que se daba cuenta de que sin que nada la obligara, le había perdonado la vida a Robert y los había traído al corazón secreto de su mundo.

-Muchas gracias; respondió la Princesa. -Ahora entremos y veamos qué es tan importante que pone en peligro al planeta.

Cuando la pareja se acercó a la puerta, los dos guardias sacaron sus garras, listos para matarlos.

-Deténganse soldados, ellos vienen conmigo; ordenó la oficial.

Sin decir palabras, los guardias se cuadraron y saludaron militarmente a su comandante, dejándolos pasar al centro de mando táctico de la nación vampira.

El interior era parecido a lo que en las películas mostraban lo que podría  ser el centro del pentágono. Lleno de computadoras, monitores, mapas y terminales operados por militares, y un mapa esquemático del sistema solar.

Cuando Lizbeth y sus acompañantes entraron, todos los soldados se pusieron de pie y la saludaron como su rango lo merecía.

-Hija, gracias por venir tan rápido; la saludó la siempre bella Reina Lilith.

-Madre, Marcel, por favor díganme que es tan grave para decretar una alerta planetaria escarlata; solicitó la Princesa.

-¿Por qué están esos humanos aquí?; rugió el General Andreas Sartorius, comandante de la Fuerza de Respuesta Biológica de las Fuerzas Especiales de la Nación Vampira.

-Mírelos nuevamente con su visión infrarroja general; sugirió Lizbeth.

-¡Una androide!; exclamó sorprendido el general.

El General Sartorius estuvo a punto de reventar de rabia, pero se contuvo, al ver que ambos intrusos llevaban puestos los prendedores que indicaban que estaban bajo la protección de la Rosa Negra; consciente de que no había nada más dañino en el ejército, que desautorizar a un oficial de mayor jerarquía frente a subalternos, porque debilitaba la imagen de autoridad, guardó respetuosamente silencio.

-Cati, Robert, les presento a mi madre la Reina Lilith, a mi esposo el General Marcel  Renoir y a mi mano derecha el General Andreas Sartorius.

-Encantada de conocerlos, saludó Lilith en perfecto castellano, pero con un  agradable acento francés. -Siento que nos conozcamos en una situación que puede volverse muy crítica para el mundo entero si no la controlamos ahora.

-Pueden tomar asiento y descansar en la sala contigua y un soldado los atenderá en lo que requieran; ofreció Marcel.

-Tal vez Cati pueda ayudarnos a solucionar esto; opinó Lizbeth, quien aún no se enteraba de qué era tan grave.

-Lo agradezco, pero tenemos el equipo y el personal calificado para ello Alteza; contestó el General Sartorius.

-A lo mejor Cati puede  ser de alguna utilidad; insistió Lizbeth.

-Cati, por favor explícales que significa tu nombre; solicitó la Princesa.

-Cati son las siglas en castellano de Computadora Cuántica de Análisis Táctico Integral; explicó la androide  en perfecto francés.

Los músculos del General Sartorius se contrajeron y los pelos de su nuca se erizaron; la presencia del humano y la androide era inquietantemente peligrosa para la seguridad.

-Deseo beber un poco de agua, ¿me acompaña General Sartorius?; invitó Lizbeth.

-Encantado Alteza; aceptó cortésmente el aludido.

Dentro de la sala de descanso podrían hablar tranquilos sin que nadie los escuchara.

-¿Por qué está tan preocupado por mis invitados general?; preguntó Lizbeth. -Hable con toda confianza y libertad por favor.

-Porque, si no se ha dado cuenta Alteza, permítame informarle que ella es un androide de combate creado por humanos y la puso justo en el centro neurálgico de nuestro ejército; opinó el general.

-Se le olvida que usted también fue humano, general; mencionó la Princesa.

-Eso fue hace muchos siglos Alteza. Mi deber ahora es como general de ejército de la Nación Vampira y velar por su seguridad; contestó el oficial convencido de su deber y lealtad.

-Yo confío en ella y en el humano; dijo Lizbeth. -Le pido como a mi mano derecha que es, que por favor crea en mi juicio una vez más.

-Hasta ahora Alteza usted nunca se ha equivocado en sus decisiones; su criterio ante situaciones extremas es impecable y por eso la apoyaré en esto; aceptó el General Sartorius.

-Cada vez que usted y yo tenemos este tipo de discusiones, me convenzo más de que su gran celo militar y científico lo han convertido en mi mejor decisión general; meditó en voz alta Lizbeth, compartiendo sus pensamientos con su interlocutor.

-Su reconocimiento a mi desempeño me honra Princesa; contestó el oficial. -Muchas gracias.

-Gracias a usted General Sartorius; respondió Lizbeth, tendiendo la mano en una muestra de saludo y amistad. -Por favor acepte mi respeto y amistad.

-Me honra señora, pero ahora tenemos mucho trabajo y usted aún no ha sido puesta al tanto de la situación; concluyó el oficial.

-Por favor infórmeme; solicitó la Rosa Negra.

-Hace veinticuatro horas nuestra estación de monitoreo en la luna detectó una nave que se aproxima a la Tierra desde fuera del sistema solar. Por su tamaño consideramos que se trata de una nave nodriza. En este momento se encuentra cerca de la órbita de Urano y se acerca rápidamente; informó Sartorius.

-¿Ha tratado esa nave de establecer contacto con la Tierra?; preguntó Lizbeth.

-Negativo señora, hasta ahora no ha hecho nada; respondió el general.

-A lo mejor creen que la Tierra está deshabitada; pensó Lizbeth.

-Es poco probable, debido a la gran saturación de ondas de comunicación de la atmosfera y que salen del planeta; corrigió el oficial.

-Siguiendo el protocolo, la base lunar está en modo de vigilancia  fantasma desde que se detectó la nave. La información registrada por la base está siendo transmitida en máxima encriptación camuflada como ruido espacial, directo a nuestras computadoras de este centro; pero, lamentablemente, toda esta información es nueva para nosotros y difícil de analizar e interpretar; informó el General Sartorius.

-Comprendo. Volvamos al centro de control; solicitó Lizbeth. -Veamos si mi intuición respecto a Cati  es correcta.

-Cati, tenemos una nave alienígena desconocida que se aproxima a la Tierra; comunicó Lizbeth a la androide. -¿Tu serías tan amable de ayudarnos a analizar los datos disponibles?

-Por supuesto, solo necesito que me faciliten dos terminales y acceso a toda la información pertinente; solicitó la androide.

-Ocupa esos dos puestos; ofreció la Princesa.

Los dos operadores miraron confundidos al General Sartorius.

-Adelante, cédanle los terminales a la androide; autorizó el general.

Retirando una de las sillas Cati puso la otra al medio entre ambas estaciones de trabajo.

-Decodificaré la información proveniente de la base lunar y los satélites; ofreció un sargento.

-No es necesario, la puedo leer sin problema; respondió Cati.

Las manos de la androide volaban sobre ambos terminales, al tiempo que desde el monitor central veía pasar signos sin sentido para los demás.

-La información disponible indica que la nave alienígena es realmente una nave madre; su sistema de propulsión es cuántico, por lo que se puede deducir que viene de un sistema planetario muy distante de la Tierra. El tiempo estimado de arribo a su actual velocidad es de setenta y dos horas. Para mayor y mejor análisis se requiere más datos e intervención humana, perdón, quise decir vampira; corrigió Cati.

-Comentarios y sugerencias generales; solicitó la Reina.

-No estamos seguros de qué intenciones tiene esa nave en nuestro vecindario espacial; opinó el General Marcel Renoir. -Por lo tanto, es mejor abstenerse de cualquier acción hostil por parte nuestra hasta no estar completamente seguros; no podemos arriesgarnos a comenzar una guerra interplanetaria dejándonos llevar por un acto impulsivo o por miedo.

-Sin embargo, en caso de que ellos ataquen primero, no podemos estar indefensos; quién sabe si tendríamos la oportunidad o capacidad de defendernos; agregó la General Lizbeth Laberne. -Es  necesario que haya un acuartelamiento general de todas nuestras fuerzas armadas; todos los Vampiros Fantasma deben ser armados con todo su arsenal, incluyendo las nuevas armas de energía.

-En este caso creo conveniente que se informe a los humanos de esta situación, es posible que en caso de conflicto se requiera una acción combinada militar. La OTAN  puede encargarse de dar la voz de alarma; opinó el General Andreas Sartorius.

-Los tres tienen razón, por favor pongan en movimiento todas sus fuerzas generales; reconoció la Reina. -General Sartorius, enlace ahora con la OTAN, en su calidad de general de la misma.

Ya las órdenes eran claras, así es que los tres generales saludaron a la Reina y se dirigieron a sus respectivos centros de operaciones.

El centro de mando táctico de la OTAN hervía en actividad con los últimos datos aportados por el telescopio orbital Hubble.

-Vamos señores, necesitamos las conclusiones para hoy; apremiaba el General Sartorius a los oficiales humanos.

-Señor, es una nave de grandes proporciones, cuya trayectoria la conduce directo a la Tierra; informó un oficial.

-Las fotografías de la nave, sacadas por el Hubble hacen sospechar que se trata de una navío de combate; observó un vampiro infiltrado dentro de la OTAN.

-Opino lo mismo teniente; apoyó el General Sartorius, que debía conseguir el respaldo militar de la OTAN y de la ONU. -Citen al consejo de representantes de las distintas naciones enseguida.

Unas horas después los delegados de la OTAN se reunían en una asamblea secreta, bajo la petición del General Sartorius.

-Señores delegados, hace cuarenta y ocho horas el telescopio orbital Hubble detectó un objeto procedente de fuera el sistema solar; comenzó a explicar el general.

¿Un cometa o un meteoro?, general; preguntó el delegado de Alemania.

-Me temo que no señor delegado, las fotografías de distintos rangos del Hubble indican que se trata de un vehículo espacial; aclaró el militar.

Las voces de asombro llenaron todo el salón. Una serie de diapositivas se proyectó en medio del silencio.

-El análisis de las fotografías indica que se trata de una nave nodriza y posiblemente de guerra; informó Sartorius al auditorio.

-¿Supone que estamos ante una eventual invasión, general?; peguntó el representante del Reino Unido.

-Espero que no señor delegado; pero de ser este el caso, es necesario que estemos preparados para enfrentar un posible ataque. Es imprescindible que nuestras tropas estén en estado de alerta máxima a partir de ahora.

Después de meditar un rato, el consejo de la OTAN decretó alerta máxima a todas las fuerzas.

Bajo sugerencia del General Sartorius, la OTAN citó a reunión al consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Todas las tropas de las más poderosas potencias mundiales pasaron a un estado de alerta máxima, siendo la emergencia catalogada como ultra secreto, ya que el pánico podía causar más daños que el peor de los ataques posibles.

-General Laberne, una flotilla de naves menores ha salido de la nave madre; informó Cati, que monitoreaba toda la información que llegaba.

-En pantalla; ordenó Lizbeth.

El monitor mostró diez naves que se organizaban formando un triángulo.

-Esa es una formación de combate delta; observó Lizbeth alarmada.

-Establezcan una comunicación con encriptación fantasma con la base lunar; ordenó Lizbeth.

Al cabo de unos minutos se encendió un monitor mostrando a un oficial vistiendo un traje de material metalizado.

-Aquí la Rosa Negra; saludó Lizbeth.

-Es un honor Alteza; respondió el oficial.

-Olvidemos las formalidades coronel; cortó Lizbeth. -La escuadrilla que se aproxima ha adoptado una formación de combate. Que su escuadrón despegue inmediatamente en modo furtivo y se oculte  en el cinturón de asteroides; ante la menor señal de amenaza ataquen a discreción a las naves hostiles.

-Como ordene general; respondió el coronel al mando de la avanzada de la luna.

-Los cruceros Draconian y Nébula deben estar listos para entrar en combate contra la nave nodriza; ordenó la Princesa.

-Así será señora; asintió el coronel.

-Rosa Negra fuera; terminó Lizbeth cortando la comunicación.

Cuando la escuadrilla de naves enemigas pasó junto al cinturón de asteroides cerraron su formación y aceleraron enfilando hacia la Tierra. El comandante del escuadrón de interceptores ordenó el ataque. Dos naves extraterrestres caían bajo la acción de las naves furtivas. Sin saber el punto exacto de donde vino la descarga, contraatacaron disparando a discreción hacia los asteroides; una nave vampira estalló al ser alcanzada por las armas enemigas y otra perdió su camuflaje. La represalia de los vampiros fue fulminante, acabando con todas las naves alienígenas.

Ante el ataque sorpresa, la nave nodriza se acercó rápidamente al sector del cinturón de asteroides, lanzando varios escuadrones de naves al espacio.

A sus armas de energía, las naves interceptoras sumaron el uso de proyectiles termoguiados. Otro vampiro cayó, pero la capacidad de combate furtivo le dio la ventaja a las naves terrestres, eliminando a todos los atacantes.

Ante la grave amenaza que implicaba la nave nodriza, los poderosos cruceros Draconian y Nébula se unieron al combate.

Gracias al monitoreo que realizaban la base lunar y los satélites de vigilancia, desde el centro neurálgico de la Nación Vampira, podían ver los pormenores de la casi cinematográfica batalla espacial.

A Cati le costaba creer lo que sus ojos veían; semejante tecnología había permanecido oculta para su rastreo continuo en busca de información.

-Nunca imaginé que existiera esta tecnología; no entiendo cómo nunca la detecté; comentó en voz alta.

-Somos los maestros del camuflaje y de los secretos; contestó Lilith.

La artillería de ambos cruceros provocaba graves daños en el casco de la nave enemiga, la cual respondía con armas igualmente poderosas que arrancaban trozos de metal de las naves terrestres. Lamentablemente, un disparo certero destruyó el sistema de navegación del Nébula, el que quedó flotando a la deriva, imposibilitado de seguir combatiendo. El Draconian disparó todas sus armas contra la nave nodriza, cubriendo así la retirada del Nébula.

De frente a la nave enemiga, el Draconian fue alcanzado por varios disparos, resultando gravemente dañado.

A pesar del duro castigo recibido, la nave extraterrestre seguía avanzando rumbo a la Tierra.

-De aquí ni pasarán Alteza; se escuchó la voz del capitán del Draconian.

En la pantalla del centro de mando todos vieron en silencio como el Draconian aceleraba sus máquinas y se lanzaba a toda carrera, enfilando su proa hacia el motor de la nave enemiga.

-¡Capitán no!; gritó Lizbeth, mientras veía con espanto como el Draconian impactaba a toda velocidad contra la nave invasora.

Un cegador resplandor iluminó todo el centro de mando  de la Nación  Vampira. La nave alienígena había sido destruida, pero nadie celebraba; muy cara había costado la victoria. Un escuadrón de interceptores, un crucero destruido y otro casi inutilizado, había sido el precio a pagar.

Los libros de historia de la Nación Vampira siempre recordarían a los héroes caídos en esta batalla por la defensa de la Tierra.

-Señora, una segunda nave nodriza acaba de cruzar la órbita de Plutón. A  su velocidad actual llegará a la Tierra en treinta horas; informó Cati con preocupación en la voz.

Todos los presentes estaban consternados; sin las defensas espaciales, la batalla en el planeta sería inminente.

-General Laberne, estoy programada para desenvolverme en misiones de combate y exploración, con supresión de toda respuesta emocional; comentó Cati a Lizbeth luego de meditarlo un rato.

-Gracias Cati, sé que puedo contar contigo; respondió la Rosa Negra.

-Ni se le ocurra siquiera pensarlo; dijo Lizbeth a Robert, quién estudiaba el manual de un Vampiro Fantasma. -Ningún humano podría resistir la presión de un combate a mach 8 y menos sobrevivir a mach 10.

-Módulo de combate activado; dijo Cati volviéndose calculadora y fría como un bloque de hielo.

-Majestad deseo pedirle un favor; solicitó Cati a la Reina.

-Pídeme lo que sea; respondió Lilith.

-Por favor reúnan a las siguientes personas a bordo del submarino Tritón y escóltenlos hasta un laboratorio  submarino a mil metros de profundidad. Bioquímico Pablo Reyes, médico Bárbara Soto, profesor Ramón Cerda, bióloga marina Ximena Rozas, buzo táctico Paulina Ramírez, mecánico Juan Mardones, geólogo Pedro Alarcón y cartógrafa Juana Rivera; entregó la lista  a la Reina.        -Protéjanlos en caso de una invasión; pidió Cati a la Reina.  -Si algo me ocurre a mí, mi mente quedará respaldada en la computadora del Tritón y podrá eventualmente ser descargada en un nuevo cuerpo.

-Así se hará Cati, mis agentes los buscarán y protegerán; respondió Lilith.

Mirando a Robert la androide prosiguió hablando en voz muy baja. -El  ingeniero naval Ricardo Briceño y la analista de sistemas Marcia Díaz son mis creadores. Deseo pedirles que les den los medios para construirme un nuevo cuerpo en caso del que actualmente poseo sea destruido o seriamente dañado.

-Así será; aceptó Lilith.

Diez horas después, la tripulación del submarino Tritón era reunida abordo por herméticos soldados.

-¿De qué se trata todo esto?; preguntó muy ofendido el geólogo Pedro Alarcón.

-Alguien desea hablarles profesor Cerda; dijo un soldado abriendo un  maletín.

-¡Cati!; exclamaron todos.

-Buenos días señores y señoras. Hay poco tiempo que perder así es que vamos directo al grano. Por cierto Pablo, no intente rastrear esta transmisión; advirtió Cati. -Una nave nodriza extraterrestre de combate se aproxima a la Tierra en una posible misión invasora; su llegada se estima en veinte horas. Va a haber una violenta batalla por la defensa del planeta; obviamente el público y la población civil no lo saben. Hasta que pase el conflicto, deben permanecer en el laboratorio submarino. Dos submarinos de combate los escoltarán el tiempo necesario; informó la androide a sus atónitos compañeros.

-¿Esto es una broma Cati?; preguntó Ximena Rozas.

-No estoy programada para hacer bromas; contestó ella.

-La computadora debe siempre estar conectada para respaldar mi mente, en caso de que yo sea destruida y deba ser implantada en un nuevo cuerpo; avisó la androide. -Y sobre todo, no se acerquen al portal entre realidades.

-Faltan Ricardo Briceño y Marcia Díaz; indicó Paulina Ramírez.

-Ellos fueron llevados a unas instalaciones especiales para construir un cuerpo de repuesto para mí; dijo Cati.

-Zarpen ahora y suerte; deseó la cibernética mujer.

Al mismo tiempo Ricardo Briceño y Marcia Díaz despertaron en una habitación extraña, sin saber cómo habían llegado allí.

-¿Qué pasó?; preguntó Marcia.

-Buenos días; dijo alguien.

Ricardo y Marcia se volvieron ante una voz conocida  pero que no esperaban escuchar ahí.

-¿Cati?; preguntó sorprendido Ricardo.

-Hola Ricardo; contestó ella. -Pedí que los trajeran aquí para solicitarles un gran favor.

-Tú dirás amiga; contestó Marcia.

-La Tierra está a punto de ser atacada por una nave extraterrestre de gran poderío. En caso de que mi cuerpo sea destruido, quiero que construyan otro para poder ser reinsertada en él.  Quiero seguir viviendo junto a Robert y deseo tener una póliza de seguros por así decir; dijo Cati yendo directamente al grano.

-La nave ha pasado la órbita de la luna; informó  un sargento desde su estación de trabajo.

-Alerta roja; gritó el General Marcel Renoir. -Prepárense a darles la bienvenida.

En el cuartel general de la OTAN, el comandante en jefe de la misma tomó el mando de las operaciones.

-Lancen  misiles interceptores.

Los silos de proyectiles nucleares, por primera vez desde su construcción dejaron salir su mortífero contenido. Escupiendo fuego cientos de proyectiles nucleares volaron como un enjambre de abejas asesinas hacia la nave invasora. Rápidamente los cohetes se acercaron a su gigantesco objetivo. Nadie respiraba casi, tratando de contener el momento, en los distintos centros de mando militar del planeta.

De la nave extraterrestre varios proyectiles pequeños y disparos de energía recibieron a las armas terrestres, haciéndolas estallar antes de que hicieran blanco.

-Demonios; gritó un soldado en el centro de mando vampiro.

-Todo se decidirá acá; dijo sombríamente Lizbeth. -Todos prepárense para la batalla.

-Modalidad de combate activada; dijo Cati carente de emoción en su voz.

-Necesito un arma; pidió Robert poniéndose de pie.

-Aquí va a estar más seguro señor Norton y con todo respeto, usted es solo un humano; comentó Lizbeth tratando de disuadirlo.

-Soy un soldado general y no me esconderé en la retaguardia mientras veo que mi mundo es atacado y otros pelean mis batallas; habló claro Robert.

-Valientes palabras; opinó Marcel. -Valientes  pero estúpidas, pero lo respeto como soldado; buena suerte capitán.

-Sígame; ordenó Lizbeth, abriendo un compartimiento en un muro.

En el hueco de la pared había dos trajes y unas cuantas armas.

-Deme ese traje negro; pidió Robert.

-Ese es un traje de combate furtivo, no sabría cómo usarlo; acotó la Princesa. -Usará este; dijo pasándole lo que parecía hecho de varias escamas o  placas pequeñas de metal. -Es una armadura ligera; no tan poderosa como el otro pero lo protegerá; tome esta pistola y por favor cuidado adonde apunta, ya que dispara cargas de plasma.

-La nave ha ingresado a la atmosfera; informó un sargento.

La llegada de la descomunal nave extraterrestre hizo que el miedo se apoderara  de los habitantes de París. Inmediatamente de sus entrañas surgieron varias naves menores que comenzaron a disparar hacia la ciudad. El miedo dio lugar  a terror, el que pronto se convirtió en pánico. La destrucción era espantosa, no pareciendo haber escapatoria posible; entonces el cielo entero rugió ante la llegada de los aviones caza de la OTAN.

Aunque las ametralladoras de poco servían, los proyectiles guiados por laser lograban derribar a las naves invasoras. Pero eran superados ampliamente en número.

-Los proyectiles de los aviones convencionales son efectivos; comentó un teniente en el salón de mando de la Nación Vampira.

-Pero son demasiadas naves y muy rápidas y las fuerzas de los humanos disminuyen a cada instante; observó un sargento.

-Que despeguen los Vampiros Fantasma en modalidad furtiva; ordenó la General Laberne.

-Aquí el General Andreas Sartorius, todas las naves de la OTAN repliéguense; ordenó el oficial.

-Pero señor podemos derrotarlos; respondió el líder del escuadrón.

-Es una orden capitán; desde ahora se encargará una unidad especial. Abandonen el espacio aéreo enseguida; repitió amenazante Sartorius.

Los pilotos sorprendidos debieron retroceder. Algunos lograron ver que las naves enemigas eran derribadas por proyectiles teleguiados y bolas de luz, pero no había ningún avión que las estuviera disparando; lo que aumentaba su confusión eran las fuertes turbulencias que agitaban el aire.

-Nuestras naves derriban sin dificultad a los invasores; celebró un soldado.

-Que dos escuadrones rodeen y ataquen a la nave nodriza; ordenó Lizbeth.

Como insectos los Vampiros Fantasma se lanzaron contra la nave madre, pero ni con sus poderosas armas lograban dañar en forma severa su casco.

-Señora, unidades de desembarco tocan tierra; informó Cati.

-Unidades de superficie despliéguense y ataquen; ordenó el General Renoir.

Varios vehículos blindados que estaban con su camuflaje furtivo activo se aproximaron a las unidades extraterrestres que tocaban tierra. Algunas ni siquiera lograron posarse cuando estallaban; otras sin embargo, consiguieron su objetivo y sus ocupantes descendieron abriendo fuego inmediatamente.

-Cati, dijiste que estabas programada para exploración y combate, muéstramelo y repórtate con la Teniente Ana Eguigurren, veamos de qué estas hecha; solicitó La Rosa Negra.

-Mi esqueleto es de titanio, mi cerebro es una computadora cuántica y mi…; no alcanzó a continuar Cati.

-Estoy hablando en forma figurativa Cati; aclaró la Princesa. -Lleva ese traje; dijo Lizbeth pasándole uno de los trajes negros.

-Gracias, pero no lo necesito;  declinó Cati.

-Puede que no, pero te permite hacerte invisible.

-En ese caso como ordene señora; contestó la androide.

La Teniente Ana Eguigurren le pareció muy joven a Cati, pero ya se había dado cuenta de que los vampiros prácticamente no reflejaban la verdadera edad que tenían.

-Hola, tú debes ser Cati, yo soy Ana; se presentó la teniente. -Me  dijeron que eres de Chile.

-Sí, en ese país fui construida; contestó Cati.

-Algo me comentaron; dijo la joven oficial. -Yo también soy chilena, al igual que mi esposa, que por cierto quiere que le lleve un regalo.

-Bueno holgazanes, ocúltense y a cazar a esos invasores; ordenó la teniente.

Cati vio como uno a uno los soldados desaparecían, al igual que lo hacía ella que había mirado el manual del traje.

Silenciosamente la unidad terrestre se acercó a los invasores y abrió fuego contra ellos, provocando varias bajas entre los enemigos; sin embargo, expertos en combate, se parapetaron tras su vehículo e hicieron fuego contra el lugar de donde provenían los disparos. Una descarga alienígena impactó de lleno en el pecho de un vampiro, haciéndolo caer de espalda al suelo, mientras perdía su camuflaje.

-Ay, eso dolió; dijo poniéndose de pie y disparando contra su atacante, vaporizándolo enseguida.

-Alto el fuego; ordenó Ana, al ver que solo quedaban dos invasores vivos de ese grupo.

-Atrápenlos con vida; ordenó la teniente, mientras lanzaba una cuerda hacia uno de los extraños, la que se enrolló en torno a él haciéndolo caer al suelo inmovilizado.

El otro invasor, al ver a su compañero en el suelo trató de huir, pero fue detenido por dos cuerdas que le apresaron las piernas y los brazos, cayendo duramente al suelo.

-Mira el regalito que le llevo a mi esposa; dijo Ana apuntando con su pistola a los dos prisioneros

De improviso, de entre unos escombros aparecieron dos invasores más que intentaban rescatar a sus compañeros cautivos, abriendo fuego a quemarropa contra los vampiros, cuyos trajes quedaron momentáneamente visibles. Moviéndose tan rápido como un vampiro Cati derribó y disparó contra los invasores, matándolos instantáneamente.

-No está nada mal; dijo Ana complacida con la reacción de Cati.

-Llevamos dos prisioneros con vida, informó un sargento una vez que se encontraban a bordo del vehículo de asalto.

-Diríjanse directamente al centro de confinamiento aislado; ordenó un radio operador.

Las instalaciones estaban a varios pisos bajo tierra y de alguna forma le parecían a Cati una mezcla entre hospital, laboratorio y prisión de máxima seguridad.

Cuando los prisioneros estuvieron bien encerrados en celdas aisladas, llegó una joven mujer de delantal blanco, acompañada de un señor mayor.

-Hola querida; la saludó la Teniente Eguigurren, dándole un suave beso en la boca. -Hola Doctor Lacroix.

-Hola Ana; saludó el médico.

-Les traje estos regalitos para que jueguen; les informó la teniente.

A las pocas horas el General Sartorius entraba casi corriendo al área de detención.

-¿Dónde están los prisioneros?; preguntó el general a un guardia.

-Sección de celdas herméticas señor; contestó el soldado.

-Buenos días general; saludó cortésmente María.

-Buenos días Doctora Troncoso y Doctor Lacroix; respondió el oficial. -¿Qué  pueden informarme sobre los invasores?

-Son humanoides por su apariencia, su traje es una armadura ligera. Ahora íbamos a realizar un escaneo de su anatomía; contestó el Doctor Lacroix.

-Sáquenle el casco a uno; ordenó el general. -Quiero  verle el rostro.

Un  técnico junto a dos guardias armados ingresaron a la celda del prisionero. Con los cañones de dos rifles muy cerca de su cabeza, el alienígena comprendió que era mejor no oponer resistencia. Con un leve giro del casco realizado por el técnico, este se soltó de su unión al traje del invasor, dejando oír un suave siseo al salir parte del gas que contenía.

El rostro del extraterrestre era desagradablemente liso comparado con el de un terrícola, dando la impresión de no tener rasgos faciales perceptibles por los humanos. Dos ojos redondos, una nariz y una boca como una línea formaban la cara, que parecía un boceto inicial de una caricatura.

Casi al instante de que el alienígena se encontró sin casco, llevó sus manos a la garganta, en un gesto de evidente  asfixia; cayendo luego al suelo en medio de convulsiones, mientras su piel se volvía gris cenicienta, pareciendo papel quemado; cesando rápidamente sus movimientos, para yacer sin vida en el piso de la celda.

-Interesante; fue lo único que dijo el general. -Analicen en seguida el contenido de sus tanques de aire; ordenó éste.

A los pocos minutos estaba listo el análisis del aire que respiraban los invasores.

-General, aquí tiene los resultados del análisis; dijo el Doctor Lacroix, entregando el informe al militar.

-No podía ser más fácil después de todo; opinó el general. -Respiran una atmosfera reductora, eso explica por qué murió de esa forma al quitarle el casco.

-El oxígeno es altamente tóxico para ellos; concluyó María.

-Exacto doctora, ahora solo tenemos que ver la forma de llenarles la nave madre con oxígeno y envenenarlos a todos de una vez; meditó el General Sartorius.

Una alarma rompió la rutina en la instalación subterránea. -Fuga en la sección de contención; señaló una voz por altoparlante.

El Doctor Lacroix, la Doctora Troncoso y el General Sartorius llegaron corriendo hasta la celda que estaba con la puerta rota, un guardia en el suelo incorporándose lentamente y las cuerdas que sujetaban al prisionero sueltas en el piso. La sección fue sellada inmediatamente para proteger el resto del complejo.

-Ahí está; gritó el Doctor Lacroix.

Al verse acorralado, el alienígena corrió hacia sus captores, tomando un  hacha desde un módulo de control de incendios y lanzándose directamente contra la Doctora Troncoso. El astil del hacha que se dirigía contra la cabeza de María se partió en dos bajo el golpe de la pierna de un guardia, el cual no dejaba de atacar al extraterrestre; un violento golpe trisó el cristal del casco, instintivamente el alienígena puso sus manos por delante para proteger su cabeza, pero sus dedos se quebraron al recibir otro golpe; finalmente la tercera patada terminó por partir la escafandra del casco, permitiendo el paso del mortífero oxígeno hasta los pulmones del invasor; el que cayó en medio de convulsiones y gestos de dolorosa asfixia que terminaron con su vida, volviéndose su piel como papel quemado.

-Excelente trabajo soldado; felicitó el oficial al guardia.

-Gracias general; dijo la soldado, llevándose la mano a un costado de su casco para replegarlo.

-¡Majestad!; exclamó el General Sartorius.

-No creía que me iba a quedar sin participar de la fiesta, ¿verdad?; dijo la Reina.

-Ahora entiendo a quién salió la Rosa Negra; comentó el general.

Mientras tanto los soldados continuaban su patrullaje en la sitiada ciudad.

-Teniente mire allá; dijo un cabo a Ana. -Un grupo de alienígenas está entrando a ese estacionamiento subterráneo.

-Qué extraño; opinó Ana. -Sigámoslos para ver de qué se trata.

En modo furtivo la patrulla pudo seguir a los invasores sin ser detectados, encontrándose con una construcción nueva dentro del abandonado edificio. A través de una puerta que se cerró inmediatamente, los alienígenas entraron en la nueva habitación construida por ellos.

-Debemos averiguar qué hay ahí; pensó Ana a través de su cintillo, para que toda su patrulla se enterase de sus ideas. -Cati y yo nos haremos visibles, ustedes permanezcan ocultos; ordenó la teniente a sus hombres.

Obedeciendo sus órdenes, los soldados mantuvieron activo su camuflaje, mientras su jefa y la androide hacían su aparición.

-¿Y ahora?; preguntó Cati en voz baja.

-Ahora a cambiar de uniforme; respondió Ana, cambiando la apariencia de su traje, para que fuera igual al usado por los soldados de la OTAN. Buscando entre los escombros encontró un trapo que enrolló en su pierna derecha a modo de vendaje.

Afirmándose del hombro de Cati, Ana se hizo la herida. -Toma tu pistola con la mano derecha y ayúdame a caminar; ordenó la teniente.

Fingiendo dolor y cansancio las dos mujeres entraron al subterráneo buscando un escondite. Al poco rato varios extraterrestres las rodearon y apuntaron con sus armas. Los vampiros, que permanecían ocultos estaban listos para ayudarlas en caso de necesidad.

Al verse rodeada Cati dejó caer su pistola al suelo y sin soltar a Ana se arrodilló con las manos en alto, los invasores procedieron a esposar a ambas mujeres con los brazos por la espalda. Con sus prisioneras entraron a su cuartel de campaña.

-General Sartorius venga a ver esto; dijo un sargento en el centro de mando vampiro. -La Teniente Eguigurren y la androide han sido tomadas prisioneras. Pero no entiendo, ¿cómo es que puedo verlas a las dos al mismo tiempo?

-¡Vaya, vaya!; exclamó Sartorius. -Parece que esta niña ha estado estudiando los informes de las misiones pasadas.

-No lo entiendo señor; dijo confundido el soldado.

-Es fácil; indicó el general. -Las ve a ambas al mismo tiempo porque alguien más las está viendo a ellas en modo furtivo. Ella se dejó capturar para permitir que su equipo pudiera ingresar sin ser detectado a la instalación enemiga.

Una vez dentro Ana apoyó bien su pierna derecha y con un fuerte movimiento de sus brazos rompió las esposas que la sujetaban, de igual forma que lo hacía Cati. Sorpresivamente, la unidad de Ana se hizo visible ante los invasores, no dándoles tiempo para reaccionar abriendo fuego inmediatamente sobre ellos. Sin necesitar más su disfraz, Ana devolvió la apariencia normal a su traje, pareciendo de pies a cabeza una estatua de mármol negro.

-Aseguren el lugar; ordenó la teniente. -Revisen todo y recojan algunas armas y equipo de comunicación; debemos aprender lo más que podamos de ellos.

Cati se sacó los guantes y apoyó sus manos sobre la computadora de la instalación enemiga. De sus dedos surgieron finos cables, como hilos que se introdujeron en la máquina.

-Señor, estamos recibiendo una gran cantidad de información. Tenemos coordenadas de otros puestos de avanzada alienígenas en la ciudad, así como códigos de comunicación y de acceso y distribución de las fuerzas invasoras en tierra; informó sorprendido un técnico al General Sartorius.

A los pocos minutos Cati se puso nuevamente los guantes.

-Ya no hay nada más útil en esta computadora; dijo ella.

-Vámonos de aquí; ordeno Ana. Pongan explosivos y volemos todo.

Al poco rato la unidad se camuflaba y abordaba su vehículo, alejándose del lugar, el cual reventó en una violenta explosión.

-Transmitan esas coordenadas a todas las unidades en tierra; ordenó el General Sartorius. -Todos los puestos de avanzada deben ser destruidos  a la brevedad.

Las patrullas y las unidades de asalto del ejército de vampiros se desplegaron en todas las coordenadas recibidas desde el centro de mando. En un ataque coordinado, todas las instalaciones que los alienígenas habían construido en la ciudad fueron destruidas, ya sea mediante explosivos o disparos de los vehículos blindados.

Luciendo como soldados del ejército convencional, la patrulla de la Teniente Eguigurren se internó en medio de la ciudad, donde la destrucción y la desolación eran las reinantes; a su paso algunos civiles se lanzaban a sus pies implorándoles protección. Las gargantas de todos los soldados se apretaron ante la desolación de la situación. Solo Cati permanecía impasible, sin ninguna emoción que le impidiera continuar avanzando entre las ruinas y los cadáveres repartidos por doquier. Al doblar en una esquina la patrulla se topó con tres alienígenas que trataban de cubrir su huida protegiéndose con algunas personas. Uno de los soldados apuntó su arma automáticamente para disparar contra los invasores.

-No disparen; ordenó Ana. -Tienen rehenes.

Disimuladamente Cati tomó tres trozos de escombro y los lanzó a increíble velocidad y con certera precisión, impactando en las escafandras de los cascos de los invasores, los que sin protección contra nuestra mortífera atmósfera cayeron en medio de violentas convulsiones y muriendo a los pocos segundos.

Las unidades blindadas en tierra seguían impidiendo nuevos desembarcos, lo cual significaba que las fuerzas alienígenas que habían aterrizado se estaban quedando sin provisiones y estaban siendo cazadas por los terrícolas. El estado anímico en las tropas invasoras decaía rápidamente; lo que originalmente iba a ser una misión de invasión rutinaria de un mundo primitivo, se había convertido en una verdadera guerra entre planetas. Los espías enviados a explorar la Tierra informaron que este planeta contaba con tecnología muy primitiva que no podía hacer frente a sus armas. Sin embargo, la tecnología de los terrícolas había destruido una nave nodriza, varios escuadrones caza, así como las unidades de desembarco y los puestos de avanzada. Él estaba cansado y se sentó entre unos escombros bajo un puente; no veía humanos, pero a lo lejos escuchaba las explosiones y los disparos y veía a la nave madre ser sometida a un violento castigo. Agobiado dejó a un lado su arma y sacó una cajita de su cinturón; una imagen holográfica de una mujer y dos pequeños se formó ante él; extendiendo su mano trató de tocarla, pero era solo una imagen; temía que esta vez no volvería a su hogar. No alcanzó a tomar su arma para defenderse, cuando una descarga de plasma golpeó su cabeza, quedando un mudo recuerdo de una familia que nunca más se  reuniría.

Ricardo y Marcia no podían creer lo que estaba ocurriendo; si no se los hubiese contado Cati pensarían  que solo era una broma. Pero sabían que ella no mentiría, ya que conocían cada uno de los circuitos desde el momento en que la diseñaron. Era como su hija y ella les había pedido algo muy especial que solo ellos le podían dar. En el taller en que habían estado trabajando los dos últimos días sin parar, se sentían como un niños dentro de una juguetería solo para ellos. Tenían todos los materiales necesarios para construir a diez Cati si así lo desearan y disponían de herramientas y equipos que ni siquiera conocían.

-Es increíble; comentó Marcia. -Demoramos quince años en reunir los materiales y construir a Cati y ahora en solo dos días tenemos casi listo un cuerpo idéntico al suyo, incluido su cerebro cuántico.

-No me imagino donde estamos, pero debe ser una instalación militar de una de las superpotencias que controlan el mundo; opinó Ricardo. -He escuchado a muchos técnicos y soldados hablar en distintos idiomas; parece que provienen de distintos países.

-¿Te refieres a algo así como la OTAN?; preguntó Marcia.

-Supongo; respondió Ricardo. -Esto definitivamente es una base militar.

La puerta se abrió y por ella entró una mujer asiática de una edad difícil de determinar, que traía una cajita en sus manos.

-Buenos días señorita Díaz y señor Briceño; yo soy la Doctora Yuriko Yashima.

-Buenos días; contestaron los dos.

-Que bien habla el castellano, doctora; observó Marcia.

-En realidad hablo diez idiomas y veintitrés dialectos; dijo la japonesa como si eso fuera lo más normal.

-Ya veo; respondió cortésmente Ricardo.

-Pero eso no es nada comparado con su genialidad señor y señorita; los alabó la Doctora Yashima. -He podido ver por video el desempeño de su androide en el campo de batalla; es realmente increíble. Su capacidad de respuesta física y la flexibilidad de su cerebro para activar o desactivar emociones la convierten en el soldado perfecto.

-Lo que no comprendo bien es como lograron insertar emociones en un robot; consultó la doctora.

-La verdad es que no es tan difícil; contestó Marcia. -El cerebro de Cati es una computadora cuántica, que puede soportar cualquier tipo de programación.

-Nosotros solo insertamos un programa autoevolucionable básico  de emociones; es decir, le implantamos la capacidad de desarrollar emociones. Nosotros no le programamos las emociones en sí, éstas se desarrollan solas en ella, como en cualquier mujer adulta; terminó de explicar Ricardo.

-Realmente es fascinante; elogió  la Doctora Yashima.

-Ricardo diseñó también el submarino de inmersión extrema Tritón y los trajes de actividad abismal; contó Marcia orgullosa de él.

-Realmente lo felicito profesor Briceño, respondió la asiática.

-O nada de eso, yo no soy profesor, soy solo un humilde ingeniero; respondió modestamente Briceño.

-Pero bueno, vamos al grano; dijo la Doctora Yashima abriendo la caja que llevaba.

-¿Qué es eso?; preguntó Marcia.

-Una modificación para el nuevo androide que construyen, respondió la japonesa.

-¿Una modificación?; preguntó Ricardo. -¿De qué se trata?

-Es un regalo de la General Laberne; contestó la doctora.

-¿Pero qué es?; quiso saber intrigada Marcia.

-Véalo usted misma; dijo Yashima.

Poniendo la pieza en un soporte, lanzó contra ella una llave de tuercas, la cual golpeó algo en el aire antes de pegar en la pieza.

-Eso es una barrera electromagnética; observó sorprendido Ricardo.

-Precisamente; asintió la doctora.

-Pero será difícil insertarla en el cuerpo nuevo; objetó Marcia.

-Nada de eso; corrigió la Doctora Yashima.

Tomando la pequeña pieza la puso en la cintura del cuerpo cibernético, e inmediatamente ésta extendió unos filamentos y se fusionó a los circuitos de la nueva androide.

-Desde ahora el nuevo cuerpo de Cati estará protegido por un escudo de energía; concluyó Yuriko Yashima, orgullosa de su invento.

-Ya casi está listo este cuerpo, tan solo falta terminar algunos detalles; observó Ricardo.

-Su cerebro está listo para recibir la mente de Katherine Bravo; agregó Marcia.

-Solo queda esperar que no sea necesario su uso; comentó Ricardo preocupado por su criatura, que estaba afuera metida en una guerra.

En la ciudad la situación era angustiante para la población civil que se enfrentaba con sus más profundos temores.

Llevaba escondida desde que comenzó el ataque; no sabía cuánto tiempo había pasado de eso, pero sentía hambre y sed. Cuando llegaron los invasores ella se escondió en un hueco detrás de un mostrador en la oficina de correos; hacía un rato que no se escuchaba ninguna explosión, pero no se atrevía a salir aún. Alguien entró por la puerta rota y cerró fuerte los ojos pues tenía demasiado miedo; su corazón casi se detiene cuando siente una mano posarse en su hombro.

-¿Señorita, se encuentra bien?; preguntó un hombre en francés. Se trataba de un soldado que revisaba en busca de sobrevivientes. -¿Desea agua?; le ofreció de su cantimplora. Con desesperación la mujer sintió como el líquido refrescaba su garganta.

-Venga, vamos a un refugio; dijo el soldado tomándola de la mano.

Cuando habían avanzado unos cuantos metros se encontraron cara a cara con dos alienígenas. El soldado disparó contra uno, matándolo inmediatamente, pero el otro de un golpe lo desarmó, tirando su rifle al suelo. El alienígena tampoco llevaba  su arma, o la había perdido o se le había descargado y la había dejado tirada; ese sería un combate a mano. El soldado no había visto pelear a mano limpia a los invasores y se sorprendió que no fueran más fuertes que un humano. Sin embargo, al parecer había recibido entrenamiento en combate desarmado; se movía bien, pero no lo suficiente para enfrentar a un vampiro. De un golpe en la escafandra del alienígena puso fin al combate y a la vida de éste.

Con el camino ya libre el soldado llevó a la mujer a donde se había establecido un hospital de campaña para dar refugio y atender a los heridos sobrevivientes, después volvió a su ronda porque aún quedaba mucho que hacer. Había que encontrar  y aniquilar a los invasores que quedaban en tierra y rescatar a cuanto sobreviviente hubiera.

En el cuartel del ejército de los vampiros una unidad se preparaba para salir a combate.

-¿Señor Norton, viene o se va a pasar el día viéndose al espejo?; preguntó impaciente el sargento. -No tenemos tiempo que perder, nuestra unidad está por partir.

-Es increíblemente liviana esta armadura; comentó Robert al soldado que lo llevaba hasta la unidad de asalto.

-Pronto pdrá darle uso, pero recuerde que aún con ella lo pueden matar; le avisó el sargento.

La unidad de asalto avanzaba rápido rumbo a un punto donde se habían refugiado varios alienígenas. En un barrio periférico de la ciudad lo encontraron fortificado prácticamente  por los restos de los edificios caídos a causa del primer ataque.

-Sargento, informe; ordenó el teniente al mando de la unidad.

-Tenemos diez hostiles con armamento portátil, están muy bien parapetados; informó el soldado.

-Terminemos rápido con esto. Disparen cargas de plasma con el blindado; ordenó el teniente. -Fuego.

Las cargas de plasma salieron veloces contra el refugio extraterrestre; sin embargo, el escondite de los invasores permaneció intacto.

-Tienen una barrera de energía; informó el sargento. -Nuestras armas no pueden atravesarla.

-Cabo localice el generador del campo de fuerza, debemos volarlo; ordenó el teniente.

-Rastreando señor; respondió el soldado. -Lo tengo, está en la parte trasera del refugio de los hostiles.

-Sargento, vaya con dos hombres y bote la barrera; mandó el oficial.

-Acompáñeme señor Norton, a menos que prefiera la seguridad del transporte; dijo el soldado.

Robert no contestó nada, solo activó el camuflaje de su armadura.

Los tres soldados se acercaron sigilosamente hacia la parte de atrás del escondite enemigo.

Se movían como fantasmas invisibles los tres, sin embargo sorpresivamente dos disparos estallaron a un metro de ellos. Agazapados mientras los rayos volaban sobre sus cabezas, el sargento lo comprendió.

-Son armas automáticas, accionadas por sensores de movimiento; avisó a sus hombres.

-Debemos tratar de acercarnos al generador de la barrera para anularla; opinó el sargento. Los soldados avanzaron entre los disparos con sus propias barreras de energía activas. Un disparo golpeó a uno en una pierna y aunque no le provocó ningún daño, lo hizo momentáneamente visible.

-¡Demonios!; exclamó molesto el soldado. Todos los disparos se concentraron sobre él y el sargento, los que estaban tirados en el suelo disparando desde abajo, pudiendo matar a tres alienígenas.

Robert sin perder tiempo aprovechó la distracción  y corrió hacia el generador de la barrera de energía alienígena. Una vez junto a él no se preocupó siquiera de entender cómo funcionaba y puso en su base una granada  de tiempo. Corrió lo más rápido que podían sus piernas y se lanzó donde se habían refugiado el sargento y el otro soldado, en el momento justo en que la granada estallaba haciendo volar cientos de piedras por el aire.

-Barrera destruida; informó el sargento al teniente.

Los tres soldados aumentaron al máximo la fuerza de sus escudos, ya que el blindado disparaba una potente carga de plasma contra el refugio alienígena, botando su improvisada puerta.

-Entremos; ordenó el teniente. -Quiero ver porque se protegieron tanto.

Una vez dentro del escondite, los soldados dispararon contra todos los alienígenas que encontraron. Robert recibió dos disparos, que no le hicieron más daño que desprender tres pequeñas placas de su armadura, pero que gracias a ella no lo lastimaron.

Con mirada rápida el teniente vio que quedaban dos invasores con vida y que el traje de uno de ellos era distinto al del resto. El militar terrícola no tardó mucho en entender por qué.

-Es un oficial, captúrenlo con vida; ordenó a sus hombres, los que tras matar al otro extraterrestre lo rodearon con sus armas. Entendiendo perfectamente la situación, el oficial alienígena dejó caer su arma al suelo y levantó los brazos. Sus manos fueron inmovilizadas por esposas que se apretaban más cuando trataba de soltarse, provocándole gran dolor en las muñecas.

-Vuelen el lugar; ordenó el teniente y llevemos al prisionero a la base.

En el vehículo de asalto encerraron al prisionero en una pequeña celda cerrada con una barrera de energía.

-Unidad de asalto volviendo a la base con cargamento estratégico; avisó por radio un cabo. -Entraremos directo al área de confinamiento.

Tres guardias armados, cubiertos con sus trajes furtivos condujeron al oficial prisionero a una celda aislada y quitándole el casco se retiraron. Instintivamente el alienígena se llevó las manos a la nariz y boca pensando que se asfixiaría pronto, pero los minutos transcurrieron y él seguía con vida. Aunque estaba sorprendido, entendió que su prisión había sido llenada con una atmosfera respirable por él. Los terrícolas querían mantenerlo un tiempo con vida y eso solo podía significar una cosa.

-¿Está segura de esto Majestad?; preguntó preocupado el General Sartorius, que aunque trataba de no pensar en ello, no podía acostumbrarse a ver a la Reina vistiendo un tarje de combate furtivo.

-Totalmente general, creo que soy la persona indicada para este trabajo; contestó Lilith quitándose el casco y en su lugar poniendo un delgado lente que se cerró en su nuca a modo de cintillo y que cubría sus ojos, mientras sobre su boca y nariz ponía una mascarilla transparente.

Una doble puerta permitía mantener la atmósfera dentro de la celda; así cuando Lilith entró, quedó dentro de una pequeña cámara de paso; una luz roja se encendió, indicándole que ya había sido retirado todo el oxígeno de esa parte de la celda. Solo entonces se abrió la otra puerta.

Sin decir nada, Lilith caminó en torno al prisionero, mirándolo de pies a cabeza. Entonces, después de un rato se puso frente a él y con su mirada y voz más dulce comenzó a hablarle.

-Por favor relájese, como puede ver no tiene nada que temer; dijo Lilith tocando su mascarilla con la punta de un dedo. -Aquí respetamos a los oficiales prisioneros. Bueno descanse y por favor no piense en su nave madre.

Una agradable sensación de tranquilidad inundó el ser del oficial alienígena.  Su mente se llenó de dulces recuerdos de su planeta natal; veía su mundo, su sol y los planetas de su sistema solar; de pronto su recuerdos lo llevaron a cuando venía rumbo a la Tierra en su nave madre. Con que placer recordaba sus pasillos, sus salas de máquinas y sus compuertas; nunca había pensado en lo lindas que eran; lo más placentero de recordar fue el puente principal de mando, con todos sus códigos.

-Supongo que el código de acceso desde el exterior debe ser un secreto muy grande comandante, pero ya no tendrá que preocuparse más de él; dijo tiernamente Lilith. -Aquí está entre amigos ahora y ya no necesitará más recordar ese molesto código.

Ya había paz y no era necesario recordar el código de acceso de la compuerta exterior pensó el oficial; recordó cuando tuvo que memorizarlo al abordar la nave nodriza.

-¿Le gusta el aire que hicimos para usted amigo?; preguntó coquetamente Lilith. -Supongo que no es tan fresco como el que circula por todo el sistema de ventilación de su nave.

-Deben ser muy complicados y enredados toda esa red de ductos de ventilación; opinó Lilith sin darle mayor importancia.

La verdad es que al oficial prisionero no le parecían tan complicados, fácilmente podía recordar todo el plano de ellos. Era increíble como los terrícolas se podían hacer problema con algo tan sencillo, que le hacía hasta gracia.

-Bueno ha sido un placer conocerlo comandante, puede seguir descansando; por lo visto ha tenido un sueño muy agradable, pero lo olvidará cuando yo me retire; solo se sentirá en paz consigo mismo, hasta pronto mi amigo; se despidió gentilmente Lilith.

Cuando la puerta se abrió, la Reina entró en la pequeña cabina que había antes de la celda y esperó a que se encendiera la luz verde que indicaba que la atmosfera reductora había sido reemplazada por el aire de la Tierra.

-Ha sido como robarle sin violencia la sangre a un humano; dijo sonriendo Lilith, mientras se quitaba su cintillo telepático y de él sacaba una pequeña tarjeta de memoria.

-Aquí está todo general, que los ingenieros aeroespaciales analicen la información; mandó la Reina. -Cuando tengan todos los datos necesarios, preparen el abordaje de la nave madre. Les daremos a respirar oxígeno puro.

-Como ordene Majestad; respondió el General Sartorius.

-Así se  hará Majestad; contestó el General Renoir.

-Yo dirigiré personalmente el abordaje Majestad; dijo Lizbeth, quien con orgullo había presenciado el elegante interrogatorio llevado a cabo por su madre.

-Muy bien, pueden proceder como ustedes lo estimen conveniente generales; consintió Lilith. -El prisionero es todo suyo Doctor Lacroix, solo trate de no hacerlo sufrir mucho; no quisiera que los invasores crean que somos unos depredadores sedientos de sangre; dijo sarcásticamente Lilith. -Otra cosa, manténganlo con vida, puede que podamos sacarle más información.

-El nuevo cuerpo ya está listo; concluyó Marcia. -El Tritón debe subir a la superficie para poder realizar la transferencia de Cati, si es necesario.

A mil metros de profundidad, el Capitán Richard Sawyer del submarino Niebla recibe la comunicación desde el centro de mando de la Nación Vampira.

-Profesor Cerda, se me ha ordenado llevar al Tritón a la superficie momentáneamente. Usted y su tripulación deben permanecer en este hábitat; el submarino Tormenta se quedará aquí con ustedes en caso de emergencia; informó el Capitán Sawyer.

-Yo deberé subir con ustedes; opinó el mecánico Juan Mardones; sus hombres no van a saber usar el mecanismo de auto descompresión.

-Le aseguro que la descompresión no representa ningún problema para nuestra salud, señor Mardones; dijo enigmáticamente el marino.

-Creo que no tenemos más alternativa; aceptó el profesor Cerda.

-Una última cosa capitán, bajo ninguna circunstancia se deben acercar a estas coordenadas; advirtió el profesor. -En ese punto existe un portal que comunica con distintas realidades alternas y si caen ahí, posiblemente nunca podrían volver a esta dimensión.

-Gracias profesor, ya había sido puesto al tanto al respecto; observó el oficial.

Un grupo de marinos del Niebla abordaron el Tritón y juntos, ambos submarinos ascendieron rápidamente hacia la superficie.

Una hora después el Niebla se comunicaba con el Tormenta.

-Profesor Cerda, el Tritón y el Niebla ya se encuentran en la superficie; informó el Capitán Santos del submarino Tormenta.

-Pero si salieron hace una hora apenas; observó la Doctora Bárbara Soto.    -Nadie puede soportar un ascenso tan rápido sin sufrir una embolia.

-Digamos y, confórmense con eso, que es un secreto militar; dijo el Capitán Santos.

La captura de la nave invasora debía llevarse a cabo en forma rápida y lo más sigilosamente posible, para que la resistencia fuese la menos posible por parte de los alienígenas.

-La unidad de asalto de la Princesa ya está cargada con los cilindros de oxígeno; informó un técnico.

-Muy bien, despegamos enseguida. Esta vez vienes conmigo; dijo la Princesa a Cati.

-Como ordene señora; contestó fríamente ella.

Sin que nadie lo notase, Robert se coló en la unidad de asalto de la Rosa Negra y sabiendo lo peligrosa que sería esta misión, quiso estar junto a Katherine.

La nave de la Princesa se aproximó lentamente, a la velocidad mínima, para no provocar ninguna perturbación en el aire que pudiese ser detectada por los sensores de movimiento de la nave alienígena; manteniendo silencio absoluto la comunicación sería solo telepática, utilizando cintillos de comunicación. Sin ser detectada, la unidad de asalto se ubicó junto a la compuerta de acceso de la nave extraterrestre, uniéndose a ella mediante un rayo magnético.

Los vampiros se desplegaron por la nave invasora llevando su carga letal de oxígeno. Todos los ductos de ventilación habían sido cubiertos por los invisibles asaltantes. Ante una señal de la General Laberne, todos los cilindros del mortífero gas fueron abiertos al mismo tiempo, inundando la nave con un asesino imperceptible.

Uno a uno los invasores fueron cayendo muertos. Sin embargo, habría algo de resistencia, ya que unos pocos alienígenas alcanzaron a ponerse sus cascos y así evitar el envenenamiento.

Gracias a los planos obtenidos por la Reina, los comandos se pudieron mover rápidamente por toda la nave. Lamentablemente la nave no podría ser volada, ya que la detonación de un motor cuántico dentro de la atmosfera, devastaría el planeta entero; solo quedaba tratar de anular su suspensión antigravitatoria y derribarla.

De los cientos de tripulantes que había en la nave alienígena, no quedaban más de veinte con vida, el resto había perecido por envenenamiento con oxígeno.

-Busquen sobrevivientes; ordenó la General Laberne. -No quiero prisioneros, vaporícenlos a todos.

Los vampiros se desplegaron como una jauría de lobos por toda la nave; guiados por su visión infrarroja barrieron cada sección. En realidad la resistencia fue prácticamente nula; avanzando en modo furtivo, localizaban a la presa y los hacían desaparecer con sus vaporizadores.

En alta mar el Niebla rastreaba aire y mar en su misión de escolta del Tritón.

En el puente de la nave nodriza Cati localizó la computadora principal. Debía sacarse los guantes para poder acceder a la información almacenada en ella, con lo cual perdería su camuflaje. Sus dedos pronto hicieron contacto con la computadora y sus secretos. El centro de mando del ejército vampiro recibía información a raudales insospechables. Lizbeth por su lado inspeccionaba los controles de vuelo y navegación. Tan absortas estaban que no vieron al alienígena que se aproximaba, el cual avanzaba con arma en mano. Robert que hasta el momento había estado inmóvil, se lanzó hacia él en el momento en que éste disparaba contra Cati; el primer disparo perforó la armadura del piloto, en tanto que el segundo lo golpeó en el abdomen sin protección ahora. Ante los disparos Lizbeth y Cati se volvieron al unísono; la vampiresa en menos de un suspiro disparó una descarga de su vaporizador contra el alienígena. Cati de rodillas sostenía a Robert y revisaba sus signos vitales.

-Tiene una herida interna, debo operarlo enseguida; dijo sin ninguna emoción en su voz.

-Llevémoslo rápido a la unidad de asalto; sugirió Lizbeth.

Cati corría cargando a Robert en sus brazos, mientras Lizbeth llamaba  a sus hombres.

-Repliéguense ahora, regresen a la unidad y que un equipo de demolición venga a votar esta nave; ordenó mientras seguía corriendo a velocidad normal para no dejar sola a Cati.

Desde un recoveco un alienígena disparó con un laser contra Cati, golpeándola en la espalda, la que dejó escapar varias chispas; dos disparos más le dieron, haciéndola trastabillar. Lizbeth se volvió y vaporizó al atacante.

Cati avanzaba con dificultad cargando a Robert mal herido. A unos pocos metros se encontraba la escotilla de la unidad de asalto; ya en ella Cati depositó en el piso con sumo cuidado a Robert.

-Debo operarlo enseguida o morirá; concluyó la androide.

-Fue herido con un arma de pulso, tiene daño interno; advirtió Lizbeth.

Con mano temblorosa Cati tomó un bisturí. Nunca sus manos habían temblado antes.

-No puedo hacerlo, dijo Cati a Lizbeth. -Mi sistema motriz fue seriamente dañado y no logro controlar mis movimientos; debes operarlo tú.

Con una sangre fría única, Lizbeth manipuló el bisturí y las pinzas de sujeción

-No logro detener la hemorragia, su presión sanguínea está bajando rápidamente; avisó a la androide.

-Morirá; dijo Cati.

-Yo puedo salvarlo, claro que se convertiría en un vampiro, pero tú tienes que decidirlo ahora ya; la apremió Lizbeth mientras crecían sus colmillos y elevaba una esfera luminosa roja en el interior del vehículo.

-Hazlo por favor; rogó Cati.

Sin tiempo que perder Lizbeth clavó sus colmillos en el cuello de Robert, succionando toda su sangre. Como sabía que por sus heridas él no lograría recuperarse a tiempo, descubrió su brazo y clavó un catéter que conectó a una vena de él, dándole su sangre vía transfusión.

-Volvemos a la base. Tenemos una emergencia médica; informó por radio un sargento.

-Briceño necesito ese cuerpo ahora; dijo Cati desplomándose sin ninguna reacción, aparte del humo que seguía saliendo de su espalda. En un último esfuerzo la androide logró transmitir toda la información almacenada en su cerebro a la computadora del Tritón.

Ricardo y Marcia, con la ayuda de la Doctora Yashima, realizaron el enlace con el submarino vía las computadoras del centro de mando.

-Señor, desde el centro de mando principal solicitan que se inicie la transmisión de datos desde la computadora del Tritón; informó el radio operador.

-Inicien la transmisión ahora; ordenó el Capitán Sawyer.

-Seis contactos se aproximan rápidamente  desde Europa señor; comunicó el operador de radar.

-Fuego proyectiles antiaéreos; ordenó el capitán.

Dos cazas alienígenas fueron abatidos por las defensas del Niebla; pero cuatro continuaban imparables tras destruir en el aire los proyectiles.

-Fuego a discreción; ordenó el capitán. -Debemos aguantar hasta que la transmisión de datos termine.

-Señor; tres contactos más se aproximan. Vienen a mach 10; informó el operador de radar. -Son Vampiros Fantasma.

Curvando el aire con su velocidad hipersónica. Los tres aviones vampiros se lanzaron en la persecución de los  cazas alienígenas; tres fueron derribados por los interceptores sin mayor dificultad.

-Transmisión completa; informó un oficial.

 

-Inmersión;  ordenó el capitán.

-Señor, la nave hostil sobreviviente se sumergió y nos persigue; notificó el operador de sonar.

-Torpedos 2, 4, 6 y 8; ordenó el capitán.

Los cuatro proyectiles siguieron como tiburones a su presa que intentaba escabullirse. La nave alienígena estaba equipada para el combate submarino y lanzando pequeños proyectiles hizo estallar los cuatro torpedos antes de que dieran en el blanco.

-Impactos negativos señor, tienen contramedidas; informó el operador de sonar.

-Veamos cómo se las arreglan con la red; meditó el Capitán Sawyer.

De la proa del Niebla, salió veloz un único proyectil, que al acercarse a la nave alienígena se separó en cuatro proyectiles más delgados, los que sujetaban los cuatro vértices de una gran red. Acelerando su marcha alcanzaron la nave enemiga, envolviéndola en la malla, la cual comenzó a contraerse, apretando a su presa, hasta que su casco se partió a causa de la gran presión ejercida.

Algo aturdida Katherine abrió sus ojos observada atentamente por Ricardo y Marcia.

-¿Cómo te sientes Cati?; preguntó Ricardo a la androide.

 

-Funcionalidad al 99 %, circuitos lógicos operativos, circuitos emocionales operativos, todos los sensores funcionando, todos los software operativos; contestó Cati haciendo un diagnóstico interno de ella. -Transferencia de recuerdos completa. Me siento muy bien Ricardo; gracias por tener a tiempo este cuerpo.

-Te agregamos unas cuantas modificaciones; agregó la Doctora Yashima tirando una herramienta hacia Cati, la que cayó al suelo sin llegar a tocarla.

-Es una barrera de energía; observó la androide. -Me  gustaría haberla tenido hace una hora.

-¿Cómo está Robert?; preguntó muy preocupada.

-Se recupera en la sección médica; le indicó la Doctora Yashima.

Media hora después Katherine entraba a ver cómo se encontraba Robert.

-Hola, me hiciste pasar mucho susto; dijo Katherine a él, quien estaba acostado en una camilla.

-No te creo mucho; comentó él. -Estabas en la modalidad de exploración y combate, así es que no tenías emociones.

-Tonto; contestó Katherine besándolo. -¿Cómo te sientes?

-Muy bien; respondió Robert. -De hecho me siento fuerte y con mucha energía. ¿Qué me hicieron?

-¿Recuerdas que te dispararon?; preguntó ella sentada junto a él.

-Sí, me dieron duro, pero la armadura me salvó; respondió él.

-De hecho la armadura se rompió; aclaró Katherine. -Sufriste heridas internas.

-¿Tú me operaste?; preguntó Robert.

-No pude hacerlo; contestó ella. -Mi cuerpo fue destruido.

-Pero te ves muy bien; observó confundido Robert.

-Este cuerpo es nuevo; aclaró ella.

-No noto ninguna diferencia; observó él.

-No quiero ninguna diferencia, me gusta como soy; agregó ella.

-Bueno, como te decía, estabas gravemente herido y podías morir en cualquier momento, cómo yo no podía ayudarte le pedí a la Princesa que lo hiciera; sin embargo tenías heridas internas y no se detenía la hemorragia. La única opción que quedaba para salvarte me la ofreció Lizbeth, pero debía aceptar rápido; no había tiempo que perder, así es que le dije que sí; continuó explicando Katherine.

-¿Qué fue lo que ella hizo?; preguntó Robert sentándose lentamente en la cama.

Tomándolo con cuidado ella lo ayudó a sentarse.

-Ella te mordió y bebió toda tu sangre y, mediante una transfusión te dio de la suya; terminó de explicar Katherine.

-¿Eso quiere decir que me convirtió en un vampiro?; preguntó Robert.

-¿Qué querías que hiciera?, no quería dejarte morir; trató de justificarse Katherine. -Sé que actué en forma egoísta y solo pensé en mí, pero no quería quedarme sola; trataba de excusarse ella.

-Tranquila, no te estoy reprochando nada; le respondió Robert tomándola de la mano. -Es solo que esto es algo totalmente inesperado.

-¿No estás enojado conmigo entonces?; preguntó Katherine.

-Claro que no, supongo que yo habría hecho lo mismo. Tampoco habría querido perderte; respondió Robert.

-Pero cuéntame sobre la misión, ¿qué pasó con la nave?; quiso saber él.

-Fue derribada finalmente y todos sus tripulantes han muerto; respondió ella. -Sin embargo, esto no ha terminado; quedan varios focos de resistencia alienígena aún en la ciudad y hay que acabar con todos ellos.

-Entonces mejor pásame la ropa, que hay trabajo pendiente; pidió Robert.

-Nada de eso, aún estás débil; negó ella.

-Pero si ahora soy un vampiro, puedo aguantar; alegó él.

-Aunque así sea dije que no; respondió Katherine.

-Pero me siento mejor; insistió Robert.

-Verás, la Doctora Troncoso, que te está atendiendo, dice que tu recuperación es muy rápida debido a que ahora eres un vampiro, pero debido a que tu transformación ocurrió cuando estabas en estado crítico, no te has curado totalmente aún; explicó calmadamente ella.

-Pamplinas, ya estoy bien; insistió porfiadamente él.

-¡Ya basta!, te dije que te ibas a quedar aquí y eso es lo que vas a hacer; dijo enojada Katherine alzando la voz.

-Yo, lo siento…, no debí gritarte, pero no sé lo que me pasó; se disculpó confundida ella, quién nunca antes se había enojado.

Cuando Robert salió de su asombro, le cogió las manos a ella. -Está bien, es solo que te enojaste, eso es normal, yo no debí insistir tanto; le dijo para consolarla.

-Marcia me explicó que las emociones a veces eran confusas; por un lado te amo y me gusta estar contigo, pero por otro lado me sentí muy enojada contigo al mismo tiempo; agregó ella.

-A veces nos enojamos cuando una situación o persona nos molesta o nos hace sentir frustración; trató de explicarle Robert.

-No me gusta el enojo; dijo Katherine.

-Es algo a lo que te expusiste cuando aceptaste que te implantaran la capacidad emocional de los humanos. En todo caso yo te ayudaré a controlarlo; ofreció él, dándole un beso en la boca. -Listo, ¿pasó ya?; preguntó Robert.

-Aún no; respondió ella dándole un beso más grande. -Ahora  sí; respondió sonriendo.

-En serio, quiero que descanses un poco más; insistió Katherine, acomodándole la cabeza en la almohada.

-Está bien; contestó Robert resignado. -Sí, como no; pensó para sí.

Cati se dirigió al centro de mando para averiguar cómo iba todo, ya que se podría decir en forma precisa que ella estuvo inconsciente por más de una hora y eso podría ser mucho tiempo durante una guerra.

-¿Cati, cómo te sientes?; preguntó Lizbeth al verla entrar al salón.

-Operativa en un noventa y nueve por ciento señora; respondió la androide. -Me siento bien, gracias; se corrigió.

-¿Y Robert?; quiso saber la Reina.

-Recuperándose rápidamente en el hospital, Majestad, pero muy porfiado cómo todo buen paciente; respondió Cati.

-Me alegro; agregó Lilith.

-La misión fue todo un éxito, Cati; informó el General Sartorius. -La nave fue derribada y ahora nuestros ingenieros la están estudiando.

-Con la tecnología que posee podremos avanzar varios siglos la nuestra y en algunos años más podremos repeler en  el espacio cualquier intento de invasión, por si desean regresar; observó el General Marcel Renoir.

-Tal vez yo pueda ayudarlos para que podamos impedir una nueva invasión antes de que empiece; dijo Cati acercándose al terminal que ocupaba.

-Pude obtener mucha información valiosa de la computadora de la nave nodriza; agregó ella. -El planeta de los invasores alienígenas se encuentra a ciento cincuenta años luz de aquí; esta es la ruta más corta y rápida desde la Tierra, la cual implica cruzar por un agujero de gusano hasta las cercanías del sistema planetario de ellos; sin embargo, la única forma de cruzarlo es utilizando un motor cuántico, aun así el viaje demoraría varios meses. Aunque no significa nada en la vida de un vampiro, la permanencia prolongada en el espacio si los debilitaría mucho. Esto se evita con el sistema de suspensión vital que utilizan los alienígenas, el cual debe ser modificado para el metabolismo de un vampiro; hablaba sin parar Cati, mientras la pantalla principal del centro de mando se iba llenando de esquemas, diagramas y fórmulas.

-La tecnología bélica de ese planeta es muy alta, así es que no recomiendo un ataque frontal. Envíen  una nave espía que ingrese a una zona deshabitada del planeta; mediante ingeniería genética modifiquen los microorganismos responsables de la formación de su atmósfera, para que empiecen a producir y liberar oxígeno y se reproduzcan a una taza mayor de la normal; así, al cabo de unas cuantas décadas, su planeta estará totalmente contaminado con oxígeno; continuó.

-Como una atmósfera reductora es dañina también para un vampiro, sugiero el envío de  androides de combate carentes del módulo emocional para que se desenvuelvan en la atmósfera; dijo Cati mientras en el monitor aparecían los planos para construir androides similares a ella; concluyó.

-¿Sugieres enviar una o más naves al planeta de los invasores e invadirlos a ello?; preguntó meditativo el General Sartorius.

-Claro que no general, una invasión sería lo último que se me ocurriría; respondió Cati.    -Estoy hablando de aniquilar todo ese planeta para que nunca más, a ningún otro planeta, ni a éste vuelvan a hacer lo nos hicieron. Al revisar las bitácoras de la nave nodriza, pude comprobar que la idea de la invasión está tan fuertemente arraigada en su forma de vida y en su sociedad, que no saben vivir de otra forma; lo cual los hace una especie peligrosa para toda la galaxia; concluyó la androide con la mirada dura, pero cargada de emoción, dominada por el odio que en ese momento sentía.

El hecho de que Robert casi muriera en sus brazos y el haber sido ella misma muerta literalmente, le había hecho sentir odio por primera vez y esa era una emoción muy fuerte y que debería aprender a controlar, al igual que sus otras emociones. Una mano se posó en la cabeza de Katherine y la acarició con ternura; era Lilith que entendía perfectamente por lo que estaba pasando su confundida mente.

 

-Acompáñame un momento; le pidió la Reina. -Sé que estás pasando por algo nuevo para ti; bueno, en realidad para todos. A veces no es bueno tratar de suprimir todas las emociones.

-Pero yo puedo; dijo Katherine.

-No, tú las puedes desconectar momentáneamente; corrigió Lilith.

-Te aconsejo no intentar luchar contra lo que estás sintiendo ahora; aconsejó la Reina. -En vez de eso te sugiero que la dejes  fluir hasta que se apacigüe sola esa rabia.

-¿Pero si lastimo a alguien sin querer?; observó Katherine.

-Ese es un buen punto; opinó la Reina. -Pero existe una forma en que puedes quemar todas esa rabia que te está molestando.

Katherine miró intrigada a Lilith.

-Llegamos; dijo la Reina abriendo una puerta. -Quédate aquí el tiempo que necesites.

La Reina había llevado a Katherine hasta un gimnasio donde había, entre otras cosas, unos cuantos muñecos para practicar combate cuerpo a cuerpo. Cuando se quedó sola, luego de mirar toda la habitación, se decidió por uno en particular, sobre el cual descargó toda su furia; hasta que después de mucho golpearlo se rompió bajó la fuerza de sus golpes. Emocionalmente exhausta, se sentó en el piso y comenzó a llorar, un llanto sin lágrimas, ya que no tenía. Después de un rato, una vez totalmente tranquila, arregló su cabello y se dirigió al centro de mando.

-El Doctor Lacroix tiene una idea sobre cómo localizar los focos de resistencia alienígena; contó Lizbeth.

-Como ya saben todos los seres vivos generan un campo electromagnético específico para cada tipo; explicó el Doctor Lacroix. -Gracias al alienígena que tenemos cautivo, hemos podido descubrir la frecuencia y longitud de onda del campo que su especie genera; así como lo mismo para la barrera de energía que utilizan. Ahora bien, recalibrando los sensores de los satélites espías podemos localizar en forma precisa a los invasores que aún quedan en la Tierra; concluyó el médico.

-Si no me equivoco, esa misma estrategia la utilizamos hace algunos años en Santiago de Chile; observó el General Renoir.

-Tiene razón general, y en esa oportunidad comprobamos que es una técnica totalmente confiable.

-¿Cuánto demorará en recalibrar todos los satélites del planeta doctor?; preguntó el General Sartorius.

-¿Todos?; preguntó sorprendido el doctor.

-El submarino Niebla tuvo un enfrentamiento con cazas enemigos en aguas de Pacífico Sur. Por lo visto no se han quedado sobre París solamente; observó Sartorius.

-Bueno, como debe hacerse uno por uno, supongo que no menos de dos días, general; respondió el médico.

-Pero eso es demasiado tiempo doctor; explotó Sartorius.

-Yo le puedo ayudar al doctor; dijo Cati.

-Mejor, no tenemos tiempo que perder; concluyó el general.

-Por favor indíqueme las frecuencias y longitudes de ondas correspondientes doctor; solicitó Cati.

Una vez más los dedos de la androide volaban sobre los teclados. En el mapamundi que dominaba la pared frontal del centro de mando se encendieron varias luces rojas que indicaban los distintos satélites del planeta; a los pocos minutos todas las luces rojas fueron cambiando a verde.

-Todos los satélites están recalibrados General Sartorius; informó Cati.

-Muchas gracias; respondió el general.

-Por favor localicen los focos de resistencia alienígena; solicitó el General Renoir.

Pocos minutos después, una lista con varias coordenadas y mapas adjuntos aparecieron en la pantalla.

-Ahí los tiene general; indicó Cati.

-Preparen la neutralización final generales; ordenó la Reina.

Los comandantes de las patrullas y las unidades de asalto se reunieron poco después con la General Laberne para planificar la neutralización de los focos de resistencia alienígena que aún quedaban desperdigados por la ciudad y otros puntos del planeta.

-Señoras y señores, como ya saben pudimos repeler la invasión, sin embargo, aún quedan algunos alienígenas repartidos por la ciudad y debemos eliminarlos antes de que se organicen y se conviertan en un problema mayor. En sus terminales están recibiendo las coordenadas donde se localizan los invasores; informó la Princesa.

-Gracias a nuestros satélites espías hemos descubierto que permanecen ocultos durante el día y se alejan durante la noche de sus escondites, pero regresan a ellos antes de que salga el sol. Suponemos que piensan que se enfrentan en este planeta solo a humanos y han adaptado su ciclo de actividades a la inversa del de los humanos; continuó Lizbeth.

-Podemos usar ese error de apreciación de ellos a nuestro favor Alteza; gracias a nuestra visión infrarroja nos será más fácil localizarlos de noche; opinó la Teniente Eguigurren.

-Precisamente teniente; afirmó la general.

-En la oscuridad tenemos una ventaja natural sobre ellos, ya que nuestras observaciones indican que de noche ellos deben utilizar luz artificial para alumbrarse, de similar forma a como lo hacen los humanos; continuó la Princesa.

-Será como una cacería rutinaria; opinó confiado otro teniente.

Ana se volvió e hizo un gesto obsceno con la mano al oficial que acababa de habla, lo que no pasó desapercibido por Lizbeth.

-¿Algo qué quiera compartir con el resto de la sala Teniente Eguigurren?; preguntó la comandante llamándole la atención a Ana.

-No es nada señora, lo siento; se disculpó ella.

-Por favor teniente, sé que todos desean escuchar lo que conversaba con el Teniente Ramos; insistió Lizbeth.

-El piensa que la misión será una cacería rutinaria como la que hacemos contra los humanos, pero hay un aspecto que él está pasando por alto y es que los alienígenas, a diferencia de las presas humanas, se van a defender de nosotros con armas de plasma y de laser; observó Ana. -Además, bajo ninguna circunstancia debemos probar su sangre, porque aparte de su diferencia en composición, es básica en lugar de ácida como lo es la de los humanos y la nuestra.

-Tiene razón Teniente Eguigurren, cada misión es única y como soldados no podemos confiarnos nunca ni dar nada por hecho; comentó la General Laberne.

-Bien, sus órdenes son localizar y matar a los alienígenas que queden; usen el armamento que estimen adecuado para cada situación. Eso es todo, pueden retirarse; terminó la Princesa.

-Ana espera por favor; solicitó Lizbeth.

-Si me vas a castigar, por favor que sea después de que todo esto termine; pidió la teniente.

-Nunca castigaría a mi mejor teniente por tener razón; dijo Lizbeth. -Y sobre todo teniendo en cuenta que el General Sartorius se llevó al Teniente  Díaz a su división.

-¿Qué te molestó realmente del comentario de Santos?; preguntó la Princesa.

-Es que él cree que por ser hijo de un coronel, se las sabe todas y en la realidad es un verdadero patán; opinó Ana.

-No lo juzgues tan duro; él se ganó su ascenso por méritos propios y aunque a veces dice cosas algo tontas, en combate sus decisiones son tan buenas y acertadas como las tuyas; hizo notar la general.

-Sí, tienes razón, los hombres son muy buenos para decir idioteces. ¿Entiendes ahora por qué me gustan las mujeres?; comentó Ana.

-No sabes lo que te pierdes; dijo Lizbeth en broma.

-Me voy a quedar con la duda; respondió la teniente riendo.

-¿Algo más general?; preguntó la joven oficial.

-Eso es todo teniente, puede retirarse; la autorizó Lizbeth.

La noche caía sobre París; la devastación y la soledad a causa de los ataques sufridos por la Ciudad Luz durante los últimos días, creaban una atmósfera subyugante y sobrecogedora, que deprimían hasta a los vampiros que habían hecho de ella su territorio de caza.

La unidad de asalto se movía despacio en su modo furtivo por las solitarias calles; no era necesario ir más rápido, su GPS guiaba al vehículo inexorablemente a su objetivo. Al igual ocurría en los otros carros de asalto por toda la ciudad.

La detonación que golpeó a la unidad tomó por sorpresa a todos los soldados que en ella iban.

-Nos han detectado con sensores de movimiento; indicó un sargento.

-Fuego, fuego a discreción; ordenó el teniente.

Otro disparo hizo que los instrumentos se desconectaran un momento.

-Estamos sin barrera teniente; observó el sargento.

-¿Pero de dónde diablos sacaron este tipo de armas?; preguntó el teniente. -Sigan disparando.

El tercer disparo dejó inutilizado el sistema hidráulico del blindado.

-Cabo, alerte  a todas las unidades que no se acerquen a sus objetivos; ordenó el teniente.

-Aquí unidad de asalto quince a todas las unidades; no se acerquen a sus objetivos, repito, no se acerquen a sus objetivos. Los alienígenas tienen armas anti blindaje. Estamos bajo fuego de artillería, abandonamos el vehículo ahora; comunicó por radio el cabo.

-Aquí unidad cinco; resistan vamos para allá. Unidad trece respondiendo a llamada de auxilio; se escuchó por la radio del siniestrado vehículo, pero ningún soldado escuchó, ya que todos habían descendido y se refugiaban del ataque enemigo, abriendo fuego con sus armas laser; sin embargo, el castigo al cual eran sometidos era demasiado intenso y las barreras de energía de sus trajes de combate se debilitaban.

Cuando las armas se empezaban a sobrecalentar, tras veinte minutos de uso continuo, los escombros de dos edificios caídos volaron por el aire, debido al violento choque de dos unidades de asalto que pasaron a través de ellos, abriendo fuego inmediatamente contra la improvisada fortificación enemiga. Ahora eran los pocos alienígenas que ahí se escondían los que recibían un tremendo ataque. La barrera de energía, golpeada por las cargas de plasma y laser de ambas unidades simultáneamente, terminó finalmente por ceder.

-Sigan bombardeando hasta que no quede nada de pie; ordenó la Teniente Eguigurren.

-Disparen el laser en un barrido rasante; ordenó el Teniente Ramos.              -Quémenlo todo.

Después de esperar un rato prudente y comprobar que ya no había peligro, ambos vehículos se hicieron visibles y sus ocupantes descendieron de ellos para prestar ayuda a sus compañeros y verificar la eliminación completa de la resistencia en ese punto.

Mientras el Teniente Ramos revisaba los restos de lo que fuera el cañón que inutilizó a la unidad de asalto número quince, no se percató de que un alienígena, supuestamente muerto, se levantaba tras él empuñando un afilado fierro. Levantando la artesanal arma en lo alto para clavarla en la espalda del militar, no alcanzó a bajarla en su homicida intensión; el metal cayó al suelo aún empuñado por sus amputados brazos. Sin casi percatarse, su cabeza rodó por el suelo, cercenada por la espada que había surgido de la muñeca de la Teniente Eguigurren.

-¡Uff!, gracias Ana; expresó el Teniente Ramos. -Eso definitivamente habría ensuciado mi traje.

-Aquí Teniente Eguigurren a cuartel general; llamó Ana.

-Adelante teniente; contestó un radio operador.

-Sugiero cambiar ataque a resistencia alienígena, de unidades de asalto, por Vampiros Fantasma, con miras calibradas a campo electromagnético de los invasores; solicitó Ana por radio.

-Aquí Teniente Ramos, ratificando solicitud de la Teniente Eguigurren.

-Entendido; Vampiros Fantasma en el aire, iniciando bombardeo ahora; contestó el radio operador al otro lado de la línea.

Algo apretados, las tres tripulaciones se acomodaron en dos vehículos. Una vez que se alejaron de la unidad destruida, ésta voló por el aire al estallar los explosivos puestos por los mismos soldados que la condujeron una hora atrás. Bajo ninguna circunstancia, ni por accidente siquiera, la tecnología de los vampiros debía caer en manos humanas.

La noche se iluminó sobre París; el bombardeo de los Vampiros Fantasma barrió todo foco de resistencia alienígena.

-Creo que hemos logrado detener finalmente la invasión; opinó el General Sartorius.

-Se llevaron una desagradable sorpresa los alienígenas al encontrarse con nosotros; pensó la Princesa.

-Cierto, nunca sospecharon la existencia en la Tierra de una especie más fuerte y tecnológicamente más avanzada que la humana; agregó Sartorius.

-Eso me recuerda que en todos los informes que redacten las fuerzas armadas tradicionales, debe censurarse como información ultrasecreta toda relación a la participación de nuestros efectivos y al armamento utilizado por nosotros; dijo la Reina.

-Mis agentes en todo el mundo se encargarán de eso; respondió el General Marcel Renoir. -Nuestra existencia permanecerá oculta a los humanos.

-La crisis ha pasado; observó Cati. -Creo que mis amigos, que están en el hábitat submarino ya pueden volver a la superficie.

-Es cierto, ya no corren peligro; coincidió en su opinión Lilith. -Sargento, ordene al Niebla y al Tormenta escoltar al submarino Tritón a la superficie; indíqueles que nos encontramos en condición de alerta verde.

-Capitán Cerda, la crisis se ha superado satisfactoriamente; la invasión fue repelida y ya no hay peligro. Se me ordenó escoltarlos a usted, su personal y su submarino a la superficie; informó el Capitán Sawyers.

-No sé cómo agradecérselo capitán, ha sido muy amable en prestarnos todo su apoyo en esta crítica situación que vivimos; expresó sinceramente el profesor Cerda. -¿Puedo preguntarle si sabe si hubo muchos daños en la superficie?

-La verdad es que excepto la escaramuza que tuvimos en la superficie nosotros, no participamos mayormente; sin embargo, por lo que me han informado, París resultó seriamente castigada, ya que fue el centro de la invasión; contó el capitán del Niebla.

-Siento mucho escuchar tan lamentables noticias; contestó el profesor.        -Supongo que habría preferido haber tenido una acción más activa, que hacerlas de niñera de un montón de científicos.

-Yo soy un oficial y cumplí a cabalidad la misión que se me encomendó, no es importante si me agrade o no; dijo cortésmente el Capitán Sawyers. -Por lo visto ustedes poseen conocidos en puestos muy altos como para desplazar dos submarinos de batalla para ustedes.

-Hola cariño; saludó Katherine a Robert. -La Doctora Troncoso dice que ya estás totalmente recuperado y puedes salir cuando quieras del hospital

-Genial, ya me estaba aburriendo; comentó Robert. -Toda la diversión está afuera y yo aquí perdiéndomela.

-De hecho, ya todo acabó; aclaró Katherine. -Anoche se terminó con los últimos focos de resistencia extraterrestre sobre París.

-Pero que mala suerte; exclamó Robert.

-Si mal no recuerdo tú casi moriste en combate; le recordó ella.

-Sí, pero ahora me siento más vivo que antes; observó él.

-Tal vez yo tenga una idea de cómo puedes usar toda esa energía; dijo Katherine a Robert colgándose de su cuello.

-Buenos días, ¿interrumpo?; preguntó Lizbeth mientras entraba en la habitación de Robert.

-Adelante señora; respondió Katherine ante la Princesa.

-¿Qué tal se siente Robert?; preguntó Lizbeth.

-La verdad es que mejor a como alguna vez me sentí; respondió él.

-Lo sé; asintió la recién llegada. -Ahora es un vampiro con todo lo que eso implica.

-Sus servicios prestados en esta crisis han sido invaluables para el logro de la victoria alcanzada. Quisiera darles las gracias por todo lo que han hecho por nosotros; dijo la vampiresa.

-No tiene nada que agradecer Princesa, al fin y al cabo estábamos defendiendo nuestro planeta también; contestó Katherine.

-A propósito, le traje un regalo Robert; dijo Lizbeth entregándole un libro.

-¿Un libro?; preguntó él.

-No exactamente; contestó la Princesa.

Viéndolo mejor, Robert constató que se trataba de un manual en inglés de un Vampiro Fantasma.

-Le ofrezco iniciar su entrenamiento como piloto de nuestros aviones de combate, si es que le interesa el puesto; propuso Lizbeth a Robert.

-Yo…, no sé qué decir; respondió él.

-Di que sí, ya que desde que viste uno de esos aviones deseaste poder pilotearlo; consintió Katherine.

-Sí, está bien, acepto; respondió Robert.

-¿Y qué me dices tú Cati, te unirías a mi fuerza especial?; preguntó Lizbeth a la androide.

-No señora, prefiero permanecer como civil, claro que puede contar conmigo para lo que sea; rehusó ella.

-Comprendo y respeto tu decisión; aceptó la Princesa.

-Por lo pronto me gustaría retomar las vacaciones que usted interrumpió; continuó Katherine. -Y si no me equivoco, aún nos quedan tres semanas de la cabaña que rentamos en Sevilla.

-Respecto a eso, las cosas cambiaron por todos los acontecimientos; observó Lizbeth. -Hace poco compré esa cabaña y puse todos los documentos a nombre de ustedes, como una pequeña muestra de agradecimiento.

-No sabe cómo se lo agradecemos Princesa; respondió Robert.

-Muchas gracia Alteza; agregó Katherine. -Es usted muy generosa.

-¿Entonces acepta ingresar a nuestro ejército Robert?; preguntó Lizbeth para estar segura.

-Si general. Quiero poder sentarme lo más pronto posible ante los controles de un Vampiro Fantasma; respondió entusiasmado el piloto.

-Le advierto que antes de eso tiene que pasar por el entrenamiento básico para cualquier miembro de las fuerzas especiales y si lo aprueba, recién entonces podrá comenzar su entrenamiento avanzado de piloto; aclaró Lizbeth.

-Entiendo y no hay problema, recuerde que yo ya soy un soldado; respondió Robert.

-Sí, por supuesto; contestó Lizbeth con una sonrisa en los labios. -Bueno, un avión los llevará a Sevilla en cuanto estén listos, buen viaje y nos vemos en tres semanas más.

-¿Fue idea mía o la sonrisa de ella pareció burlona?; preguntó Robert a Katherine.

A modo de respuesta ella solo se encogió de hombros.

El  pequeño pueblo en las afueras de Sevilla se había enterado solo por los noticieros de las batallas que habían devastado París; la vida seguía sumida en su rutina y el paisaje igual de acogedor y relajante.

El día siguiente lo pasaron entero en la laguna que había en medio del bosque.

-Qué bien se siente esto; comentó Katherine mientras secaba su cuerpo al sol.

-Definitivamente no hay como una buena zambullida; opinó Robert.

-Ya me sequé entera; dijo ella tocando sus brazos y muslos, sintiendo su tersa piel sintética bajo sus manos.

En un arrebato ella se lanzó al cuello de Robert y lo beso como hace tiempo no lo hacía. Lentamente su piel comenzó a cubrirse con gotas de sudor.

-¡Estás traspirando!; exclamó sorprendido Robert.

-Sí, es una modificación que me introdujo Ricardo Briceño y que puedo controlar a voluntad; explicó Katherine. -¿Te resulta agradable que yo pueda traspirar?

-¿Agradable?, es lo mejor que tu creador ha hecho; opinó Robert deslizando sus manos por la mojada espalda de su compañera, mientras la besaba con mucho deseo.

Después de jugar durante una hora más la pareja decidió regresar a la cabaña, caminando despreocupadamente, tomados de la mano. Sin que lo esperasen, escucharon una conocida voz.

-¿Quieren jugar conmigo?; dijo la francesa sentada en una rama.

-¿Y conmigo?; pregunto una joven chilena.

-¡Princesa, teniente!; exclamó Robert que no esperaba encontrarse con ellas.

-No detecté su presencia; dijo Katherine.

-Es porque estamos vestidos con trajes de combate furtivo; explicó el General Marcel Renoir que se hacía visible, junto con la Doctora María Troncoso.

-Decidimos tomarnos unas vacaciones también; dijo Lizbeth.

-Bueno, de alguna forma nos acomodaremos los seis en la cabaña; pensó Katherine.

-No es necesario, tengo mi propia cabaña no muy lejos de aquí; respondió ella.

Saltando del árbol Lizbeth se lanzó sobre Katherine, quien la tomó y la tiró a un lado; sin embargo, la Princesa era ágil como un gran gato y cayó de pie. Sin esperar a que su oponente reaccionara, la androide le lanzó un inesperado puñetazo a los ojos que la vampiresa detuvo en el aire, contra atacando con una rodilla al estómago de la androide, la que fue detenida por sus manos.

La agilidad de Katherine era tan grande como la de Lizbeth y sabiendo lo resistente y fuerte que ella era no tenía necesidad de contenerse. La pierna derecha voló hacia la cara de la Princesa; sin embargo, antes de golpearla, la androide despegó su pierna izquierda del suelo, golpeando con ella la cabeza de Lizbeth, haciéndola girar en el aire para caer en un montón de tierra suelta.

-¡Que golpe más impresionante!; exclamó Marcel, mientras veía como su esposa se levantaba del suelo con una sonrisa en los labios a pesar de haber sido derribada por un golpe que habría matado a un humano, pero que a ella ni siquiera le produjo dolor.

En un rápido movimiento Ana sujetó el cuello de Katherine y saltó llevándola con ella a varios metros de altura.

-Ahora verás; dijo Lizbeth, saltando y lanzando una pierna para golpear a la androide mientras no pudiera moverse.

Sorpresivamente Cati tomó de un brazo a Ana y de la pierna a la Princesa, estrellándolas en el aire. La androide aterrizó de pie mientras las dos vampiresas se estrellaban en el suelo.

-¿Crees que debemos ayudarlas?; preguntó Marcel a María.

-No me parece. Ellas estarán bien; respondió María. -Además, alguien tenía que patearles el trasero alguna vez.

-Ya es suficiente; dijo Lizbeth cerrando su casco y desenvainando la espada de su muñeca derecha.

Ante la visión del arma Katherine sonrió y llamó desafiante a Ana con su mano para invitarla a unirse también.

Armadas con espadas, las dos vampiresas atacaban juntas a la androide; aunque los golpes eran muy rápidos los reflejos de Katherine eran increíblemente veloces. Lizbeth atacó  a Cati, la que atrapó la espada con ambas manos y se la rompió. Sin hacer ruido Ana activó su camuflaje, desapareciendo de la vista de todos.

Robert estaba realmente preocupado por su pareja, no sabía si podría defenderse de un atacante invisible. Katherine se inclinó rápidamente mientras caían cortados unos cuantos mechones de su cabello; al mismo tiempo lanzó una  rápida patada hacia arriba, para a los pocos segundos recibir en su mano la hoja quebrada de la espada de Ana.

Sorprendidas ambas vampiresas se encontraron desarmadas y no notaron la pierna de Cati que se movía y enredaba las piernas de Ana votándola al suelo; en un abrir y cerrar de ojos, la androide tomó la pierna de la Princesa y la arrojó sobre el cuerpo invisible de Ana, al verse con las hojas de las espadas en el cuello Lizbeth levantó los brazos.

-Me rindo, tu ganas; dijo la Princesa a la androide.

-No lo haces del todo mal; opinó Ana mientras se volvía a hacer visible y se sacudía el polvo de encima. -No entiendo cómo es que pudiste verme si nada puede cruzar la barrera de invisibilidad de nuestros trajes.

-No te veía, pero al moverte producías corrientes casi imperceptibles de aire que mis sensores externos de presión pudieron registrar; explicó Katherine.

-Ahora se van a pasar todo el tiempo metidas en el gimnasio entrenando hasta poder derrotarla; pensó María.

-Eso dilo por tu esposa; respondió Marcel. -En cuanto a la mía, me va a usar a mí para practicar sus ataques.

-El ejercicio me despertó el apetito; comentó Lizbeth haciendo crecer sus colmillos.

-Pero este pueblo es demasiado pequeño y ustedes son cinco; observó preocupada Katherine.

-Tranquila, trajimos muchas bolsas de sangre; respondió Lizbeth. -Además, por casi quinientos años he cuidado de esta aldea.

-Bueno a cambiarse, cenar y después a disfrutar las vacaciones; dijo Ana mirando a María.

-Ahora nada de emergencias, General Renoir; dijo Lizbeth a Marcel.

-Como ordene Su Alteza; respondió él haciendo una reverencia a su esposa.

Las tres semanas de vacaciones pasaron demasiado rápido para Robert y ahora debía comenzar su entrenamiento básico y ya pronto estaría piloteando un Vampiro Fantasma.

-Buenos días cadetes, yo soy la Mayor Harmann y seré su instructora de combate cuerpo a cuerpo; se presentó una esbelta mujer de unos treinta años y no más de un metro sesenta, siendo más baja que la mayoría de los cadetes.

-Buenos días mayor; respondieron al unísono los nuevos cadetes.

-¿Quién tiene algún  tipo de entrenamiento en combate cuerpo a cuerpo?; preguntó la mujer.

-Yo tengo señora; contestó Robert.

-Veamos de qué se trata; dijo la instructora.

Robert se puso en guardia con sus puños por delante de la cara.

-Ya veo, boxeo, cadete Norton. Su ficha dice que está postulando a la división aérea; observó la oficial, revisando una lista.

-Así es señora; contestó Robert.

-Bueno Norton, déjeme decirle que para mí esa es solo una basura y estoy segura de que nunca lo logrará; respondió la mayor.

-Pondré todo mi esfuerzo en ello mayor; contestó Robert.

-Bien, si está tan seguro de poder hacerlo, entonces demuéstrelo Norton; dijo agresivamente la instructora. -Veamos qué tan bueno es su boxeo y golpéeme en la cara.

-Pero señora, usted es una mujer y podría lastimarla; se excusó Robert.

-¡Es una orden cadete!, golpéeme; grito la mayor. -A menos que tenga miedo a quebrarse una uña.

Robert se puso en guardia y lanzó un  derechazo a la cara de la delgada mujer. El puño se detuvo a veinte centímetros de la cara de la Mayor Harmann, contenido en el aire por la mano de ésta. Robert preocupado por la presión que aumentaba sobre su mano, no vio venir la patada que le golpeó la cara, arrojándolo al suelo.

-¡Qué tonto!; dijo otro cadete burlándose de Robert que se paraba sobándose la mandíbula.

-¿Quién dijo eso?; rugió la instructora.

-Yo señora; contestó con voz débil el que acababa de hablar.

-Si cree que puede hacerlo mejor que el cadete Norton, venga y demuéstrelo; ordenó la instructora.

-Pero señora; protestó el cadete.

-No me haga repetir la orden; gritó la mujer.

Resignado el cadete se puso al frente de su superior.

-Bueno deje de admirar mis caderas y golpéeme soldado; ordenó Harmann.

Rojo de vergüenza el estudiante se abalanzó sobre la mujer, la que lo tomó de los brazos y lo lanzó al suelo.

-Y se dicen soldados. Ni  siquiera han hecho que me despeine; se burló la mayor de Robert y el otro cadete.

-Ustedes son quince, veamos si entre todos logran derribarme; dijo la mujer.

Todos los cadetes se miraron confundidos, no sabiendo si ella hablaba en serio.

-¡Ahora!; gritó la oficial.

Como una exhalación, los quince vampiros atacaron a  la oficial. En menos de un minuto todos yacían hechos una pila, uno encima de otro.

-Yo no era tan dura con usted cuando la entrené Mayor Harmann; dijo la Princesa entrando en el campo de entrenamiento.

-¡Atención!; gritó uno de los cadetes.

Todos se cuadraron ante la general.

-Lizbeth; saludó Robert.

-Ella no se llama Lizbeth. Su nombre es General Laberne y es su comandante en jefe, soldado; gritó Harmann a Robert.

-Me disculpo señora; respondió Robert inclinando respetuosamente la cabeza.

-Eso espero Norton; dijo amenazante la instructora.

-Yo era más disciplinada Alteza, pero estos son un montón de mugre y usted me pide que los convierta en soldados. Con suerte obtendré conserjes de regular calidad de ellos; respondió la Mayor Harmann.

-Confío en su capacidad como instructora mayor; contestó Lizbeth.

Mientras tanto Ana pasaba por ahí canturreando una canción, contenta de que tendría libre cuatro días completos y podría estar en su casa junto a María. Los ojos de Harmann brillaron al verla.

-Teniente Eguigurren acérquese; ordenó la instructora.

-Ordene mayor; contestó Ana saludándola como su mayor rango merecía.

-Por favor ayúdeme a mostrarle a este montón de inútiles como se pelea de verdad.

-¿Está segura mayor?, no quisiera lastimarla; contestó la Teniente Eguigurren a su amiga y superior.

-No se preocupe por mí teniente y procure ser lo más ilustrativa posible; ordenó la mayor.

-Empecemos entonces señora; respondió Ana, lanzando una serie de rápidas patadas a distintos puntos del cuerpo de Harmann, las cuales eran esquivadas o detenidas sin ninguna dificultad; al mismo tiempo que contra atacaba con piernas y brazos  a Ana. De vez en cuando tomaban el brazo o pierna de la otra y la lanzaban en una llave al suelo pero siempre caían de pie.

Los cadetes observaban sin pestañar el impresionante combate.

Ana en un rápido movimiento se puso al lado de Harmann y lanzó su rodilla derecha al estómago de ella. La pierna de la teniente fue detenida con la mano derecha por la mayor y sujetándola del cuello con la mano izquierda, de un salto se elevó a quince metros, llevándose consigo a su contrincante. La Teniente Eguigurren giró su pierna izquierda para golpear a la mayor en la cara, pero ésta se percató de la maniobra y soltó a su presa, girando hacia atrás y abriendo los brazos en cruz para estabilizar su descenso y caer de pie.

Ana cayó de pie también frente a la mayor, dándole la espalda se quitó un mechón de cabello que le caía sobre la cara. Sin hacer ningún ruido, la Mayor Harmann desenvainó la espada de su muñeca derecha y atacó en forma traicionera a la Teniente Eguigurren; sin inmutarse siquiera, la teniente desenvainó hacia atrás su espada, deteniendo el golpe del arma blanca a escasos centímetros de su cabeza.

Girando rápidamente Ana desenvainó su otra espada, lo cual imitó Harmann. Las hojas plateadas se cruzaban y golpeaban en el aire, pasando peligrosamente cerca de las cabezas de ambas mujeres.

De un salto hacia atrás, la Mayor Harmann puso varios metros de separación entre ella y la teniente y enfundó sus espadas; Ana respetuosamente guardó sus armas también.

-Gracias teniente, su demostración ha sido magnífica; felicitó la instructora.

-Es muy amable Mayor Harmann; contestó la Teniente Eguigurren.

-Cadetes, esa es la forma en que se combate; indicó la mayor. -Toda esta demostración quedó grabada, quiero que la estudien detenidamente.

-Aquí van a aprender a pelear como verdaderos vampiros de las fuerzas especiales y por mis colmillos les juro que cuando termine con ustedes me odiarán con todo su ser, pero se habrán convertido en verdaderas armas de destrucción masiva; concluyó la oficial.

-¿Entendido?; preguntó ella de un grito.

-¡Si señora!; respondieron todos.

Robert comprendió que no sería tan fácil después de todo.

La remoción de los escombros de la ciudad había dejado al descubierto el gran número de víctimas de los ataques. Las autoridades militares y civiles establecieron incineradores para quemar los cadáveres una vez fueran identificados; aún París permanecía  bajo ley marcial y había que optar por la solución más lógica.

A algún instructor se le ocurrió que sería un buen entrenamiento si los cadetes participaban en las tareas de remoción de escombros y recuperación de cadáveres, disfrazados como miembros de la fuerza de cascos azules de las Naciones Unidas.

El barrio donde vivían Ana Eguigurren y María Troncoso no se vio afectado por el ataque extraterrestre, ni el posterior accionar de las fuerzas defensoras; en una casa desocupada ahí se instalaron Robert y Katherine.

La siniestrada nave nodriza de los extraterrestres era muy grande y la revisión completa de ella era lenta. La unidad de la Fuerza de Respuesta Biológica que revisaba una sección alejada del puente principal y de la sala de máquinas, se encontró con una inesperada sorpresa.

-General Sartorius, tiene que ver esto; avisó por radio un teniente.

-¿Qué ocurre?; preguntó el oficial griego.

-Encontramos una celda que contenía una atmosfera oxidativa, señor; informó el soldado a su superior.

-Provendrá del ataque con oxígeno que realizamos; opinó el general.

-Negativo señor, los restos corresponden a una exposición prolongada a oxígeno; insistió el teniente.

-Voy para allá; respondió el General Sartorius, quién sabía que sus hombres aparte de excelentes soldados, eran técnicos y científicos de primer nivel.

-¿De qué se trata?; preguntó Sartorius.

-Es esta celda señor. Encerraba algo capaz de respirar oxígeno y cuando la nave fue derribada la puerta de ella se abrió, permitiéndole a su huésped salir; informó el teniente, basándose en las marcas de garras que había en la parte de la puerta que daba a la celda y a las que había aun metro de ella.

Los dos cascos azules revisaban ayudados de un perro entrenado en busca de personas sepultadas entre los escombros.

-Todavía me cuesta creer que haya vida en otros planetas; dijo uno.

-No tiene nada de raro; contestó el otro. -Teniendo en cuenta lo grande que es el universo.

-El problema es que lo comprobáramos con una invasión; opinó el primer soldado.

-Por suerte las fuerzas especiales de la OTAN los pudieron parar; comentó uno.

-No tenía idea de que existiera esa unidad; pensó uno de los soldados.

-Ni yo. Parece que las superpotencias tienen secretos dentro de los secretos; opinó el otro.

Así iban caminando y hablando los soldados, cuando el perro que llevaban comenzó a ladrar nerviosamente.

-Mmm, parece que el perro sintió algo; observó uno de ellos.

-Suéltalo, para que busque solo; sugirió el otro.

El perro comenzó a rugir asustado; sintiéndose amenazado se alejó del lugar, dejando anonadados a los dos soldados.

-¿Pero qué le pasa a este perro?; preguntó sorprendido uno de ellos.

Desde la rama de un árbol a unos quince metros de ahí, la criatura los miraba silenciosa, con sus ojos rojos como la sangre. Sin aviso previo se lanzó contra los dos hombres, quienes al verla abrieron fuego contra ella, pero esquivó sus disparos haciendo uso de sus membranosas alas. Un golpe y otro más y los soldados en medio de un grito de dolor caían muertos.

Los gritos y los disparos atrajeron la atención de la patrulla donde se encontraba Robert. A los pocos minutos llegaron junto a los cuerpos mutilados de los dos cascos azules.

-¡Demonios!; exclamaron los soldados.

-Los habrá matado un maldito extraterrestre sobreviviente; opinó uno de los miembros de la patrulla.

-No creo, los invasores usaban armas y no tenían garras; observó otro soldado. -Esto parece haber sido hecho por un animal con garras.

-¿Garras de vampiro?; preguntó en voz baja Robert.

-Negativo, el patrón de corte no corresponde; contestó otro.

-Mantengan los ojos bien abiertos; ordenó el teniente que iba con los cadetes.

Cautelosamente los soldados siguieron avanzando. Lo que fuese que  mató a esos hombres había sido muy rápido.

Sin que se diesen cuenta, el ataque llegó desde el aire; de un golpe en los hombros, uno de los soldados fue lanzado de espaldas al suelo. Su atacante batiendo sus alas aterrizó frente a él. Dos metros y medio, alas membranosas, piel gris, ojos rojos y afiladas garras, le daban la apariencia de una gárgola de leyendas góticas.

Con los ojos rojos brillantes, el soldado furioso se puso de pie y disparó su arma de fuego contra la criatura, con el único resultado de solo perder balas, ya que éstas rebotaban en su gruesa piel; ataque que hizo enfurecer a ese ser. Lanzando un rugido se abalanzó contra Robert, que viéndola moverse en cámara lenta, gracias a sus agudizados sentidos de vampiro, la esquivó fácilmente y la sujetó de un brazo para lanzarla violentamente al suelo.

Instintivamente todos los vampiros sacaron sus garras ante la extraña criatura, la cual al verse rodeada agitando sus alas escapó del lugar.

-Esto es lo único que faltaba; gritaba el General Sartorius. -Así es que la famosa criatura que se escapó de la nave invasora, resultó ser una maldita gárgola de cuentos de brujas.

-¿Desea que informemos a la Rosa Negra?; consultó un soldado al general.

-Esto está dentro de nuestras funciones, cabo; gritó furioso Sartorius.   -Además, Su Alteza tiene cosa más importantes de que preocuparse que de un simple animal.

-No olvide en qué división del ejército está cabo; lo reprendió severo un mayor. -Todo riesgo de amenaza biológica, así como el control de otras especies, ya sea terrestres o alienígenas están dentro de las funciones básicas de esta fuerza. ¿Está suficientemente claro cabo?

-Sí señor, lo siento; se disculpó el soldado ante los oficiales.

-¿Qué sabemos de la criatura mayor?; preguntó el General Sartorius.

-Depredador, nocturno, con posibilidad de vuelo. Peligroso para los humanos, pero no para nosotros; indicó el oficial. -Sin embargo, su capacidad de volar lo hace un poco escurridizo.

-Mmm, ya que no tenemos la huella de su campo electromagnético no podremos usar los satélites esta vez. Aparentemente tendremos que buscar a la antigua; opinó el general.

-Mayor, ordene a las patrullas que lo busquen de preferencia en zonas altas como edificios, árboles, antenas o postes; por sus alas supongo que debe acechar a sus posibles presas desde lo alto, como lo haría un ave de rapiña; ordenó el General Sartorius.

-Ya di esa orden señor; respondió el mayor. -Las patrullas también tienen órdenes de tratar de capturar a la criatura con vida para su posterior estudio.

-Muy bien mayor; asintió el general. -Y mayor, si sigue adelantándose a mis órdenes, eso lo conducirá solo a que pronto se gane su ascenso a coronel.

-Gracias señor, pero no lo necesito. Además eso solo entorpecería con mis otras labores y dispondría de menos tiempo del que ya tengo para trabajar en mi laboratorio; declinó modestamente el oficial.

-Lo entiendo mayor, yo también extraño los días en que me podía dedicar totalmente solo a la investigación científica; confesó el general. -Pero a veces uno tiene que sacrificar sus propios intereses por el bien mayor de la Nación.

A pesar de que la ciudad se encontraba bajo ley marcial, no faltaba la prostituta que pensaba que con tantos soldados en las calles podría hacer buenos negocios. En eso estaba distraída la mujer, que no sintió el aleteo sobre su cabeza, ni vio las garras que la elevaron por el aire; aunque tampoco habría servido de mucho que lo notase, ya que cazando la criatura era como una verdadera ave de presa cuando localizaba su víctima. Al poco elevarse con la mujer, la dejó caer para que se estrellara contra el suelo.

Los gritos de la mujer, el aleteo de la criatura en el aire y el golpe del cuerpo en el pavimento, fueron suficientes para que la patrulla de Robert pudiese localizar el sitio exacto del ataque, a pesar de encontrarse a un kilómetro de allí. En menos de un minuto los vampiros rodearon al alado ser mientras devoraba a su presa. En un rápido movimiento varias cuerdas inmovilizadoras le fueron lanzadas, pero las cortó fácilmente con el borde de sus alas.

Viéndose superada en número y rodeada, la criatura instintivamente batió sus alas tratando de escapar por el aire. Antes de que pudiera darse cuenta sintió como los ahora poderosos brazos de Robert aprisionaban sus alas. Girando a una velocidad vertiginosa, Robert lanzó a la criatura violentamente al suelo, cayendo de espalda con las alas aplastadas y, antes de que ésta pudiese reaccionar, asestó un primitivo pero efectivo golpe de puño en su cara, dejándola privada de sentido.

 

La inconsciente criatura fue inmovilizada con esposas de una aleación de titanio, de modo que no pudiese romperlas. El extraño ser fue trasladado inmediatamente al último subterráneo del centro médico y de investigación oculto bajo una pequeña clínica privada en las afueras de París.

-Doctor Lacroix, le tengo un regalo en la sección de confinamiento del laboratorio biológico; informó el General Sartorius al médico.

Rato después el Doctor Lacroix sacaba varias fotografías a la criatura, aunque no era necesario ya que toda la celda estaba monitoreada por audio y video.

-¡Pero qué maravilla!; exclamaba el médico. -Se parece a las gárgolas de las historias góticas.

-Puede que haya habido algún contacto con esta especie en el pasado; opinó Lizbeth que acababa de llegar.

-Sí, supongo que debe ser eso; pensó también el doctor. -Y lo más maravilloso de todo esto es que nadie vaporizó a esta criatura.

-Otra vez con eso; respondió Lizbeth. -Sígame molestando y le convierto ahora mismo su juguete nuevo en una nubecita de humo.

-Ya niña cálmate, es solo una broma; explicó el doctor. -Es que a veces echo de menos a la pequeña Lizbeth que solo se preocupaba de jugar y leer.

-Uff, fue hace tantos siglos; recordó ella.

La información obtenida de la nave nodriza adquirió un valor estratégico  para el alto mando vampiro, por lo que se destinó muchos recursos de tiempo y personal en su análisis.

-General Sartorius, es importante que vea  esto urgentemente; solicitó un analista a su superior.

-¿Qué ocurre teniente?; preguntó el oficial.

-Me he topado con unos archivos alienígenas encriptados; informó el soldado.

-Esta era una misión militar, ¿qué tiene de raro teniente?; respondió el general sin darle mayor importancia.

-Fueron ocultados en el momento del asalto a la nave nodriza, señor; observó el teniente.

-Mmm, se vieron acorralados y trataron de esconder información estratégica, para que nosotros no pudiésemos dar con ella; meditó el general griego.

-Eso mismo pienso yo, señor; asintió el teniente.

-Muy bien, concéntrese en abrir esos archivos teniente; ordenó Sartorius.

-Ya lo he intentado todo, señor; desde los protocolos básicos hasta los más complicados, incluyendo varios que hasta hace una hora no existían. Ese código no se desencripta con nada; informó algo avergonzado el analista.

El General Sartorius conocía la gran habilidad como criptógrafo del Teniente Marthan, y si había un archivo que él no pudiese desencriptar era porque realmente contenía información extremadamente delicada.

-Veamos si la androide es tan buena como aparenta; contestó Sartorius luego de meditar un rato.

Katherine ingresó nuevamente al centro de mando, esta vez por solicitud de la mano derecha de la Rosa Negra.

-Cati, en la computadora de la nave nodriza hemos encontrado varios archivos encriptados que no podemos abrir y es imprescindible que accedamos a la información que contienen; informó Sartorius a la androide.

-Por favor permítame intentarlo a mí; contestó amablemente Katherine.

-¿Me permite su terminal teniente?; preguntó ella al analista.

-Adelante, es todo suyo; contestó el teniente. -¿Le molesta si miro?

-Por supuesto que no, además me podría ayudar; agregó la mujer.

Los dedos de la androide se movían en forma vertiginosa por el teclado, mientras en la pantalla pasaban miles de caracteres a una velocidad que ningún ojo humano habría podido apreciar. Claro que ahí no había ningún humano, así es que, aunque todos los podían ver, solo el Teniente Marthan los comprendía.

-Ese es un código automutable aleatorio; observó el analista. -Con razón no logré abrir los archivos.

-¿Lo puede decir en griego para que yo pueda entenderlo, teniente?; pidió el General Sartorius.

-Lamentablemente no puedo señor, ya que no hablo griego; contestó el Teniente Marthan. -Pero podría tratar de explicárselo en francés, inglés o castellano.

-Francés está bien; respondió el general, después de mirar el techo y pensar que a pesar de lo brillante e inteligente que era el Teniente Marthan, era incapaz de entender un chiste.

-Es un tipo de código de encriptación que se cambia a sí mismo en forma aleatoria en fracción de segundos, impidiendo que cualquier protocolo desencriptador funcione a suficiente velocidad para poder decodificar el mensaje; explicó el teniente.

-¿Algo así cómo teoría del caos?; preguntó el General Sartorius.

-Sí señor, pero se  requerirían muchos teoremas nuevos aún no descubiertos para traducir el código en un instante dado; observó el teniente.         -Pero de nada serviría porque un segundo después el código ya habría cambiado. Tal vez podríamos resolverlo si contáramos con una computadora cuántica.

-¿Cómo mi cerebro, por ejemplo?; intervino Katherine que había permanecido en silencio.

-Sí, solo una computadora cuántica puede ser tan rápida como para desencriptar ese tipo de código antes de que cambie; opinó el teniente.

-Entonces proceda Cati; autorizó el General Sartorius.

-Debo advertirle, general que no podré hacerlo desde afuera; observó Katherine.

-Haga lo que tenga que hacer; dijo Sartorius.

-Pero señor, no debe; objetó en seguida el analista.

-¿Algún problema en ello teniente?; quiso saber algo molesto el oficial.

-El Teniente Marthan tiene razón, general. Para poder desencriptar y abrir esos archivos, literalmente yo deberé entrar en la computadora donde están almacenados, lo cual me daría acceso a toda la información contenida en ella; y si no me equivoco, almacenaron toda la información de las computadoras alienígenas en su computadora central; observó Katherine.

-¿Y eso qué implica?; preguntó el general.

-Que yo tendría acceso a todos los secretos de su nación, general; dijo la androide.

-Comprendo, toda esa información es secreta; sin embargo, es de vital importancia averiguar que era tan importante para los invasores, que debieron ocultarlo a nuestra vista en el último minuto; observó el General Sartorius.

-Tal vez yo tenga la solución; dijo el Teniente Marthan, copiando en un computador portátil toda la información obtenida de la computadora alienígena.

-Tan simple como eso; sonrió Sartorius.

-Bueno estamos en sus manos Cati; dijo el general entregando el notebook a la androide.

-Literalmente es así; contestó Katherine, al tomar el pequeño computador portátil, mientras de sus dedos salían finos hilos que se introducían en cada orificio del computador.

-Aquí están. Vengan con mamá; dijo bromeando ella.

Los ojos de la androide centellaban rápidamente en forma intermitente mientras desarmaba el código de encriptamiento alienígena. Después de ocho eternos minutos, en la pantalla principal del centro de mando se abrieron varias carpetas con información de la computadora de la nave nodriza. Al cabo de esto Katherine devolvió el notebook al teniente Marthan.

-Teniente, le dejé como regalo el protocolo del código de encriptamiento utilizado por los alienígenas, así como los teoremas y ecuaciones que utilicé para traducirlo y desactivarlo; dijo la androide.

-Gracias, los estudiaré enseguida; dijo éste.

-Después tendrá tiempo para jugar; cortó seco el general.

-Sí señor, disculpe; se excusó el teniente.

A Sartorius le resultaba muy familiar el entusiasmo del Teniente Marthan; al fin y al cabo, la mayoría de los miembros de su unidad eran científicos y técnicos  altamente calificados y muy curiosos, incluyéndolo a él mismo sin ir más lejos.

-General Sartorius, la recomiendo que haga venir al Doctor Lacroix; sugirió Katherine.     -No quisiera que sufriera un ataque al corazón.

-Los vampiros no sufrimos ataques cardiacos; respondió el general, quién no había comprendido la metáfora en las palabras de la androide. -Un momento, ¿tan grave es el asunto?; preguntó acercándose a la pantalla al darse cuenta de lo que quería decir Cati.

-Me temo que sí, señor; observó el Teniente Marthan.

-¡Esto es inaceptable!; exclamó el General Sartorius, no dando crédito a lo que veía.           -Estos desgraciados introdujeron espías ocultos entre la población humana.

-¿Pero cómo es posible general?; preguntó confundido el Teniente Marthan. -Ellos no aguantan ni un minuto en nuestra atmósfera.

-Mediante clonación e ingeniería genética; observó el general.

-¿Con androides, señor?; preguntó el teniente.

-No teniente, con cuerpos orgánicos capaces de desenvolverse en nuestro medio ambiente; explicó Sartorius.

-Y en los cuales fue depositada la mente de algún alienígena entrenado en espionaje; agregó Katherine.

-Es increíble; opinó el Teniente Marthan.

-No tanto teniente, la clonación y manipulación genética es relativamente sencilla con la maquinaria bioquímica apropiada; observó el Doctor Lacroix que acababa de ingresar al salón junto a la Doctora Troncoso.

-¿Pero qué tenemos aquí?; preguntó para sí misma la Doctora María Troncoso, observando la cadena de ADN que giraba en la pantalla.

-¡Esto es maravilloso!; exclamó el Doctor Lacroix mientras miraba un esquema de los cuerpos artificiales creados por los alienígenas para ocultar a sus espías.

-Encuentro bastante cuestionable su capacidad de asombro, doctor; observó el General Sartorius con las cejas arqueadas.

-No lo entienda mal general, es solo admiración por esta maravilla científica.

-Yo también soy biólogo, doctor, pero en esto solo veo peligro; concluyó el general.

-En ese punto de la nave se encuentra la sección de bioingeniería donde se puede crear los cuerpos sintéticos; indicó Katherine sobre la pantalla.

-¿Quiere decir que los crearon en la nave que derribamos?; preguntó María.

-No. Al parecer llevan varios años viviendo en la Tierra; observó la androide. -Pero la nave nodriza cuenta con la tecnología para ello.

-Ahora debemos averiguar cuántos espías hay en la Tierra; opinó el General Sartorius. -Quiero  esa información para ayer.

-Aquí la tiene; dijo el Teniente Marthan, que no había parado de revisar la información nueva apenas tuvo acceso a los archivos.

-Los invasores han infiltrado a doscientos agentes, repartidos por las principales potencias del mundo; observó el teniente.

-¡Doscientos!; exclamó el General Sartorius. -Necesitamos averiguar enseguida como identificarlos.

-Tal vez mi amigo sepa algo; dijo la Reina que había permanecido en silencio, refiriéndose al prisionero.

Lilith esperó que se encendiera la luz roja para ingresar a la celda del alienígena, quién se encontraba sentado en una silla, sin tener nada mejor que hacer.

Sentándose en otra silla la vampiresa tomó las manos del prisionero en un gesto de amistad.

-Hola mi amigo, espero que lo estén tratando bien; dijo Lilith mostrando un genuino interés por el extraterrestre.

-Se ve bien amigo; dijo suavemente la Reina mientras acariciaba el rostro del prisionero. -Le invito a relajarse y conversar conmigo, recuerde que puede confiar en mí.

-¿Sabía que tengo una hija y unos nietos muy lindos?; contó Lilith al alienígena. -Los  quiero mucho y no me gustaría estar mucho tiempo alejada de ellos.

El dulce recuerdo de su familia hizo sonreír al extraterrestre. Sin darse cuenta había caído bajo el control de la poderosa mente de la Reina.

-Siempre he pensado que las familias deben permanecer unidas; continuó Lilith. -Ni siquiera las de su especie deben separarse comandante.

Un poco de nostalgia inundó al alienígena, pero se calmó pronto.

-Afortunadamente, las incursiones en los distintos planetas deben ser rápidas para ustedes y así pueden volver pronto con los seres queridos. No me imagino que sus líderes  militares sean capaces de mandar exploradores a planetas distantes y dejarlos solos durante muchísimo tiempo en mundos extraños; meditó la Reina.

-La terrícola no se imagina todos los agentes que llevan años ocultos aquí entre los humanos; pensó el prisionero. Solo alguien muy capaz y entrenado podría soportar la tensión de tener que vivir por tanto tiempo en un mudo ajeno, ocupando un cuerpo extraño, para poder respirar la atmosfera venenosa de este planeta.

-Aislados, sin ninguna forma de comunicación con los suyos; continuó meditando Lilith.

-La verdad es que no están tan aislados, ya que siempre pueden establecer contacto y enviar informes a los nuestros; recordó el comandante alienígena.

-Claro que nadie sabría cómo reconocerlos; pensó Lilith.

Al oficial alienígena le constaba que los científicos habían realizado un excelente trabajo al imitar la apariencia de los humanos; sin embargo, sabía que los cuerpos presentaban una falla casi imperceptible, pero no lograba recordar qué era.

-Sería interesante poder conocer esa falla y tratar de ayudar a corregirla; comentó Lilith.

-Tal vez sería fácil de solucionar; pensó el extraterrestre. -Un momento algo anda mal; la terrícola parece saber lo que estoy pensando, debo tener cuidado; observó el prisionero.

-¿Qué opina comandante?; preguntó la Reina. -¿Cree que alguna vez sus científicos lograrán hacer cuerpos perfectos?

-No debo pensar en eso; concluyó el alienígena. -Debo evitarlo.

-¿Le pasa algo amigo?; preguntó Lilith, quién ya se había dado cuenta de que el extraterrestre se resistía a su telepatía.

-Bueno comandante, como usted lo desee, no tengo tiempo que perder; dijo Lilith mientras forzaba la memoria del prisionero. -Quiero que me diga todo lo que sepa de los espías.

El alienígena sentía que su cabeza estaba por estallar y que su mente era despedazada.

-Piense comandante; gritó la Reina al prisionero. -Y lo dejaré en paz.

La mente de Lilith penetraba cada vez más en el cerebro del extraterrestre. Éste, incapaz de soportar semejante tensión, se desplomó en medio de violentas convulsiones, mientras sostenía su cabeza con ambas manos. Al poco rato su agonía acabó para siempre. Viendo la Reina que ya nada podría obtener del oficial que yacía muerto, abandonó la celda.

-General Sartorius, aquí tiene la información, analícela y llámeme; ordeno Lilith.

-Sí Majestad; contestó el oficial. -¿Y el prisionero?; preguntó éste.

-Está muerto, no resistió el interrogatorio; respondió la Reina.

-Muy bien doctor y doctora; debemos encontrar cualquier anomalía o diferencia entre los cuerpos artificiales y los humanos; ordenó el General Sartorius. -Contarán con el apoyo de los mejores científicos de la Fuerza de Respuesta Biológica.

Los laboratorios y todos los científicos trabajaban al límite de  su capacidad para encontrar la tan ansiada respuesta que necesitaban para poder identificar a los espías alienígenas infiltrados entre la población humana.

Los científicos analizaban los datos una y otra vez sin lograr descubrir ninguna diferencia significativa entre un cuerpo verdadero y uno artificial.

-Realmente lograron hacer copias casi perfectas; observó María. -No encuentro ninguna diferencia.

Por más que buscaban no hallaban nada que permitiese reconocer a los espías alienígenas.

-Lo encontré; gritó entusiasmado un fisiólogo.

-¿Qué encontró Doctor Drake?; preguntó esperanzado el Doctor Lacroix.

-Hay una diferencia en la temperatura basal de sus cuerpos sintéticos; explicaba el científico al Doctor Lacroix. -En los humanos la temperatura basal oscila entre 36°C y 37°C; sin embargo, en los cuerpos sintéticos de los alienígenas infiltrados, la temperatura basal está entre 33°C y 34°C. A simple vista es  imposible diferenciarlos, pero con un buen termómetro es relativamente fácil.

-Hay un insignificante detalle; objetó la Doctora Troncoso. -Son doscientos individuos en un universo de siete mil millones de humanos.

-Dejemos que los militares se ocupen de ello, nosotros ya cumplimos con nuestro trabajo, comentó el Doctor Lacroix.

-General, los espías alienígenas tienen una temperatura basal de 33°C o 34°C, a diferencia de los 36°C o 37°C de los humanos.

-Por otro lado, sus pupilas no se dilatan ni contraen ante cambios en la intensidad de luz; agregó el neurólogo, Doctor Ferrer.

-Muchas gracias, no podía esperar menos de ustedes; felicitó el General Sartorius. -Ahora nos encargaremos nosotros.

-Majestad, ya encontramos una manera de identificar a los espías y una verificación de su naturaleza; informó el general a la Reina. -Equiparé a mis subalternos para que procedan a la búsqueda y captura de ellos.

-¿No pretenderá arrestar a todos los humanos del planeta para encontrar a doscientos espías, general?; dijo un  hombre que observaba desde un rincón.

-Lord Richard Hadkins; observó sorprendido el General Sartorius.

-Aquí no se trata de quién es más ágil en combate o quién tiene el arma más grande; opinó el recién llegado. -Al momento de enfrentar y detener la invasión, el ejército realizó un excelente trabajo, General Sartorius; observó el director de la Agencia de Contra Inteligencia. -Pero ahora estamos en un escenario de inteligencia y contra inteligencia, en un juego de espías si lo prefiere.

-El Director Hadkins tiene razón General Sartorius; dijo Lilith. -La Agencia de Contra Inteligencia se encargará de identificar y arrestar a los espías alienígenas.

-Pero Majestad, mis soldados están plenamente capacitados para esta misión; rebatió el militar.

-Estoy segura que así es general; opinó la Reina. -Pero no podemos llevar a cabo un despliegue militar en este caso.

-Nosotros ya cumplimos con nuestra misión; dijo la Princesa Lizbeth. -Ahora es el  turno de Contra Inteligencia.

-Así será Alteza; aceptó el General Sartorius haciendo una respetuosa reverencia a su superior.

-¿Agencia de Contra Inteligencia?; preguntó Katherine. -¿Algo así cómo CIA o MI 6?

-Claro que no; corrigió el misterioso hombre. -Esos solo son novatos; MI 6 data de 1906, la ACI fue creada en el año 1655, para cubrir todas las huellas de los vampiros y para ubicarlos en los puestos más importantes de todas las naciones; actualmente somos la organización de contra inteligencia más eficiente del mundo.

-Como resulta obvio ahora, este modesto caballero es Lord Richard Hadkins, director de la Agencia de Contra Inteligencia de nuestra nación; presentó la Reina al recién llegado.

-Encantada My Lord; saludó Katherine al caballero.

-Qué joven más educada, sobre todo teniendo en cuenta que no es ni humana ni vampiro; respondió cordialmente Lord Hadkins. -Encantado de conocerla señorita.

-Lord Hadkins, permítame presentarle a Katherine Bravo; dijo la Reina realizando las presentaciones de rigor.

-Un hermoso nombre para una hermosa criatura; respondió el inglés besando la mano de la joven. -Katherine Bravo, chilena, 31 años, enfermera, o eso dicen sus documentos. Nombre real Cati; androide de exploración y combate, especialista en análisis e infiltración; capacidad de combate igual a la de un vampiro entrenado; pareja actual Capitán Robert Norton; prestando valiosos servicios a nuestra nación; relató Lord Hadkins, para demostrar que a él llegaba toda la información del mundo.

-Vaya, ni siquiera James Bond es tan bueno como usted, Sir Richard; respondió Katherine a modo de broma.

-Por favor querida, ese aficionado no sería capaz de encontrar su propia nariz frente a un espejo; contestó Lord Hadkins también bromeando.

-Bueno, ya que todos nos conocemos, vayamos al centro del asunto; dijo el director de inteligencia poniéndose serio.

-Aunque supongo que ya está al tanto, Sir Richard, permítame informarle que existen doscientos agentes alienígenas operativos en la Tierra. Es imprescindible identificarlos, localizarlos, impedir que se pongan en contacto con su mundo y apresarlos; comunicó la Reina al jefe del servicio secreto de la nación.

-¿Los científicos han descubierto alguna forma de diferenciarlos  de los humanos?; preguntó Lord Hadkins.

-Así es Sir Richard. Las pupilas de los espías alienígenas no se dilatan ni contraen ante cambios en la intensidad de luz; por otro lado, su temperatura basal es de 33°C o 34°C, en vez de los 36°C o 37°C de los humanos; contestó el General Sartorius.

-Toda la información pertinente ya ha sido transmitida a la computadora central de su cuartel general, señor director; agregó Lizbeth. -Sus técnicos no deberían tener problema con ella; Katherine se encargó de abrir todos los archivos encriptados por los alienígenas.

-Reconozco que no fue fácil, demoré ocho minutos en hacerlo; imagine lo complicado que era el código de encriptación; comentó la androide.

-Querida, usted no tiene nada que hacer entre estos militares; trabaje conmigo. Podría usar sus talentos al máximo; ofreció Lord Hadkins a Katherine.

-Es usted muy amable My Lord, pero prefiero mantener mi independencia; declinó ella cortésmente.

-No insista Sir Richard, yo ya lo intenté y no la pude convencer; dijo la Reina.

Después de la casi total destrucción de la ciudad, los sobrevivientes fueron reunidos en diversos refugios y hospitales de campaña. Las autoridades del gobierno francés, junto con la Cruz Roja Internacional, decidieron que era conveniente someter a un examen médico a toda la población, para evitar algún brote de infección.

Largas filas conducían a los sobrevivientes a los hospitales de campaña, siempre custodiados por cascos azules de las Naciones Unidas.

Los principales problemas que encontraron los médicos y las enfermeras fueron los relacionados con la pobre alimentación y los emocionales, cómo estrés y depresión.

-Adelante señora; dijo la enfermera. -Por favor tome asiento. Dígame ¿cómo se siente?; preguntaba ella mientras tomaba su pulso y le ponía un termómetro a la mujer y con una linterna revisaba sus pupilas.

-Ay, mi niña, ¿qué puedo decirle? Esto es terrible; se lamentaba la señora.

-Tiene razón, pero usted al menos está bien, en cambio otros…; la enfermera agachó la cabeza y guardó silencio. -Bien señora, se encuentra muy bien.

Esta escena se repetía en todos los hospitales de campaña de la ciudad.

-Señora, es su turno, por favor tome asiento; dijo la enfermera haciendo pasar a otra refugiada. -¿Qué le parece todo esto?; preguntó mientras le tomaba la temperatura a la mujer y con una linterna observaba sus pupilas.

-Mmm, creo que está por pescar un resfrío; dijo la enfermera mientras miraba el termómetro. -¿Se siente algo mareada en este momento verdad?; preguntó a la señora.

-La verdad es que sí; contestó la mujer, quien de pronto comenzó a sentirse mal.

-Bien, le voy a pedir que me acompañe hasta esta sala de aislamiento; en una semana va a estar bien. No es nada serio, pero hay que ser cuidadosos ahora, ya que hasta un resfrío sería complicado con tanta gente junta en un solo lugar. Un médico va a venir a hablar con usted.

-Está bien, yo también fui enfermera cuando joven, entiendo de estas cosas; dijo amablemente la mujer.

Dos médicos con mascarillas y guantes condujeron a la mujer a una ambulancia que había en el hospital de campaña. Una vez dentro, la mujer fue despojada de toda su ropa y se le entregó una bata para que se cubriera.

-Operativo asegurado; informó uno de los médicos a través de un pequeño micrófono en su reloj.

-Bien señora, le voy a hacer algunas preguntas de rutina, nada serio; dijo el médico a la mujer. -¿A qué se dedica usted?

-Soy dueña de casa, pero hasta el año pasado trabajaba como enfermera; respondió la mujer.

-Ya veo; comentó el doctor mientras tomaba nota en un block. -¿Cuál es su misión verdadera?

-Estudiar la sociedad humana en su vida cotidiana y analizar la respuesta de la población ante situaciones de tensión para determinar el curso de acción a seguir por las fuerzas invasoras; contestó la mujer sin ninguna preocupación por lo que estaba diciendo.

-Entiendo. ¿Conoce la identidad de los otros agentes encubiertos?; preguntó el agente de la ACI.

-No. Por seguridad estamos organizados en parejas, solo conozco a mi complemento. Pero desconozco la identidad y lugar de operación de los otros; respondió la espía.

-Comprendo; dijo el agente. -Por favor piense en el rostro de su complemento.

Poniendo una mano enguantada sobre una placa de vidrio negro, el agente de ACI imprimió la fotografía del hombre en el que estaba pensando la mujer, con un nombre en la parte baja.

-Encantado de conocerlo señor Clauder; dijo el agente a la fotografía.

Una hora después Jack Clauder era detenido y llevado esposado por la policía, acogiéndose a la Ley de Seguridad Interior del Estado, en una investigación por posible vinculación a una organización extremista islámica.

-Van dos y faltan ciento noventa y ocho; comentó el coordinador de operaciones encubiertas de la ACI, asignado para dirigir la captura de los operativos enemigos.             -Operación compartimentalizada; definitivamente conocen su trabajo; pensó en voz alta.

-Es el procedimiento lógico en una misión de espionaje en suelo extranjero; opinó la jefa de agentes de campo. -Si cae un equipo, no compromete la misión ni a las demás unidades.

-La idea de los exámenes médicos a la población civil es buena; comentó la agente.

-Sí, pero debemos tener un acceso rápido a nivel global; opinó el agente coordinador. -Valgámonos de la OMS; liberemos un virus de gripe de Nivel 2, pero digamos que es un patógeno de Nivel 3 que portaban los alienígenas; luego hacemos que la OMS declare una alerta de Fase 6.

-¿Fase 6? Eso va a provocar bastante miedo en la población; objetó la agente.

-Cierto, pero eso nos daría acceso ilimitado y rápido a prácticamente toda la población mundial; contestó el coordinador. -¿O prefieres que digamos que existen espías alienígenas entre nosotros y que puede haber más ataques contra nuestro planeta?;  eso sí que causaría pánico.

-Tienes razón y supongo que puede funcionar; aceptó finalmente la jefa de agentes.

-En Francia y otros países de Europa se ha detectado un virus de gripe desconocido y altamente infeccioso; informó un alto funcionario de la OMS al director de la organización.

-¿Qué más sabemos?; preguntó el director.

-Es un  virus de Nivel 3. Según los análisis moleculares no corresponde a nada de la Tierra, por lo que se presume fue liberado o portado por accidente por los invasores extraterrestres que atacaron París; detalló el funcionario al director.  -Como no es endógeno de este planeta no sabemos cómo reaccionaremos ante él o si experimentará alguna mutación en nuestra atmósfera.

-Ya veo, así es que esto aún no termina; opinó el director. -Reúna al directorio inmediatamente. Debemos declarar una alerta de Fase 5. Cite a una conferencia de prensa para mañana; la gente tiene derecho a saberlo y podremos coordinar la ayuda de las autoridades de cada país afectado.

-El directorio ya fue convocado señor, en dos horas estarán todos reunidos; informó el funcionario.

-Vaya, usted siempre se adelanta a mis decisiones; dijo el director a modo de alago. -Bien hecho.

-Gracias señor, recuerde que me desempeñaba en la unidad de emergencia del hospital de mi ciudad cuando egresé de la universidad; desde esos años he aprendido a tomar decisiones sin perder ni un minuto, cuando está en juego la vida de un paciente. Y con esto, la cosa es realmente seria; contestó el funcionario a su jefe directo.

Dos horas después el directorio de la OMS estaba reunido en una sesión de emergencia.

-Voy a ir directo al grano; dijo el director ante sus colegas. Un virus de Nivel 3, presumiblemente traído a la Tierra por los invasores alienígenas, se ha propagado por varios países de Europa.

-¿Hay víctimas fatales?;  preguntó una de las autoridades.

-Afortunadamente aun no, pero el número de contagiados aumenta rápidamente; informó el director a sus colegas.

-¿Cómo han respondido las autoridades sanitarias de los países afectados?; consultó un director, quien en realidad era un agente de la ACI encubierto.

-Están aplicando procedimientos estándares de control de epidemias, pero sus esfuerzos y medidas están descoordinadas; respondió el director en jefe.

-Ante un patógeno de Nivel 3 la OMS debe asumir la coordinación de la contención de la epidemia; dijo enfática una directora.

-Lo mismo opino yo; respondió el director de la OMS, quién sin saberlo estaba siendo manipulado por un agente de la ACI. -Y por eso cité a esta reunión extraordinaria. Sugiero declarar una alerta de Fase 5, pero se requiere el consentimiento del directorio.

-Por favor, aquellos miembros que estén de acuerdo levanten la mano; pidió el secretario del director principal.

Al otro día el director de la OMS, ante una conferencia de prensa daba a conocer los últimos hechos, asegurando que hasta el momento el virus no había provocado muertes entre los infectados y que la alerta era más una medida precautoria y que permitía aunar esfuerzos y limitar la propagación de la infección.

El miedo se esparció tan rápido como se suponía, pero ante la promesa de que existía una supuesta vacuna, contra la que la prensa pronto bautizó como Gripe Tartaciana, pues durante el ataque a París se supo que los alienígenas llamaban Tartacia a su planeta natal, la gente acudía voluntariamente a recibir una inútil inyección de suero fisiológico, creyendo que eran inmunizados con una vacuna contra al virus que los afectaba; sin saber que solo se trataba de una variedad de gripe muy infecciosa, pero totalmente inofensiva, que desaparecía sola al cabo de dos semanas.

Por todos los países de Europa, los espías tartacianos fueron capturados por los agentes de la ACI. La misma compartimentalización de  su organización impidió que cuando caía una pareja, las otras se dieran cuenta.

-Es hora de pasar a la siguiente fase; dijo el coordinador de la ACI.

Una semana después la OMS recibió los primeros reportes de contagios de Gripe Tartaciana provenientes de Asia, África y América.

-La epidemia se ha expandido a todo el mundo; dijo alarmado el director de la OMS ante el consejo de la organización.

-Es necesario decretar una alerta Fase 6; sugirió el agente encubierto de la ACI.

En China el gobierno determinó que en las mismas industrias se podría realizar el examen médico a los obreros, para no entorpecer el trabajo, ni atrasar la producción.

El señor Kuang se vanagloriaba de ser uno de los empresarios más exitosos de Hong Kong y si es que no del mundo, como decía él. La verdad es que su empresa daba trabajo a varios cientos de empleados y tenía oficinas en todo el mundo. Entregó una gran cantidad de facilidades a las autoridades sanitarias y habilitó toda una planta de su edificio corporativo  para que pudiesen trabajar lo más cómodos posible los equipos médicos; claro que para eso citó a una conferencia de prensa y ofreció a la OMS todo lo que pudiese necesitar para llevar a cabo su “importante misión humanitaria”. Definitivamente, el señor Kuang veía en cada situación una oportunidad para establecer buenos vínculos comerciales y hacer publicidad a su persona y a su imperio comercial. Para evitar molestias innecesarias a tan generoso señor, el jefe del equipo médico decidió examinarlo personalmente en una sala privada, como su distinguida persona lo merecía.

-¿Y cómo lo ha tratado la vida, señor Kuang?; preguntó el médico para romper el hielo.

-La verdad es que no puedo quejarme; contestó el millonario. -Pero la verdadera riqueza está en poder ayudar a los demás y a los necesitados. Puedo decirle, sin temor a equivocarme, que existen personas más ricas que yo pero que son muy pobres de espíritu.

-Bueno, señor Kuang, me temo que va tener que tomarse dos semanas de vacaciones, ya que está contagiado con Gripe Tartaciana; dijo el doctor mirándole las pupilas con una linterna. -Pero  no se preocupe, que no es grave.

-Pero me siento bien; respondió el empresario.

-Tiene fiebre y le duele la cabeza, insistió el médico mirándolo a los ojos.     -Ahora me va a acompañar a una residencia especialmente equipada para usted.

-Señor Kuang, por favor indíqueme la naturaleza de su verdadera misión; dijo el agente de la ACI, mirando a los ojos al tartaciano.

-Tomar control económico de la sociedad humana, disminuyendo su capacidad de respuesta antes de la llegada de las naves nodrizas; declaró el espía.

-Por favor muéstreme a su complemento; pidió calmadamente el agente.

Treinta minutos después, la señorita Lin Tiang entraba esposada a la celda.

No era fácil que un ministro de estado se sometiese a un  examen médico, así es que tenían que implementar una táctica distinta. -Permítame ayudarle; dijo el chofer abriendo la puerta de la limusina del Ministro de Hacienda. -Por  favor señor ministro permanezca inmóvil, dijo el agente de la ACI al dignatario mientras alumbraba a sus ojos con una pequeña linterna. -Todo bien señor ministro, puede moverse y no recordará nada; dijo el chofer al ver que las pupilas del político se reducían a un pequeño punto.

-¿Te sirves un whisky?; preguntó la secretaria al Ministro de Comunicaciones, que caminaba contorneando sus caderas por la sala del departamento de descanso del dignatario de gobierno. Mientras pasaba el vaso al político, la joven se sentó en sus piernas, lo besó y le susurró suavemente al oído. -No te muevas.

Las pupilas del ministro no cambiaron su tamaño cuando la luz de la linterna de la agente de la ACI se posó sobre ellas.

-Quiero que me muestres a tu complemento; dijo la agente tocando una lámina de vidrio en la que apareció el rostro de un hombre y su nombre, el que pronto estaría bajo custodia.

-Operativo confirmado. Solicito extracción discreta; dijo la mujer a través del micrófono oculto en su pulsera.

La operación de búsqueda y captura de los espías tartacianos estaba saliendo según lo planeado. Sin embargo, preocupaba al coordinador de la misma el hecho de que había ido en aumento el grado de influencia de los recientemente capturados espías. Aún faltaba por capturar a dos operativos enemigos y estaba algo inquieto.

Miembros del cuerpo médico del ejército procedían a examinar al personal de las bases militares, en busca de algún posible caso de contagio de Gripe Tartaciana.

-Sargento Mathews, si quiere se puede limpiar con esta toalla; dijo el doctor al mecánico para que se quitara la grasa de sus manos.

-Gracias mayor y disculpe la facha, es que estaba arreglando el jeep de mi comandante; se excusó el soldado.

-Está bien, no se preocupe. Abra la boca y no se mueva; ordenaba el oficial médico mientras ponía un termómetro en su boca y con la otra apuntaba su linterna a los ojos del soldado.

-Lo felicito sargento, se ha ganado una licencia médica; dijo escuetamente el doctor.

-¡Demonios!; gruñó el soldado.

-Vamos, no sea cobarde, que esto hasta ahora no ha matado a nadie; dijo el médico. -Y de pasada muéstreme el rostro de su complemento.

-Vaya sorpresa Coronel Donovan; dijo el agente de la ACI, mirando la fotografía del comandante de la base militar.

-Permiso señor; solicitó el mayor del cuerpo médico para ingresar a conversar con el coronel.

-¿Me toca ser examinado mayor?; preguntó el oficial.

-No es necesario Coronel Donovan, ya se dé usted todo lo que necesito; contestó el médico.

-¿A qué se refiere?; preguntó el coronel.

-Avise a seguridad que debe acompañar a mi equipo para una reunión con el alto mando; dijo el agente de la ACI.

-¿Se ha vuelto loco mayor?; contestó furioso el coronel, poniéndose de pie.

-No mueva ni un músculo; ordenó el agente al oficial.

Con un visible esfuerzo, el agente tartaciano movía su mano derecha para tomar su pistola.

-¡Está bien! Si desea que nos entendamos en esos términos; advirtió el agente de la ACI.    -Está sintiendo un fuerte dolor en el pecho y le cuesta respirar; está sufriendo un ataque al corazón.

Sin poder reaccionar, el tartaciano cayó sin sentido al piso de la oficina.

-Guardias, llamen a mis hombres y que traigan una camilla rápido; el Coronel Donovan ha sufrido un infarto al corazón; dijo el médico a los guardias mientras simulaba que hacía un masaje al corazón del oficial inconsciente.

-Vamos súbanlo  a la camilla; ordenó el mayor. -Debemos llevarlo en helicóptero al hospital más cercano.

El espía tartaciano fue sujetado con correas a la camilla y trasladado al helicóptero que ya tenía sus aspas girando.

-¿Qué le pasó?; preguntó otro agente al supuesto doctor.

-Nada, solo es una sugestión, pero se la está creyendo; comentó sonriendo el médico. -Resultó  casi inmune a la influencia mental de baja intensidad, así es que tuve que ponerme más rudo.

Este agente en particular mostraba un entrenamiento más completo que el que tenían los otros operativos tartacianos, lo cual hacía suponer un mayor grado de autoridad o que la información que lograse obtener fuese más valiosa para ellos. En cualquiera de los dos casos debían averiguar la verdadera naturaleza de su misión y por tanto recibiría el trato especial que él se merecía.

El prisionero fue conducido a una celda en la cual había dos sillas y una cama.

-Bueno, dígame cuál es su misión; dijo el agente de ACI.

-Soy coronel del Ejército de los Estados Unidos, mi misión es dirigir una base militar para evitar que idiotas como usted lo echen todo a perder; respondió de mal humor el prisionero.

-Entiendo, quiero que me hable de su misión real, “coronel”; insistió el agente.

-Ya le dije, dirigir una base militar del Ejército de los Estados Unidos; volvió a responder el espía.

-Permítame contarle coronel, que el último tartaciano que intentó resistirse a confesar en uno de nuestros interrogatorios terminó muerto con el cerebro reventado; dijo el agente para tratar de convencer de que cooperara al oficial alienígena.

-Pues yo no soy como los demás; respondió el prisionero.

-¿Entonces reconoce que es un espía de Tartacia?; preguntó el agente.

-Yo no dije eso; contestó el espía.

-Dijo que era un espía; insistió el agente.

-Dije que no soy como los demás, yo soy un soldado y estoy entrenado para no caer en juegos mentales; respondió el tartaciano.

-¿Ve que fácil es cooperar conmigo?, sin darse cuenta me da información; observó el interrogador para debilitar la confianza del prisionero.

-Coopere con nosotros y le aseguro que intentaré conseguirle protección y asilo en nuestro planeta; ofreció el terrícola.

-¿Por qué no ha entrado a la fuerza en su mente?; preguntó la jefa de agentes al coordinador de la misión.

-Porque este prisionero en particular tiene información muy valiosa y cuando se forzó demasiado la mente de otro prisionero, terminó con el cerebro destrozado y de nada nos sirve muerto; respondió el coordinador de la misión, quién observaba este interrogatorio.

-Ningún otro espía tartaciano pudo resistirse a nuestra influencia telepática; comentó la mujer.

-Aparentemente este recibió un entrenamiento especial, por eso suponemos que su misión es de mayor importancia o guarda secretos estratégicos; opinó el agente coordinador.

-Está bien, piénselo y después seguiremos conversando; dijo el interrogador poniéndose de pie y dejando al prisionero solo.

Dos hombres y una mujer entraron a la celda, llevando cada uno un delgado cintillo metálico en la cabeza.

-Bueno coronel, hablemos de su misión como agente tartaciano; dijo uno de los interrogadores.

-Ya le dije al otro que no tengo nada que decirles; respondió el prisionero.

-Creo que eso lo determinaremos nosotros; habló la mujer. -Conocerá ahora nuestra verdadera forma de interrogar.

Los tres agentes comenzaron a caminar alrededor del prisionero, como si fueran tiburones preparándose para devorar a su presa. El tartaciano sintió como otras mentes trataban de invadir su cerebro; primero una, luego otra y finalmente una tercera; sintiendo como tres garras escarbaban en sus recuerdos.

-Ya salgan de mi cabeza; dijo con un gran esfuerzo, logrando bloquear su mente.

-¡No puedo!; exclamó la mujer quitándose el cintillo.

Los otros dos agentes se veían realmente muy agotados por el esfuerzo de extraer los pensamientos del espía.

-¡Esto es increíble!; exclamó la jefa de agentes de terreno al coordinador.

-¿El qué?; preguntó éste.

-¿Cómo que qué?; él los sacó como si nada de su cerebro. Nadie había podido hacerlo antes.

El tartaciano sintió como se relajaba después de haber tenido tres mentes más dentro de su cerebro.

-Él no los sacó; dijo el coordinador. -Ellos salieron voluntariamente de su mente; al menos dos de ellos, ya que la agente aún se encuentra dentro, pero él no la siente.

-Pero se quitó el cintillo; observó la jefa de terreno.

-Ella no lo necesita para invadir una mente; en realidad ninguno de nosotros los necesita. Creo que llevas demasiado tiempo viviendo como humana; observó el agente coordinador a su colega.

-Interesante; opinó la agente. -En todo caso los humanos son demasiado sencillos.

-Ahora él piensa que ha expulsado a los interrogadores. Al no sentir la presión que ellos ejercieron en su cerebro, se siente más relajado, confundiendo con una sensación de alivio el estado hipnótico en que ella lo está sumiendo; explicó el coordinador.

Los tres agentes abandonaron la celda con una sombra de decepción en sus rostros, lo que el tartaciano percibió, llenándolo de orgullo por su gran capacidad de resistencia y control.

-Ahora comenzará el verdadero interrogatorio; dijo sonriendo la interrogadora, haciendo crecer una de sus garras y pasándola juguetonamente por su cabello.

Una pequeña cantidad de gas somnífero fue introducido en la celda, provocándole una leve somnolencia al tartaciano, que al encontrarse en una réplica de cuerpo humano respondía como tal.

Sabiendo que eso recién estaba empezando, necesitaba descansar para enfrentar el siguiente interrogatorio, así es que se tendió un momento. Sin darse cuenta poco a poco fue cayendo en un profundo sueño.

No tenía muy claro cuánto rato estuvo durmiendo, pero sentía renovadas sus fuerzas. La puerta se abrió, entrando la misma mujer de la vez anterior. Al ponerse el cintillo metálico, ella no se percató de que la puerta de la celda no se cerró.

-Entonces, empecemos de nuevo; dijo la mujer. -¿Cuánto lleva en la Tierra?

-Tres años terrestres; contestó el prisionero, mirando de reojo la puerta de la celda.

-¿Cuál es su misión en la Tierra?; preguntó la agente, tomando nota en un cuadernillo.

-Reunir información sobre la capacidad bélica y organización defensiva de los humanos; respondió el tartaciano flexionando los dedos de sus manos, sin que la mujer lo notase.

-¿Y cómo la transmite a su planeta?; preguntó ingenuamente la agente.

-Son bastante primitivos ustedes; contestó burlonamente el prisionero.         -Cualquiera sabe que no se puede transmitir un mensaje a ciento cincuenta años luz de distancia.

El tartaciano sabía que la tecnología de la tierra era tan primitiva que apenas habían podido mandar unas cuantas naves tripuladas hasta la Luna y algunas sondas robot a explorar el resto del sistema solar.

-No entiendo entonces cómo transmiten la información conseguida; comentó la agente.

-Nunca se lo podría imaginar; respondió el espía.

-¿Es acaso algo muy complicado?; preguntó la mujer.

-No lo es, pero ustedes están a mil años de distancia de acercarse siquiera a nuestra tecnología; comentó el tartaciano. -Aunque lo sepan no podrían hacer nada al respecto para impedirlo.

-Cada vez que vamos a invadir un planeta, años antes establecemos una estación espacial en las afueras de su sistema solar, lo justo y necesario para no ser detectados. Mediante un transmisor subespacial laser enviamos mensajes hasta la estación, la cual actúa como base a dos naves nodrizas y desde la cual se coordinan los ataques; así como base de los agentes encubiertos; confesó el prisionero.

-¡Es increíble!; exclamó la mujer, dejando caer accidentalmente su lápiz al suelo.

Descuidadamente ella se agachó para recogerlo, oportunidad que el espía aprovechó para asestar un fuerte rodillazo en la cara de ella; tomándole la cabeza con ambas manos la giró hasta escuchar cómo se rompían los huesos de su cuello, al tiempo que un hilo de sangre manaba por su boca. Dejando tirado el cadáver de la agente, el tartaciano corrió hacia la puerta, viendo para atrás como una roja mancha junto a la cara de la muerta teñía la blanca baldosa. Varios guardias le salieron a cortar el paso, pero pudo derribarlos, apoderándose de la pistola de uno de ellos. A punta de disparos, consiguió llegar al estacionamiento donde robó un automóvil en el que escapó a toda prisa.

Debía llegar lo más rápido posible a la base militar, donde tenía oculto el transmisor subespacial. Tenía que informar cuanto antes a la estación espacial que los humanos habían capturado a todos los agentes encubiertos. Como un bólido llegó hasta la entrada de la base y el guardia lo dejó pasar al reconocerlo.

-Cierren la base; ordenó. -Nadie entra y nadie sale.

Poco después varios vehículos negros llegaron tocando sus sirenas.

-Soldado abra la reja; ordenó un oficial, identificándose como agente de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

-Lo siento señor, pero tengo órdenes de no dejar pasar a nadie; respondió el guardia.

-Sargento, vuele la reja, ordenó el agente a un soldado que había descendido de uno de los vehículos con un lanza cohetes, mientras desde una camioneta artillada, otro soldado giraba su ametralladora y encañonaba a los sorprendidos guardias.

El proyectil partió la reja metálica y los vehículos cruzaron raudos. Al verse libres de la amenaza de las armas, los guardias abrieron fuego contra la caravana, sin lograr detenerla.

La sirena de alarma sonó por todas partes, acudiendo soldados armados a defender la base de los intrusos, produciéndose un intercambio de disparos de grueso calibre.

Casi sin aviso tres helicópteros de ataque dejaron caer por cuerdas de asalto a dos unidades de Fuerzas Delta que rodearon rápidamente al personal de la base rebelde.

Del último helicóptero descendió un oficial con el uniforme lleno de insignias y condecoraciones.

-General Ferguson; saludó el mayor que encabezaba la defensa de la base.

-Mayor, ordene a sus hombres deponer las armas enseguida y entregar la base, o de lo contrario la Fuerza Delta la tomará haciendo uso de fuerza letal; ordenó el General Ferguson, mientras dos helicópteros artillados se detenían en el aire.

-Pero el Coronel Donovan ordenó que nadie debía entrar a la base; respondió el mayor.

-El Coronel Donovan es un espía de los alienígenas y debemos impedir que pida ayuda a su cuartel general; respondió el general. -Despliéguense y aseguren la base; ordenó a la Fuerza Delta. Si ven a Donovan deténganlo, pero atrápenlo con vida.

Aprovechándose de todo ese barullo, el tartaciano había llegado a su oficina y sacado un extraño aparato que apuntó por la ventana hacia el cielo.

Un certero disparo en el brazo y otro en una pierna le impidieron iniciar la transmisión hacia la estación espacial tartaciana; herido fue conducido hasta la misma  celda de donde había escapado. Evidencia de que los humanos que lo habían capturado habían actuado apenas se percataron de su fuga, era la mancha de sangre en la baldosa del piso, de la agente que él había asesinado al escapar.

Uno de los agentes que permanecía junto a él notó que miraba la sangre en el piso.

-Ella conocía los riesgos de este trabajo y estaba preparada para todo, incluso para morir por su mundo; dijo el agente. -¿Y usted está preparado para todo, incluso para sorpresas inesperadas?; preguntó encendiendo una pantalla en la pared de la celda.

-¿Reconoce esa estación espacial?; le preguntó el agente.

-¿Pero cómo?; preguntó sorprendido el espía tartaciano.

-Tenemos tecnología mucho más avanzada de la que usted pudo descubrir o llegó a imaginar; respondió el agente de la ACI. -Ese que se aproxima a la estación es el destructor estelar Nébula.

En la pantalla se veía como el Nébula disparaba sus baterías de plasma contra la estación enemiga, la cual respondía con rayos laser y después de un rato lanzaba un escuadrón de cazas interceptores contra el crucero espacial. La lluvia de misiles del Nébula era detenida por las defensas de la estación. Proyectiles, rayos laser, interceptores y misiles, en fin todo el arsenal de la estación tartaciana impactó contra el crucero terrícola, haciéndolo volar en pedazos en medio de un cegador resplandor.

-Si las armas de la nave terrestre hubiesen llegado a golpear el núcleo de energía de la estación, la habría destruido instantáneamente; pensó el tartaciano.

Burlonamente, el espía miró al agente. -Son solo como niños y sus armas son solo juguetes para nosotros; dijo éste en tono de desprecio y burla.

 

De pronto el tartaciano sintió una extraña sacudida en su hombro derecho.

-¿Durmió bien?; le preguntó con una sonrisa la mujer a la que le había roto el cuello.

-¡Pero…, usted está muerta! Yo mismo la mate; exclamó sorprendido el alienígena.

-¿Fue en esa parte verdad?; preguntó la agente señalando el piso.

El piso que hasta hace un instante estaba manchado de sangre, lucía ahora impecablemente limpio.

-No lo entiendo; dijo él.

-¿Aun le duele la pierna y el brazo?; le preguntó la agente.

Sorprendido el espía comprobó que no tenía ninguna herida. En ese momento se dio cuenta de que todo había sido una ilusión o un sueño.

Calmadamente el coordinador de la misión entró a la celda.

-¿Quiere ver una película, pero real esta vez?; preguntó el hombre. -Esto ocurrió hace dos días.

En la pantalla se veía la estación espacial tartaciana, como debía estar antes de cualquier contingencia. De pronto desde lo profundo del espacio varias cargas de plasma hacían blanco en las distintas baterías de defensa que ésta tenía y torpedos de luz destruían las bahías de despegue antes de que los interceptores pudiesen ser lanzados.

Ante la indefensa estación espacial se hizo visible el crucero espacial Nébula, totalmente reparado y operativo, que disparaba sin cesar contra los puntos dañados de la base enemiga. Algunos interceptores lograron despegar, pero eran inmediatamente abatidos por naves ocultas en alguna parte.

-Aquí viene lo mejor; dijo la mujer.

El crucero estelar disparó un misil a la parte baja de la estación tartaciana, convirtiéndola en una brillante bola de luz.

-Justo el lugar que usted, en el sueño inducido por mí, celebraba que no se hubiese alcanzado por las armas de nuestro crucero.

-Usted nos mostró en el sueño todas las defensas y puntos vulnerables de una estación tartaciana y gracias a dicha información pudimos destruirla; agregó el agente coordinador.

-Si cree que esto es otra ilusión, puede comprobar que no lo es si mira las coordenadas espaciales que aparecen en la pantalla; cómo puede ver esto es muy  real. Además ya tenemos las coordenadas exactas donde se encuentra Tartacia y posiblemente ahora vayamos a visitarlo. Y le puedo asegurar que tenemos un talento innato para llevar a cabo destrucciones y extinciones masivas; dijo amenazante la mujer, con los ojos de un extraño color rojo brillante, que jamás había visto el espía antes en los humanos.

-La felicito agente, hizo un gran trabajo; dijo el agente en jefe.

-Gracias señor, me encanta aparentar ser la más débil, cuando en la realidad soy la mejor; respondió ella sin ninguna muestra de falsa modestia.

 

 

La visión de toda la humanidad había cambiado para siempre respecto a su posición en el universo. La tecnología obtenida de la nave nodriza capturada, abría perspectivas inimaginables para la Nación Vampira; los pensamientos de Lizbeth volaban más allá de este mundo y la hacían soñar cómo cuando era niña hace más de seis siglos. Pero tenía una misión que cumplir este día antes de poder abrazar a sus pequeños vampiritos.

La visión del futuro la hacía añorar algunas cosas del pasado y decidió hacer algunos cambios en el protocolo de la ceremonia de graduación de los nuevos cadetes. En la sala del trono, junto a su padre Jacques Laberne y su madre Lilith Renan, acompañada de su esposo el General Marcel Renoir y el General Andreas Sartorius, Lizbeth vistiendo su vestido negro con capa y luciendo su antigua tiara de rubíes, en  vez de su uniforme de gala del ejército, recibió a sus futuros oficiales.

Cuando llegó junto a Robert, lo saludó con una sonrisa.

-Bien hecho Robert, usted ha superado todas las expectativas de sus instructores. Su experiencia previa como piloto le ha destacado sobre sus compañeros de promoción; y bajo sugerencia del director de la academia militar, se le respetará su anterior rango, Capitán Norton; decía Lizbeth en voz alta para que todos escucharan mientras fijaba las jinetas correspondientes en los hombros de Robert y dos alas en su pecho.

Katherine se sentía tan orgullosa de Robert que, si hubiese podido, habría llorado de alegría.

Los mundos se habían encontrado una vez más y esta vez la Nación Vampira miraba más allá de las estrellas.

Mientras tanto una mente empezaba a urdir una nueva invasión. Una invasión que significaría la desolación completa de un planeta. Los vampiros se habían topado con un lejano enemigo del que conocían todos sus puntos vulnerables. Los tartacianos habían cometido un error muy grave al fijar sus ojos en la Tierra; tal vez el último error de su historia.