Relatos sorprendentes

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Zapatos Nuevos 9 agosto 2011

Filed under: Amigos autores,Últimos post — O.P. Wilkituska @ 19:45


El señor Menéndez, que tenía un respetable negocio en plena Plaza de la Plata, podía considerarse uno de los afortunados empresarios de éxito de Cimera. O puede que no tan afortunado en ese momento, aún ataviado con un pulcro traje, corbata y sus zapatos nuevos, con la vista fija en las revueltas aguas que golpeaban y se arremolinaban frente a los muros de los muelles cimereños.
Cuando, dos días atrás, su socio en los negocios había aparecido muerto en su casa, con la garganta completamente rajada, casi separando su cuerpo de su cabeza, y su lengua sobresaliendo a través de la sangrienta ranura, colgando como una parodia burlona de una carnosa corbata escarlata, entonces, el señor Menéndez había decidido considerarlo como “daños colaterales”. Nada de importancia, hasta que él mismo empezó a temer correr su misma suerte.
Hacía una semana que aquellos dos hermanos gemelos se habían presentado delante de su casa. Menéndez no sabría decir muy bien si les llamaban o si simplemente ellos se hacía llamar “Los Gemelos de Sacramento”. La verdad es que era un nombre bastante descriptivo, sobre todo por el hecho de que vivían precisamente en ese barrio. Aquellos tipos le habían amenazado, le habían dado un ultimátum, le habían dicho que se arrepentiría si no les retribuía de alguna manera por aquello que habían pagado. Claro que, por aquel entonces, Menéndez no sólo no les dio ninguna credibilidad, sino que estaba confiado en que llevaba las de ganar, ya que, técnicamente, lo que el hacía era perfectamente legal.
De hecho, en los Términos y Condiciones que les había hecho firmar dos semanas antes de verse en su comprometida situación actual se especificaba claramente lo que estaban comprando. No era su culpa que ellos no hubiesen leído la treintena de páginas que componían el documento en su totalidad antes de firmarlo, aunque eso a él le venía muy bien. Unos días antes de la venta, la abuela de aquellos dos, que tenían fama de ser los narcotraficantes más influyentes de la zona norte de la ciudad, había enfermado de una extraña enfermedad. Y a “Los Gemelos de Sacramento” nada les importaba más que su abuela.
Ciertamente, a Menéndez aquella repentina enfermedad le había venido de perlas. Se había alegrado, eso no podía negarlo. Su empresa se dedicaba a investigar en tratamientos médicos y medicamentos pioneros en general. “Los Gemelos de Sacramento” necesitaban un medicamento revolucionario y novísimo que curase la desgraciada condición de su abuela paterna y, casualmente, Menéndez tenía un equipo de personas trabajando en el feradol, la única y, por supuesto, terriblemente cara solución a su problema. El feradol había recibido su nombre en honor a Rudolf Feran Hauss, quien había servido como base teórica de muchos, muchos de los experimentos de Menéndez.
Así que los hermanos habían pagado muy gustosamente la friolera de 30.000 cimas por la dosis necesaria de feradol para curar a su abuela. Por supuesto, Menéndez y sus asociados habían obviado el detallito sin importancia de que el medicamento aún estaba en fase de desarrollo y no recibirían su dosis hasta pasados tres años, si había suerte… Diez a lo sumo. Pero eso había sido únicamente porque ellos mismos lo habrían visto si hubiesen leído los Términos y Condiciones por completo. Estaba claramente especificado en la página vigésimo-octava, ningún juez podría haberles dado la razón en una reclamación en ese aspecto.
Pero allí no había ningún juez, ni iba a haberlo. Uno de los hermanos agarró al empresario por la parte posterior de su americana de marca y lo manipuló violentamente hasta terminar por lanzarlo a las aguas. Y mientras estaba en el aire, Menéndez pensó que, quizás, se había pasado de listo. Por eso había acabado allí con sus zapatos nuevos.
Sus zapatos nuevos de cemento…

O.P.Wilkituski


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